No soy quién para juzgar actos individuales que no trasciendan al ámbito de lo público y que sean personales e intransferibles. Ahora bien, ya que me han hecho responsable de sus consecuencias, al tener que votar como inscrita en Podemos, creo que tengo todo el derecho y el deber de opinar. Porque no se trata de un chalé, sino de su representación, evocando a René Magritte en su obra “Ceci n’est pas une pipe”.
Vaya por delante que la hipoteca que tienen que pagar Irene Montero y Pablo Iglesias durante treinta años es un verdadero yugo para economías que donan gran parte de su sueldo a proyectos sociales como el resto de diputados y cargos de la organización política. Si no fuera así, lo tendrían mucho más fácil. Y eso no se dice, pero es un argumento clave a tener en cuenta. El esfuerzo va a ser brutal. Lo que me extraña es que se liguen al escaño durante tanto tiempo como para convencer al banco prestamista. Claro que tienen recursos de valía personal como para trabajar en otros campos.
Me parece atroz el acoso al que están siendo sometidos como cabezas de turco de un partido al que mucha gente, muchos políticos y no pocos medios odian tanto como Aníbal a los romanos. Gentes que persiguen, airean y se vengan con tanta saña de una circunstancia así no tienen catadura moral para acusar a nadie de un posible error político. La objetividad y la imparcialidad deberían ser preceptivas para un buen periodismo. Alegrarse del dolor ajeno no hace más que mostrar un fondo de envidia y vileza que no dice nada bueno del sujeto acusador. Pero, insisto, esta tampoco es la cuestión.
El núcleo del problema es que ha pasado a ser un asunto de Estado por la trascendencia que le han dado los medios, por exponerlo a votación y, sobre todo, por el efecto boomerang entre los votantes. Lo de menos es lo que cueste el chalé en euros, lo relevante es lo que nos va a costar en votos. Y, sobre todo, los argumentos en contra que va a tener esta decisión ante cualquier discurso programático. Aunque también puede suceder que se produzca una ola de solidaridad como contrapartida al acoso de unas fuerzas cavernarias que amenazan cualquier proyecto de la izquierda en nuestro país.
La idea que se asienta en el imaginario de la derecha más tradicional es que España es suya, tanto en lo que afecta al capital como a las ideas políticas y religiosas o al proyecto de futuro de la ciudadanía. Eso les pertenece por derecho, un derecho no escrito, pero asumido como propio. ¿Quién se puede atrever a “asaltar los cielos” que ellos disfrutan? Es el mismo reto de Prometeo, que robó el fuego de los dioses para entregarlo a los humanos. La ira de Zeus, de acuerdo con su naturaleza vengativa, fue destructora, y cada día un águila era enviada a la tierra para devorar el hígado del héroe, que por la noche se regeneraba para seguir así día tras día eternamente. La tranquilidad que esta familia pueda encontrar en su chalé al caer la tarde va a ser destrozada en la siguiente jornada por sus enemigos políticos, aves de corral que, en tropel, se apresurarán a devorar su hígado político. Y de eso nos vamos a resentir todas las personas que pertenecemos a Podemos. Y, sobre todo, se va a resentir un proyecto político absolutamente necesario para el progreso y el cambio que reclama el siglo XXI.
Escuché en una conferencia a Carolina Bescansa que Podemos nació como una “necesidad histórica”, y la verdad es que sería una pena que derivara en una “oportunidad perdida”. La historia nos juzgaría por ello muy negativamente. Puede ser que el error de base haya sido haber cambiado el discurso acorde con el 15-M del que nacimos. Un movimiento, por cierto, transversal. Jóvenes y mayores, burgueses y obreros, mujeres y varones con una necesidad de cambio urgente y una amenaza común: la precariedad y la falta de futuro. Al situarse solamente a favor de los de abajo, de la clase obrera, de los excluidos, se trazó una línea divisoria que ha orillado a muchos.
Me recuerda a lo que sucedió en el mayo del 68 que ahora conmemoramos. Los sindicatos se unieron a los estudiantes de la Sorbona, pero los traicionaron en cuanto les subieron los sueldos en un 35%. Desde entonces cayeron en el desprestigio y su declive se extiende hasta hoy mismo. Y eso es lo que la gente percibe. Si te pones sólo del lado de una clase desfavorecida, en cuanto adquieras estatus de burgués te van a mandar a tomar viento. Y esa es la imagen que se está dando. Y de esto es de lo que se les acusa a los interfectos: de incoherencia. Si el discurso hubiera seguido siendo transversal no hubiera pasado esto. Si el discurso fuera propio del siglo XXI y no del XIX, los planteamientos serían diferentes porque también los intelectuales, la clase burguesa de origen e incluso los trabajadores de los medios continuarían sintiéndose representados. Ya no existe un proletariado, sino un precariado. Ya los de abajo somos todos, salvo una élite que nos utiliza al tiempo que nos destruye. Pero ahora, los de abajo se sienten traicionados y la clase media no se siente representada. Una pinza no muy halagüeña. Nos va a pasar lo mismo que a IU, a quienes hemos unido nuestro destino. Y también con votación interpuesta. Se trataba, en los inicios, de ser un partido para la mayoría. Los consejeros áulicos están haciendo un flaco favor a un proyecto real de cambio porque están utilizando a Pablo e Irene, a quienes aprecio de verdad, como rehenes de sus propios intereses.
Es una decisión valiente poner tu cargo a disposición de los inscritos, pero más valiente sería hacer un análisis en profundidad escuchando opiniones contrarias y dimitir o no dimitir, pero asumiendo individualmente tu decisión. Y no cargando a la responsabilidad ajena un asunto sobre el que podrían haber pedido consejo antes y no después. Porque ¿qué será lo próximo? ¿Si pueden tener un jardinero y una niñera? ¿O una jardinera y un niñero? Que no seas capaz de asumir tus propias decisiones por ti mismo tal vez sea indicativo de que no estás preparada para un cargo de semejante responsabilidad, pero “alea jacta est”, la suerte está echada. Una suerte que todavía está por ver, porque me parece que traerá peores consecuencias ganar la votación que perderla.
En cuanto al destino de Prometeo, fue Hércules quien se propuso como mediador, consiguiendo la muerte del héroe y su ascenso a los Campos Elíseos de los justos. Tiene que haber en Podemos algún o alguna Hércules capaz de cargar sobre sus hombros tamaña responsabilidad. Sin duda con más madurez, equilibrio, apertura, preparación y sagacidad política para llevar este proyecto necesario adelante. No pasa nada. Todo es transitorio en esta vida, no nos bañamos dos veces en el mismo río. Y, de todos modos, Irene y Pablo seguirán siendo un activo muy importante en este partido.