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Más cerca de un pacto con los animales

Fotografía de varios perros.
17 de febrero de 2023 06:02 h

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Escribió Marta Tafalla en 2006: “Dejar de matar a los animales abandonados podría significar no solo salvarles la vida, sino también concederles la oportunidad de salvarles la vida a algunos humanos y recuperar un viejo pacto de amistad”. Desde el pasado 9 de febrero estamos más cerca de la recuperación de ese pacto. Aunque estemos muy lejos de lo planeado, y aún más lejos de lo necesario, el paso que hemos dado con la nueva ley de Protección y Derechos de los Animales es enorme.

Cuando te comprometes a hacer una ley base para ayudar a las familias y a los animales, te imaginas que el día que se apruebe será el más feliz de tu vida. La creación de una Dirección General de los Derechos de los Animales en 2020 situó al Ejecutivo español en una posición excepcional para afrontar los grandes cambios. Por primera vez en España, y en Europa, contamos con una tribuna gubernativa que defiende explícitamente los derechos de los animales y por ende su bienestar. Los datos de abandono, maltrato y tráfico de animales vinculados a la cría incontrolada, la falta de identificación y la desconexión entre registros exigen un nuevo soporte legislativo. Estábamos faltos de una normativa de bases que estimulase a los rezagados y que contribuyese a disminuir la sobrecarga soportada solidariamente por las comunidades más avanzadas. Una ley de bases que contribuya a resolver una injusticia que sufre ciudadanía de todas las comunidades.

Los animales desamparados, heridos y frágiles desgarran el día a día de personas de muchas comunidades autónomas, también en el medio rural. Hay quien quiere apropiarse de la voz del mundo rural y enfrentar a este con el mundo urbano, como si en ambos no existiera la empatía con los animales: esa es una más de sus mentiras. Desde que asumí la responsabilidad del cargo, me he reunido con más de 1.000 entidades y, muchas de ellas las forman personas del ámbito rural, de pequeños y medianos municipios de todo el país. Todas ellas sufren el dolor colectivo del maltrato a un animal perpetrado por unos pocos que empañan y opacan al resto. El dolor que se sufre como testigo del daño a los animales es emocional, si tienes empatía; el precio a pagar es físico y económico si te comprometes para luchar contra el maltrato. Sin embargo, el dolor es moral para toda la comunidad.

A lo largo y ancho del país existen alianzas entre pequeños y grandes grupos de rescate y profesionales que procuran una vida mejor a cientos de miles de vidas, por no decir millones. Ya conocemos como es ahora la vida de todos los animales, de campo o de ciudad, sin una ley básica que los proteja.

Desde que salió el borrador de la ley hemos asistido a una pandemia informativa que merece ser estudiada académicamente: de la anécdota casi risible a la difusión de bulos, fakes, montajes, verdades a medias y mentiras completas, hemos leído, escuchado y sufrido de todo, incluso alguna que otra amenaza contra mi vida. En la batalla mediática, la verdad ha sido claramente perdedora. Silenciada o tergiversada, la verdad agoniza o directamente reposa como un cadáver.

El jueves, en la sesión plenaria del congreso, algunas de sus señorías remataron con saña cualquier resquicio de veracidad. La chanza, el chascarrillo fácil, la caricatura y los prejuicios adornaron algunas de las intervenciones que no estuvieron a la altura de los votantes más responsables que los han avalado. Estamos seguros de que, en la Cámara Alta, los senadores y senadoras, abrazarán con más fuerza las evidencias y se contrarrestarán las inercias de los prejuicios.

En la Cámara Baja, un miembro de Vox insultó a los miles de asociaciones de rescate que aferrándose a la cifra oficial de 24 perros abandonados. Cualquiera que visite las páginas de animales disponibles en adopción, ve en un día y, en una única protectora, lo que algunos quieren dar por bueno en un año y en todo el Estado. Una ley de bases estatal apoya las herramientas necesarias para dejar de decir algo que la realidad desmiente a gritos. Como dijo la ministra Belarra: “Señorías, en este pequeño rato que llevo hablando en la tribuna, unos cuatro animales han sido abandonados en nuestro país. Las cifras son totalmente escalofriantes: hoy, cuando acabe el día, más de setecientos perros y gatos habrán llegado a protectoras, sin contar los que habrán tenido un destino mucho peor”. Una diputada se ha inventado una especie de gato, invisible para los animalistas según ella, y para los profesionales según la ciencia.

Quiero agradecer a todos aquellos diputados y diputadas que han sabido votar a favor de los animales. También agradecer a todas las asociaciones y particulares que han sabido hacer el duelo de aquello que no hemos conseguido y seguir adelante. Es un momento emocionalmente muy intenso, las redes parecen una ametralladora de frustración cargada de fuego amigo. Si no te obcecas en el todo o nada, no verás el vaso medio lleno y seguirás sin apaciguar nada de tu sed, ni avanzar. Pedimos perdón por habernos quedado cortos, aunque hayamos invertido lo mejor de nosotros y multiplicado los esfuerzos. Estoy seguro de que entre las filas de los que no votaron a favor de la ley, hay personas en conflicto entre el binomio mente-corazón y la disciplina de partido. Quien tiene un animal incorporado en la familia no se siente amenazado por la ley, ni tampoco debe preocuparse quien se sirve de ellos con amabilidad, destreza y tino. Todos ellos, una mayoría multicolor, quieren mayor protección sobre los animales domésticos.

La perspectiva permite allanar el camino hacia triunfos nuevos. Desde aquí quiero tender un puente a quienes les duele tanto lo enmendado que el árbol les impide ver el bosque. El tiempo, el trabajo bien hecho y la necesaria reflexión contribuirá a redefinir lo ocurrido. También tomar como un punto y seguido, no un punto y aparte, nuestra labor al cuidar, sin excepción, de todos los animales.

Honestamente, creo tanto desde el partido al que pertenezco, como desde el equipo técnico que me rodea en la dirección general, hemos conseguido ayudar a la sociedad española a gozar de las ventajas de que los animales bajo la tutela humana tengan derechos. El jueves pasado, aun con el proyecto de ley aprobado, no fue el día más feliz de mi vida. No fue ni remotamente como lo había imaginado: ningún animal dejado aparte merece pecar de triunfalismo. Pero quiero quedarme con una reflexión, a pesar de lo perdido, todos y todas estamos más cerca del pacto de amistad que propuso Marta Tafalla.

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