Hace cinco años rodé como actriz una violación. El actor y yo no nos conocíamos, él no interpretaba un personaje principal de la película y no habíamos podido ensayar. Al vernos en el set de rodaje, ambos estábamos un poco nerviosos, algo que suele ocurrir cuando se ruedan escenas que implican romper la barrera de lo físico. No quería que eso interfiriera en nuestra interpretación, así que me acerqué a él y le dije: “Cuando den acción siéntete cómodo, cógeme sin miedo, sé violento, estamos juntos en esto”. Sentí que era importante hablarlo y darle permiso (aunque los dos fuéramos profesionales) no sólo como actriz, sino también como mujer, para actuarlo todo desde un lugar sano y con la mayor verdad posible.
Paula Ortiz, la directora, eligió contarlo todo con un primer plano de mi cara sin centrarse en detalles morbosos. Fue en todo momento consciente de que interpretar un acto de violencia sexual, en una sociedad donde muchas mujeres hemos pasado y seguimos pasando por situaciones de violencia machista, podía ser delicado para ambos, así que estuvo muy cómplice todo el tiempo.
Todo esto hizo que rodásemos la escena con profesionalidad y respeto, sin que eso le restara un ápice de verdad.
Los actores y las actrices, así como los directores y directoras, estamos siempre a la busca y captura de verdad, una verdad ficcionada, una falsedad con apariencia total de verdad, para que quien vea la película experimente sensaciones y emociones que apelen a esa verdad y le remuevan.
Este último mes de 2016, la escena de la violación de El Último Tango en París ha estado en boca de muchos y he querido hacer el ejercicio de meterme en la piel de Maria Schneider en esa situación. ¿Qué hubiera pasado si Paula y mi compañero se hubieran compinchado para que, sin avisarme, él me pusiera mantequilla en el ano en mitad de la toma? Muy probablemente me habría sentido agredida sexualmente, humillada y maltratada, por muy actriz de método que me considerase.
Es cierto que muchas veces intentamos “dar sorpresas” a los actores para obtener una reacción orgánica y verdadera. Yo misma lo hice rodando Requisitos... : en los planos cortos de Manuel Burque a menudo le decía cosas (estando yo de espaldas a cámara) que no estaban en el guión, para sorprenderle, para descolocarlo y captar esa reacción espontánea con la cámara. Pero no debemos ni podemos compararlo, no tiene nada que ver que un actor te diga “voy a hacerte esto y lo otro”, con el hecho de que alguien te toque en tus partes íntimas y te haga esto y lo otro. Nada que ver y quien ha actuado lo sabe. Hombre o mujer. Quien no ha actuado, no.
Todos los métodos de trabajo actoral son válidos, pero quien actúa elige con LIBERTAD con cuál trabajar, algo que a Maria se le negó.
Maria Schneider (descanse en paz) era una joven de 19 años que no sabía que podía llevarle la contraria a un actor y director consagrados como Marlon Brando (descanse en paz) y Bernardo Bertolucci, así que ella rodó la escena, aguantó sin cortar. Ellos abusaron de su situación de poder y privilegio, abusaron de ella y de su situación de vulnerabilidad.
Sabemos que en el guión aparecía la escena de la violación, bien, pero no el detalle de que el actor iba a untarle el culo hasta no sabemos dónde con mantequilla a la chica y que te hagan eso en contra de tu voluntad es una agresión sexual y un abuso de poder, no lo excusemos ni lo disfracemos de arte.
¿Por qué no denunció en su momento? Pues imagino que por el mismo motivo por el que cuando nos han metido mano en la calle, el trabajo o en un pub no hemos alzado la voz o por el que muchas mujeres que sufren violencia sexual o de género no lo denuncian. Por vergüenza, por miedo a revivirlo, por miedo al estigma (ese que todavía pesa sobre víctimas y no sobre agresores), por creer que tenemos parte de culpa y de responsabilidad (cuando la culpa SIEMPRE es del agresor) o por miedo a que no te crean.
El de la credibilidad es el mismo motivo por el que actrices porno que son violadas en el set de rodaje no denuncian. Vale, podéis parar de leer para decir: “¡Ala venga y ahora habla de cine porno! ¿Qué tendrá que ver?”. Tiene mucho que ver, ya que hablamos de personas que actúan algo frente a una cámara (aunque aquí sí haya penetraciones reales). Muchas actrices porno son agredidas mientras son filmadas, se les obliga a hacer cosas que no se han pactado de mutuo acuerdo y no se atreven a denunciar, porque claro, ¿quién las vas a creer? Son actrices porno, ese es su trabajo ¿no? Si a mí tampoco me creéis os recomiendo el visionado del documental Hot girls wanted, disponible en Netflix.
Aunque parezca mentira, la falta de credibilidad sigue siendo un gran problema a día de hoy. Pienso en el caso de la jueza que preguntó a una víctima de agresión sexual si había cerrado bien las piernas o el hecho de que los acusados de violación de Pamplona tuvieran la desfachatez de presentar el vídeo de la agresión sexual alegando que, en el mismo, se veía cómo la víctima no oponía apenas resistencia. Es muy habitual que sean los propios agresores los que le quiten hierro al asunto, hace unos días el agresor de la diputada Teresa Rodríguez decía: “Fue una broma, es que habíamos bebido unas copas de más”. Como si fuera ella la que le estuviera dando demasiada importancia a lo sucedido.
Años antes de que Bernardo Bertolucci diera la famosa entrevista, Maria Schneider ya había denunciado públicamente los hechos y no se había dado valor a sus declaraciones: la hipersensibilidad de las actrices, es que era bipolar, no supo distinguir entre realidad y ficción. Pensando en esto último y repasando el tema del film: una relación entre un hombre maduro y una joven, basada en la violencia verbal y sexual ejercida por él hacia ella... no me parece descabellado pensar que tal vez los confundidos fueran ellos.
El abuso lo es, haya o no cámaras delante y haya o no un genio del cine detrás de ellas. Que Bernardo, referente cinematográfico para muchas personas, afirme que “se arrepiente pero lo volvería a hacer”, me parece un acto irresponsable y machista, que no deja de ser fruto y reflejo de la sociedad, también irresponsable y machista, en la que vivimos, que está legitimando y quitándole hierro a un asunto que hoy en día sigue afectando a miles de mujeres: las agresiones sexuales.
Seamos pues responsables y dejemos de mirar hacia otro lado, plantémosle cara al machismo y al patriarcado. Este 2017 tengamos el propósito de ser un poco más feministas para construir una sociedad mejor.