Estimado ministro Dastis,
Tras escuchar su intervención de ayer en el Congreso de los Diputados sobre lo que significa vivir y trabajar fuera de España hoy en día, desde Marea Granate no podemos dejar pasar la oportunidad de confrontar su realidad de ministro con la nuestra... de emigrantes.
Decía usted desde su escaño parlamentario y su salario de más de 5.000 euros mensuales que quienes salimos a vivir y a trabajar fuera de España lo hacemos por “iniciativa”, “inquietud” y “amplitud de miras”. Sin ánimo de ponernos “demagógicos” ni “apocalípticos”, desde que empezó la crisis allá por 2008, la inmensa mayoría de quienes abandonamos nuestro país lo hemos hecho, simplemente, porque no tuvimos elección.
Así que, no lo llame “iniciativa”, sino necesidad; no lo llame “inquietud”, sino desesperación; no lo llame, señor ministro, “amplitud de miras”, porque la decisión de partir no la tomamos para abrir nuestra mente a “nuevos horizontes” sino que nos vimos forzados a hacerlo para dejar de suponer una carga para nuestras familias, para contribuir a mantenerlas, y sobre todo, para poder aspirar a una vida digna.
Quienes hemos dejado el país en estos últimos ocho años, –un número aún indeterminado porque su Gobierno se niega a ofrecer estadísticas realistas y no la broma que son los datos del INE–, no hemos salido con un contrato de secretario en la ONU bajo el brazo como hizo usted a finales de los 80, sino que nos hemos ido con una mano delante y otra detrás, muchas veces sin trabajo y algunas con empleos que de precarios rozan la indecencia –como es el caso de las au pairs, versión 2.0 de nuestras abuelas cuando emigraban para servir como asistentas “en los años sesenta del siglo pasado”–.
Entendemos que su deformación profesional, como persona que ha forjado su carrera en política y en un medio social elevado, le impida comprender cómo emigra el común de los mortales, así que se lo explicamos: cuando finalmente encontramos un empleo, después de mucho sudor y lágrimas, no somos pocos quienes, con o sin título universitario, acabamos en la construcción, en la hostelería o en la restauración, con salarios y horarios ridículos.
Hay quienes llegan a conseguir el trabajo de sus sueños, cierto, pero a costa de estar lejos de la familias y los amigos, no temporal, sino permanentemente. Porque sepa que, pese a los programas de Retorno milagrosos que ustedes venden, muchos vivimos con la certeza de saber que no podremos volver.
Señor Ministro, es usted quien pinta “una realidad que no existe”. Desde antes de salir, ustedes ya nos ponen la zancadilla, primero, negándonos por no tener trabajo la asistencia sanitaria que nos correspondería al menos en Europa (¿pero cómo vamos a tener trabajo, si nos íbamos para buscarlo fuera?), y después, durante toda el periodo como emigrantes, desde los organismos consulares que, según usted, trabajan tan “eficaz y denodadamente”.
Puede que en tanto que alto diplomático le hicieran la ola al entrar en embajadas y consulados, pero la gente a pie de calle como nosotros, hace largas colas, escribe emails que nunca son respondidos, telefonea sin obtener respuesta, y recorre kilómetros –decenas, cientos e incluso miles– para poder hacer trámites, sobre todo desde que nos impusieron el voto rogado. Y no culpamos al cuerpo de funcionariado de todo esto, sino a su Gobierno, por no descongestionar la sobrecarga de trabajo que tienen al ser los emigrantes cada vez más numerosos. Unas embajadas y consulados que, por otro lado, cuentan con un largo historial de chanchullos, abusos de poder, todo tipo de malas prácticas, cajas b, cuando no simple y llana corrupción. La lista continúa, pero el espacio es limitado.
Por cierto que la orientación laboral que ofrecen estos organismos es escasísima o inexistente. Tan desprotegidos nos hemos sentido en infinidad de ocasiones que hemos tenido que crear, con cero euros de ayudas o subvenciones, Oficinas Precarias para suplir la falta de asesoría en trámites tanto al llegar a los países de acogida como cuando queremos volver a España, y para ayudarnos entre nosotros en casos de abusos laborales, que no son pocos.
Después de ver su intervención, hemos sentido sobre todo rabia e impotencia. Desde todas partes, lejos de nuestros seres queridos y justo en esta época del año en la que muchos ni siquiera tenemos el dinero o los días libres para volver a casa por Navidad, sus palabras nos parecen un despropósito. Decía usted que “irse fuera a vivir y a trabajar enriquece, abre la mente y fortalece habilidades sociales”, por supuesto; el matiz está en que esa no es la causa de nuestro viaje, sino la consecuencia.
Le invitamos a que empiece a leer el “Rincón Migrante” que desde Marea Granate hemos puesto en marcha para publicar historias personales de migrantes alredor del mundo, se hará una idea de lo que sufrimos sin apoyo estatal ninguno, y podrá ver que pese a que no dejen de repetirlo, no sólo somos jóvenes los que nos marchamos.
Para terminar, en tanto que responsable de Exteriores, le pedimos a usted y su Gobierno que dejen de frivolizar con nuestra experiencia y empiece a plantear medidas concretas para garantizar servicios y derechos a la emigración española. Cada día somos más y queremos recordarle una vez más que no nos vamos, nos echan.