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Sobre por qué cambiar

Archivo - El economista y político Ramón Tamames.

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No es nada fácil describir un hecho social cuando uno lo ha vivido, incluso cuando lo ha protagonizado en directo, personalmente. “El abajo firmante” dejó de ser un líder de la derecha para llamar a la puerta  de la izquierda (entonces en España el populismo no se llevaba, al menos claramente). 

Me abrió la puerta, con mucha precaución, el responsable del PSOE madrileño, cuyo nombre no recuerdo. Sus superiores habían optado por colocarme, para la foto del acontecimiento, totalmente en solitario, al lado del busto de Pablo Iglesias -primero de ese nombre en mi entonces corta existencia; luego vendría otro-. Al final de la comparecencia y ya sin periodistas el mencionado responsable me espetó: “¿Qué puesto quieres que te demos?”. Yo le contesté que no había venido a eso, y creo que me creyó.

Sin embargo, la pregunta no era baladí, pues uno de los motivos más comunes del abandono de una ubicación política por otra, es medrar. Ya lo explicaron tanto Schopenhauer como Nietzsche, ambos precursores  -junto con Blaise Pascal-  de la llamada “filosofía trágica”, descubridores  del impacto de la llamada “voluntad de poderío”... porque el poder es, al menos para “los políticos”, la fuente de toda realización personal, incluso de la felicidad.

Pero hay más motivos para lo que ha sido calificado demagógicamente de “transfuguismo”. Así, políticos que han renegado de sus posturas iniciales, abundan, y no de pequeño “calibre”: De Gaulle, Churchill, Curzio Malaparte, la casi totalidad de la clase política franquista, Juan Carlos “emérito” a la cabeza... Pero estos no son considerados “tránsfugas”, algo despectivo, sino “preclaros” dirigentes que supieron, por ejemplo, cómo llegar a ser monarcas, nada más ni nada menos (como en el caso español).

No sé si el que opta por divorciarse suele tener siempre razones poderosas para ello (en mi caso, así fue), pero sí que, como decía un buen amigo, jefe de gabinete de un político español ilustre: “Jorge, hazme caso, el que se escinde casi siempre tiene la razón”. Y es evidente que si una persona originariamente de derechas “se pasa” a la izquierda, obviamente es porque la derecha le ha fallado. Pero sigamos lógicamente en función de este caso descrito: si una persona, originariamente de izquierdas “se pasa” a la derecha, está claro que la izquierda le ha fallado. Por cierto, si caben variantes de “ida-vuelta” y viceversa, es que ni la derecha, ni la izquierda, ni el populismo respondieron o no estuvieron a la altura de “tus circunstancias”.

Y si uno es tentado por una ubicación populista, es que ni el puerto de partida ni el de llegada de siempre satisfacen sus anhelos políticos.

Pero hay más: quien toda su vida piensa siempre lo mismo o parecido es un personaje poco adaptado o con poca capacidad de innovación mental; es más obvio desde los filósofos griegos que nos explicaron, con razón, que todo cambia y varía. Claro que también, una vez instalado, qué pereza da inventarse uno de nuevo, incluso para bien: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, dice el conocido y estúpido proverbio. 

Cada cual es libre de orientar su vida en un sentido o en otro, que para ser tutelado, orientado, inducido o limitado aquí ya tuvimos el “glorioso movimiento nacional” además de la siempre presente lacra ultra-católica, apostólica, romana, etc.

Recordemos que entre los indoeuropeos (antaño “indogermánicos”) no cabían cambios de estatus (y por ello de ideología) salvo de generación en generación. Pero ante la actual aceleración histórica, ese mecanismo colapsó y apareció el “chaquetero”, para esos que rechazan o no entienden el actual “cambio de ritmo histórico”.

Fdo. Jorge Verstrynge

PD. Por cierto, yo me fui porque me dio la realísima gana.

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