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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Carta abierta al padre Román, que abusó de mí

Daniel (nombre ficticio)

Denunciante de los abusos sexuales del Clan de los Romanones —
  • La víctima responde así a las acusaciones del abogado del padre Román en una entrevista en el periódico local Granada Hoy

Que el padre Román empiece perdonándose a sí mismo, por violar el cuerpo de inocentes, y luego que me perdone a mí, por no habérmelo callado y llevarlo ante la justicia. Solo escuchar el nombre de tu agresor, de aquel que, sin derecho, pero con obligación, ha abusado de ti reiteradas veces, ha violado tu cuerpo tratando de sacar un propio beneficio de placer para sí mismo… Solo escuchar las palabras 'padre Román' viene a mi mente la cara del protagonista del Silencio de los Corderos, representada por Anthony Hopkins.

Qué fácil es violar niños, y encima decir que son ellos los que mienten. Qué banalidad más terrible creer que alguien inicia un proceso judicial tan tortuoso como este por una recompensa económica, o por tener fama, o por saltar al estrellato… Es deplorable, propio de trastornados mentales, imaginar que, a día de hoy, alguien denuncia una violación por saltar al estrellato u obtener una recompensa económica.

En cualquier caso, si pudiera existir esa persona que lo hiciera por dinero o prestigio, debería ponerse rápidamente bajo tratamiento, porque no es sano mentalmente y puede causar un daño desproporcionado para el mismo. Igual de rápido deberían acudir a por un buen tratamiento psiquiátrico, quien miente de forma reiterada, por salvar la cara de un violador.

Quién inventa datos, quién desprestigia al sistema judicial de forma reiterada, quien vacila con su ego, de tener toda la defensa de un violador bien preparada, y gasta su tiempo en ruedas de prensa y entrevistas absurdas. Quizá consiga algún año un premio en su carrera como abogado, pero no a costa de las víctimas inocentes de curas pederastas. No a mi costa ni a la de otros tantos.

Algunos, creyendo tener muchos estudios sobre derecho penal, demuestran no tener ni el más ápice de sentido común, cordura o ley moral que les impida atacar a las víctimas de abusos sexuales y violaciones de sus clientes a quien ellos defienden. Pareciera que, ante la falta de datos, de herramientas de defensa preparadas, cuando ya ha sido más demostrado que nunca que su cliente “tiene un testimonio altamente deshonesto y altera la verdad”, la única herramienta actual que conociera para salir del paso y tratar de hacer una defensa, fuera ponerse a declarar en revistas y periódicos desprestigiando a víctimas de abusos y sistema judicial. No merece más líneas, quien simplemente con sus declaraciones y escritos, deja ver qué tipo de defensa le gusta llevar para su clientes. Quizá en Salsa Rosa, Sálvame o en tertulias televisivas encontrara su vocación profesional.

Denunciar abusos, a día de hoy, por desgracia, es más motivo de vergüenza que de heroísmo. Denunciar abusos, a día de hoy, sitúa a la víctima en una perspectiva desde la cual, si no se encuentra fuertemente apoyado por familia y amigos, que con la misma valentía que él sepan sobreponerse a todo y luchar por la justicia, puede terminar en un claro suicidio de la víctima, que tras pasar por las manos de un verdugo violador, muchas veces disfrazado de curita cercano, destroce lo más básico de la persona, su libertad y su integridad.

El perfil del cura violador es muy sencillo. Un psicópata, desequilibrado, que ha crecido con carencias afectivas y que solo se siente hombre y fuerte cuando extorsiona y abusa de otros y, para ello, necesita que sean menores y tengan confianza en su persona. Por esto, lo mejor es ir metiéndolos en su red viciada de perversión, de forma tan sibilina que las víctimas jamás nos demos cuenta de cómo estás siendo manipulado, ultrajado y engañado por un sujeto desequilibrado que abusará de ti sin piedad, hasta que encuentres una escapatoria.

Reducirte y aislarte socialmente son las mejores técnicas que estos depravados sexuales saben llevar a cabo. Consiguen hacerte sentir solo, vacío, inútil…. Y solo él, tu violador, te quiere y valora. Es la persona de tu confianza, haciéndote creer que “te lo ha dado todo por amor, por amor fraterno”.

Más grave si cabe resulta verlos en un banquillo, acusados, sosteniendo que todo es mentira o que se hace esto por interés… Pobres almas desquiciadas, que aún no han entendido que la justicia existe, también para aquellos que, por ser curas, se pensaban muy por encima del bien y del mal. El nacional-catolicismo terminó y, ahora, todos, iguales ante la ley, curas, laicos u obispos, deben pagar sus culpas y asumir la condena que más pronto que tarde sobrevendrá en aquellos que, sin escrúpulos, violaron el cuerpo de niños inocentes y hasta se jactan de ello por medio de sus abogados con frases del tipo “ya he perdonado a Daniel”.

Mi calidad moral, muy por encima de los depravados sexuales y de sus defensores mediáticos, me sitúa en una perspectiva donde no podré perdonar jamás que un cura haya abusado de mí y de tantos otros niños. Justicia y restauración del daño. De ahí brotará el perdón y la compasión por un psicópata que arruinó la vida a muchos inocentes que nos acercamos a él buscando un guía espiritual, y encontramos el mismo infierno vivido en la tierra.

Esta batalla ya ha sido ganada con el papa Francisco, con tantos obispos buenos que trabajan para erradicar de la Iglesia de Cristo la lacra de la pederastia y la violación a menores. Esta batalla es una lucha constante por limpiar, como en cualquier familia, los errores cometidos por hijos malos o perturbados. Pero, eso sí, no se limpian en casa ni en silencio, sino en público y en los banquillos de las sedes judiciales.

Esta batalla jamás la ganará el padre Román ni su letrado el tal Muriel. No la ganarán la perversión ni el abuso. No la ganarán los violadores que en sectas se organizan para delinquir.

No la ganarán aquellos que confundieron autoridad moral con abuso sexual de menores. No la han ganado ni la ganaran jamás. Esto ya ha sido un éxito por sacar al descubierto la historia de 12 abusadores sexuales que, encubiertos de curas, han ninguneado a la diócesis, a los niños y jóvenes que han pasado a su lado. Esta historia ya la ha ganado la justicia, al hacer pública la cara de un pederasta. Esta batalla ya la ha ganado la Iglesia, por identificar esos “malos pastores” que lejos de cuidar las ovejas las han devorado y asesinado en su infancia e inocencia.

Seguiré, fuerte como hasta ahora, y luchando por los derechos de la infancia que jamás deben verse vulnerados por pederastas, violadores o depravados sexuales.

Tolerancia cero ante los pederastas, ante los maltratadores, ante las injusticias sociales, ante los insultos y calumnias de 'letrados' defensores de pederastas. Tolerancia cero. Y para las víctimas, valor, coraje y confianza en la justicia. Esta lacra se extirpará con la lucha de todos.