La elección de Jeremy Corbyn como líder del Partido Laborista ha sido la mayor transformación de la política británica desde hace décadas: uno de los dos grandes partidos está dirigido por un histórico activista por los derechos sociales y por la paz, que rechaza tajantemente la siniestra herencia del llamado “Nuevo Laborismo” de Tony Blair. La sorprendente victoria de Corbyn frente a los candidatos del 'establishment' laborista ha sido posible gracias a una masiva movilización ciudadana, en la que se mezcla gente de su generación (tiene 66 años) y jóvenes politizados en las movilizaciones contra la austeridad, ansiosos por unirse a los aires de cambio político que se respiran en otros países de Europa. La gran mayoría de la militancia laborista apoya el proyecto de Corbyn, pero el grupo parlamentario sigue dominado por los herederos de Blair, que en muchos casos se niegan a aceptar que su partido ha cambiado y ellos han envejecido de repente, como decía El Roto en una brillante viñeta.
Esta compleja situación ha quedado patente en la votación en el Parlamento de la propuesta del Gobierno de David Cameron de bombardear posiciones de Daesh en Siria. Corbyn, miembro destacado de la coalición ciudadana “Stop the War”, se oponía a los bombardeos, argumentando que es imposible evitar que mueran civiles y que la única forma de terminar la guerra en Siria y destruir a Daesh es un proceso de paz. Unos días antes de la votación, la dirección laborista hizo una consulta por internet sobre qué postura deberían adoptar respecto a los bombardeos; respondieron más de cien mil personas, de las cuales más del 70% apoyaron la postura de Corbyn.
Este resultado reforzó la posición de Corbyn dentro de su partido y sirvió para limitar la magnitud de la rebelión parlamentaria: solo votaron a favor de los bombardeos 66 diputados laboristas (de 232), en una sesión en la que estaba muy presente el fantasma de la guerra de Irak impulsada por Blair. Para un partido español sería una catástrofe que tantos parlamentarios se rebelasen contra la dirección pero en Reino Unido es habitual –también hubo conservadores que votaron contra Cameron- y este resultado muestra que Corbyn, apoyándose en las rejuvenecidas y ampliadas bases laboristas, ha conseguido disciplinar a la mayoría de los diputados 'blairistas', que no le votaron en las primarias del verano.
Desde el principio Jeremy Corbyn y se equipo han sido conscientes de que su única posibilidad de sobrevivir a la cabeza del Partido Laborista es mantener la enorme movilización ciudadana que atrajo a decenas de miles de personas al partido y le hizo ganar las primarias. Por eso han impulsado la creación de Momentum, un movimiento ciudadano inspirado en los círculos de Podemos que responde al proyecto corbynista de convertir el viejo Partido Laborista en una organización más democrática y abierta a la participación de toda esa gente progresista a la que las traiciones de Blair alejaron de la política.
Momentum ha tenido un papel importante en las movilizaciones contra la nueva oleada de recortes que preparaba el gobierno conservador, esta vez contra los beneficios fiscales de las familias más pobres. Ante la dura oposición del Partido Laborista, la movilización ciudadana y (¡sorpresa!) el rechazo de la Cámara de los Lores, el gobierno se vio obligado a dar marcha atrás a sus planes, que amenazaban con reducir en miles de libras al año los ingresos de sectores sociales ya empobrecidos por años de austeridad. Además, la presión de los activistas de Momentum ha sido fundamental para convencer a muchos diputados laboristas de que votasen contra el bombardeo de Siria.
El sistema electoral de Reino Unido hacía prácticamente imposible el surgimiento de un partido como Podemos, por lo que el cambio se está produciendo dentro del Partido Laborista (que históricamente ha sido mucho más diverso que los partidos socialdemócratas europeos). Sin embargo, en el proyecto de Corbyn se reconocen los principales elementos que caracterizan el cambio político en otros países de Europa: activistas que dan el salto a la política institucional, una amplia participación ciudadana y un programa político centrado en la defensa de los derechos sociales, que rechaza la austeridad light defendida y aplicada por los partidos socialdemócratas.