Queridísimo Jaume,
He empezado esta carta varias veces, pero hoy he recibido la visita de Olivier Peters y Benet Salellas, y he sabido que era el día de terminarla. Sois una generación de abogados «militantes» que encarnáis lo mejor de la lucha antifascista, recuperando los clásicos como Vergès, Liebknecht o Dimitrov, hacéis que todos seamos un poco más libres.
La última visita fue el día de nuestra llegada a Lledoners y el último abrazo durante el encuentro (¡en sala!) con Pablo Iglesias en Soto del Real, el 26 de mayo, pocos días antes de nuestro traslado. Quería decirte que eres de las personas que más admiro por tu coherencia y valentía, por no tener miedo de salir del rebaño y huir del dogmatismo, en palabras de Sergi Picazo: un hombre de frontera; como decía el president Torra: un hombre puente. También quiero darte las gracias por estar siempre allí, incluso cuando discrepamos; conozco a poca gente que dedique tantos esfuerzos como tú a matizar los posicionamientos y encontrar oportunidades en ello. Gracias por toda la complicidad durante estos nueve meses de cautiverio, pero sobre todo por el antes eterno, cuando los focos estaban lejos y discutíamos durante las sobremesas inacabables en la Vila de Gràcia, en la terraza de Nel·la y Bosch, o al acabar la mani de turno. Podría pasar horas explicando que siempre estás allí, en el escenario en Nou Barris defendiendo la democracia o a pie de calle para cerrar los CIE, delante de los colegios el 1-O o en los actos de «Demà pots ser tu» - «Mañana puedes ser tú», para concienciar a la ciudadanía sobre la vulneración de derechos fundamentales, o también en la mani de los derechos sociales de Via Laietana, en los actos de La Model contra los crímenes del franquismo o en las Nits de Santa Llúcia; sin cultura no hay revolución.
Ya ves que no he podido evitar hablarte del pasado, pero lo he hecho desde la barricada de palabras que apuntala un compromiso compartido que, a pesar del encarcelamiento, se mantiene intacto y con la mirada fija en el futuro. Hoy el bolígrafo y el papel se han convertido en unos aliados imprescindibles, y es así como paso muchas horas pensando, leyendo y escribiendo, también mirando el firmamento y redescubriendo las nubes y los pájaros. Maldito el día en que dejamos de mirar al cielo para bajar la cabeza con la excusa de mirar el móvil.
Durante este tiempo en prisión he conocido a mucha gente que ha llegado en patera; recuerdo un compañero que venía de Mali que tenía más de 40 hermanos. Él es mandinga y su objetivo en la vida es poder tener una familia en Catalunya, hablar catalán y vivir en paz. Y es así como cada día mis pensamientos también son para los olvidados, para las miles de personas que, intentando salir de la miseria, abandonan los márgenes y acaban ahogadas en el mar o sentenciadas por la malévola inacción de los estados. Es en las situaciones límite cuando sale lo mejor de las personas, por eso estoy convencido de que la dignidad, el humanismo y la cultura se acabarán imponiendo a la intolerancia y la xenofobia en el mundo en general, y en Catalunya y Barcelona en particular tenemos mucho que decir. Queremos acoger y queremos decidir, las dos caras de la misma moneda en la lucha inagotable por un futuro mejor para todos. «La Mediterrània se’ns mor i tu i jo morim en ella» (“El Mediterráneo se nos muere y tú y yo morimos en él”).
«Habla, pero habla con ternura, porque es toda la ayuda que puedes dar», decía John Berger. Porque nos necesitamos unos a otros para defendernos y contraatacar en este momento de golpes sistemáticos a las libertades vulneradas y de persecución de derechos civiles y colectivos. Por eso la realidad se impone ante los ridículos y absurdos intentos de confrontación identitaria. Y también porque, siguiendo fielmente el propósito de Òmnium, siempre es tiempo de coser y recoser. Y lo seguiremos haciendo de la única forma que conocemos, en torno a la cultura como herramienta imprescindible de cohesión social. «Jo vinc d’un silenci que romprà la gent que ara vol ser lliure i estima la vida» (“Yo vengo de un silencio que romperá la gente que ahora quiere ser libre y ama a la vida”). Los versos de Raimon han resonado en el módulo 4 de la prisión de Soto del Real. Y hoy siguen resonando en el módulo 2 de Lledoners.
Es un orgullo que seas uno de los 125.000 socios que convierten Òmnium en una auténtica entidad transversal al servicio de los grandes consensos del país. Todo esto solo tiene sentido si estamos todos y no nos dejamos a nadie por el camino; estamos ante un intento de castigo colectivo, como bien dices, y por lo tanto la respuesta debe ser también colectiva. Hoy son artistas censurados, libros secuestrados, políticos y representantes de las entidades encarcelados… Pero, como decimos en nuestra última campaña impulsada con Irídia, NOVACT, la Fundació per la Pau y el Institut de Drets Humans de Barcelona: «Demà pots ser tu» (“Mañana puedes ser tú”).
Como bien dices, somos más pueblo ahora que nunca, porque la verdadera revolución empezaba en el interior de cada uno de nosotros, autoderminados a no ceder a nadie nunca más las riendas de nuestro futuro. Y sí, a decidirlo todo, desde lo más local al destino más global. De nuevo, intentando quitarnos la fuerza, nos la han dado toda.
La unidad contra el fascismo y el racismo, donde siempre hemos coincidido, es hoy un mínimo común múltiple donde reencontrarnos para seguir luchando contra la injusticia de un estado que pretende juzgar la democracia. Con la lección vital e insobornable de referentes compartidos como August Gil Matamala (deberías ver cómo se despide del locutorio levantando el puño, es la dignidad hecha persona) o el amigo Jordi Borràs, al que creen que podrán silenciar agrediéndole a plena luz del día con placa de policía. No debemos minimizar, ni normalizar, esta espiral de violencia «neofatxa» (“neofacha”) (como dice Lluís Llach), ni en Nou Barris ni en la Marina, ni en ninguna parte.
La persistencia y capacidades anónimas y colectivas siempre nos han hecho grandes. Maduramos colectivamente con el acto de desobediencia civil y pacífica más grande de Europa de los últimos años, que desencadenó la ira irracional de los poderes del Estado porque venimos de una «correlación de debilidades», como acertadamente escribía Montalbán. Por eso el 1-O volvió a demostrar que esta es una causa, por encima de todo, democrática.
Sigamos fortaleciendo, pues, el sentimiento de pertenencia colectiva para fortalecer la legitimidad democrática, para conseguir una sociedad más libre, más próspera y cohesionada en su diversidad. Defenderemos el derecho a la disidencia política, el derecho a la discrepancia, a la diferencia, a la voluntad de decidirlo todo sin ninguna otra limitación, a la movilización pacífica como instrumento de presión política, porque quieren que estemos encerrados en casa o en prisión, y hace demasiado tiempo que hemos decidido que no queremos tener más miedo. Es obvio que algunos querrían que estuviéramos divididos, enfrentados entre los diferentes pueblos del Estado y embarrancados dentro de Catalunya, pero yo creo que estamos más unidos y determinados que nunca. No renunciaremos a los valores republicanos, ni a la justicia, ni a la igualdad, ni a la libertad para todo el mundo.
Antes de irse Olivier Peters me ha regalado un ejemplar del libro AMNISTIE – Conférence d’Europe Occidentale pour l’Amnistie aux emprisonnés et exilés politiques espagnols, que se celebró en París entre el 25 y el 26 de marzo de 1961. Este dosier incluye también el impacto internacional de la lucha de los demócratas del Estado y de Europa por las libertades; la dedicatoria de la contraportada dice así: «Je suis ici pour accuser, non pour me défendre». Es una cita de K. Liebknecht, durante su proceso en Berlín de 1916. He recordado una de tus reflexiones en las primeras visitas a Soto del Real: «Jordi, estamos defendiendo la democracia, pero no podemos renunciar a acusar al Estado de la vulneración de derechos fundamentales».
De los viejos antifranquistas a los presos políticos del siglo XXI, la madre de todas las luchas compartidas; ¡por la democracia y la libertad!
Salud, ternura, entendimiento y República.
¡Siempre adelante, Jaume!