Cien años de la fundación del Partido Comunista de España

Sindicalista de CCOO. Condenado en el proceso 1001 —
14 de noviembre de 2021 06:02 h

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El 14 de noviembre de 1921, los militantes del Partido Socialista Obrero Español, Antonio García Quejido, Facundo Perezagua y Daniel Anguiano, fundadores y dirigentes del mismo, decidieron unirse al Partido Comunista Obrero Español y al Partido Comunista Español, que existía desde 1920, para constituir el Partido Comunista de España.

El impulso para este paso radical venía determinado desde 1917, por el estallido de la revolución socialista y la abolición del sistema capitalista en Rusia, bajo la dirección del Partido Bolchevique que pasaría a llamarse Partido Comunista de la Unión Soviética.

Este acontecimiento aumentó la radicalidad de la lucha de la clase trabajadora, para mejorar sus penosas condiciones de trabajo en diversos países europeos. Propiciando la creación de distintos partidos comunistas con la ayuda de la Internacional Comunista, sostenida organizativamente por el Estado Soviético. La pujanza de las ideas de la Revolución Socialista atemorizó a sectores de la burguesía y el capitalismo que vieron peligrar sus privilegios económicos, poniendo en marcha procesos culturales y políticos que dieron lugar al nacimiento del fascismo y el nazismo en los años 20, al que responderían con firmeza los recientes partidos comunistas fundados en esa década. 

Tras esta introducción, valoramos lo que significó el Partido Comunista de España, por su actuación en un periodo de la moderna historia de nuestra nación, desde el IV Congreso realizado en 1932 hasta la década de 1980, con el importante papel que jugó en los años finales de la República y en la dictadura franquista.

El PCE, desde 1921 hasta dicho Congreso, fue débil en su acción política, cargada de radicalismo y poca presencia de trabajadores. En el mismo, con la actuación mayoritaria de jóvenes militantes obreros, cambiaría esta política hacia la defensa de la República, contribuyendo a la creación del Frente Popular, que ganaría las elecciones generales de febrero de 1936. Configurándose como un partido modernista, que aumentó su afiliación entre los trabajadores y atrajo a figuras de la intelectualidad y la cultura. Adquiriendo importancia en el transcurso de la Guerra Civil por su influencia en el orden republicano y por su apuesta para conseguir un Estado fuerte y organizado.

El Partido fue protagonista de dos hechos importantes en el panorama político de la República: en marzo de 1936 la mayoritaria organización juvenil del PSOE y la minoritaria del PCE crearon las Juventudes Socialistas Unificadas. Y en julio del mismo año, en Cataluña, corrientes organizadas del marxismo, entre ellas el PCE y la Federación Catalana del PSOE, fundaron el Partido Socialista Unificado de Cataluña.

Tras el levantamiento militar de parte del Ejército contra la República, en julio de 1936 y en el desarrollo de la Guerra Civil, la propaganda de los sublevados se fue orientando cada vez más hacia la derrota del comunismo. 

Consolidado el Régimen Franquista y con cientos de miles de españoles fusilados, encarcelados o exiliados, el PCE fue el partido de las organizaciones políticas republicanas derrotadas que se reestructuró con mayor rapidez para luchar contra el Régimen, e intentar restablecer la Democracia. 

Hechos históricos lo demuestran, con el mantenimiento de células clandestinas en las ciudades y pueblos importantes. Y a partir de 1940 implantación de destacamentos guerrilleros, organizados en buena medida por los comunistas, en casi todos los enclaves montañosos.

Prisiones, cárceles y campos de concentración, estuvieron ocupados en un buen número, a partir de 1940 y hasta el final de la Dictadura, por militantes del PCE, cumpliendo largas condenas de prisión. Las sentencias de los Tribunales Militares que actuaron desde el principio de la Guerra Civil hasta 1963 y las del Tribunal de Orden Público hasta 1977 testimonian esta realidad.    

Conflictos obreros y ciudadanos como las huelgas de Vizcaya en 1948, el boicot masivo a los tranvías de Barcelona en 1951. Las de los viticultores del Marco de Jerez, desde 1954 hasta finales de los 60. Las huelgas de la minería asturiana en 1957 y 1962, tuvieron a militantes del PCE como protagonistas. Y la convocatoria de la Huelga General realizada por el Partido en 1959, con resultados desiguales.

Desde 1950 el Partido se organiza entre el alumnado de las Universidades de Madrid y Barcelona y se viven los primeros conflictos estudiantiles y detenciones policiales sobre éstos en 1956, que produjo la destitución del entonces ministro de educación, Joaquín Ruíz Giménez. 

En 1956 el Comité Central del PCE hace un llamamiento a todas las clases sociales y a los grupos políticos antifranquistas, a construir instrumentos de Reconciliación Nacional y superar odios políticos para lograr la democracia cuya generalizada plasmación se lograría 21 años después.

De aquella declaración destacamos: “Los comunistas entendemos que la mejor justicia para todos los que han caído y sufrido por la Libertad consiste, precisamente, en que la Libertad se restablezca en España. La idea de que cualquier cambio podría acarrear la repetición por parte de las fuerzas democráticas, contra sus adversarios, de las atrocidades que Franco ha cometido contra ellas, es falsa e infundada. Una política de venganza no serviría a España para salir de la situación en que se encuentra. Lo que España necesita es la paz civil, la reconciliación entre los españoles y la Libertad”

En estos años el Partido se populariza en sectores de la población, por las emisiones de la radio clandestina, “Radio España Independiente, Estación Pirenaica”. La palabra “hablada” del PCE dio a conocer la lucha antifranquista. Propagó los objetivos de la misma, y produjo adhesiones a su militancia clandestina.

Desde los primeros años 60, el PCE está implantado clandestinamente en bastantes capitales de provincias y poblaciones del campo; aumentando su influencia en la clase trabajadora de zonas industriales y agrarias, sumando a la lucha contra el Régimen a centenares de personas del mundo de la Cultura, la Universidad y las profesiones liberales. 

La militancia del PCE entre el estudiantado daría lugar entre 1965 y 1969 a graves disturbios en varias universidades, especialmente en Madrid y Barcelona, contra la política del Régimen. Algunas Universidades fueron tomadas por la Policía Armada y posteriormente clausuradas. Fueron encarcelados muchos estudiantes y expulsados de sus cátedras varios profesores.

El valor de la lucha del PCE no sólo venía dado por su capacidad de resistir y enfrentarse a la Dictadura, sino por ser desde el principio de la existencia de esta, el principal enemigo a destruir hasta la aparición de Comisiones Obreras, que desde 1967 pasó a ser equiparada judicialmente con el PCE en materia de delitos políticos.

Los archivos del Estado franquista contienen informes de sus instituciones represivas, señalando al PCE y a Comisiones Obreras como el mayor enemigo al que se enfrentaba éste para seguir existiendo, como demuestran las sentencias condenatorias de los Tribunales Militares y del TOP contra los activistas de ambas organizaciones.

El PCE adquirirá mayor relevancia con la aparición del movimiento sindical de Comisiones Obreras, que, partiendo de experiencias huelguísticas de colectivos de trabajadores en diversos lugares de España, dieron lugar a luchas abiertas de la clase trabajadora en las empresas y en las calles y coincidencias movilizadoras con el movimiento estudiantil, el de profesiones liberales, vecinales y autonomistas. 

El mérito político del PCE fue el de ver que esa iniciativa de nuevas generaciones de la clase trabajadora que habían creado las Comisiones Obreras, había que apoyarla desde el Partido, como lo hizo hasta la caída del Régimen. 

El desgaste político e institucional de la Dictadura sólo podía producirse por la lucha de amplios sectores de la sociedad y no sólo la de los trabajadores, como sucedería entre 1966 y 1977 con el paulatino deterioro de las estructuras del Régimen y su desmantelamiento legal a partir del 15 de junio de 1977. Gran parte de las acciones de protesta antifranquista contaba con la presencia de la militancia del PCE.

Esta actuación produjo el aumento de la represión, después de 25 años de dictadura. En los archivos del Tribunal de Orden Público se encuentran datos de miles de personas que fueron condenadas a cientos de años de cárcel por su pertenencia al PCE o a Comisiones Obreras. Y en este periodo la violencia ejercida en las calles por la llamada Policía Armada, asesinando a tiros a trabajadores que se manifestaban por sus reivindicaciones laborales. Los abogados laboralistas de Comisiones Obreras y militantes del Partido, asesinados y malheridos por individuos de la ultraderecha del Régimen en el despacho de la calle Atocha de Madrid en enero de 1976. Además de centenares de sindicalistas despedidos de las empresas donde trabajaban, por su actuación reivindicativa en las mismas.

Con la legalización del PCE, en abril de 1977 y la de los sindicatos democráticos al mes siguiente, se crearon las condiciones mínimas para la convocatoria de elecciones generales el 15 de junio. La Democracia se conquistaba en España.

En estas elecciones, afrontadas tan sólo dos meses después, a pesar de su historia de lucha y la capacidad de convocatoria que el Partido exhibió en sus actos electorales, los resultados en votos y escaños no se correspondieron con la acción política que los comunistas habíamos realizado durante la Dictadura.

Nuestra imagen electoral reflejó más el heroísmo de las luchas del pasado, que el ilusionante presente que habíamos inculcado con ellas. Esa imagen no resultó atractiva. El PCE, era la fuerza política a la que había que agradecer su larga y heroica lucha frente a la Dictadura, pero como sucedió el 15 de junio y en futuras consultas electorales, no era el más deseado para encabezar el proceso democrático que se iniciaba en España. 

Un moderno PSOE, que apenas hizo oposición al Franquismo ocupó un buen espacio electoral en la izquierda, votado por amplios sectores de la clase obrera y la clase media. Además de por la valía política de algunos dirigentes, este partido plasmó en su mensaje electoral los anhelos políticos de buena parte de los ciudadanos. A lo que se sumaría la ayuda política y económica de distintos partidos socialdemócratas y también al sindicato UGT, para atenuar un posible buen resultado electoral del PCE y restar presencia sindical a Comisiones Obreras. Todo ello en el marco competitivo que representaba en Europa la Guerra Fría entre los bloques capitalista y comunista.    

El influjo que el PCE tuvo en la lucha antifranquista continuó, a pesar de ocupar sólo 20 escaños en las primeras Cortes Democráticas, teniendo un peso decisivo en la consecución de los acuerdos de los Pactos de la Moncloa y en la elaboración de la Constitución de 1978. En las elecciones de 1979, el Partido logró 23 escaños y el avance electoral y político del PSOE proseguía. En las elecciones de octubre de 1982 se produjo la victoria de los socialistas mientras el PCE sólo consiguió cuatro escaños.

Antes de estas últimas elecciones existían serios enfrentamientos dentro del Partido; los resultados electorales y los defectos organizativos hicieron mella en la moral de muchos militantes. Los debates dentro del Comité Central y otras estructuras territoriales produjeron dimisiones y expulsiones de capacitados dirigentes. Desde 1979 se habían alejado militantes del sector de la cultura y los profesionales y cierto número de ellos ingresarían en el PSOE. A partir de 1982 trabajadores y calificados sindicalistas de Comisiones Obreras, abandonarían el Partido. 

Aunque en 1986, bajo la iniciativa de Gerardo Iglesias, Julio Anguita y otros dirigentes, se creó Izquierda Unida, el PCE había dejado de ser, desde hacía años, un partido representativo de la izquierda española.

No hay espacio en estas líneas para analizar las causas de la caída electoral y afiliativa que el PCE sufrió desde 1977 a 1982, como la fuerza política más influyente, popular y con mayor número de afiliados. Pero esta disminución se hubiera producido a pesar de todo, por la marcha de los acontecimientos en nuestro entorno europeo. En algunos de estos países, los partidos comunistas fueron vanguardia de la lucha contra el fascismo. Con el retorno de la democracia, finalizada la guerra, los ciudadanos a pesar de la combatividad de éstos, no eligieron mayoritariamente en ningún parlamento democrático a uno sólo de estos partidos como fuerza política con mayoría suficiente para gobernar en solitario o en coalición. 

Los comunistas llegaron a tener una gruesa presencia parlamentaria entre 1945 y 1990, pero esta fue disminuyendo hasta dejar de ser decisivos electoralmente, como fue el caso de los de Francia, Portugal o Italia, este último abandonó sus siglas y parte de su ideario para convertirse en un partido socialdemócrata.

En el bloque soviético, los partidos comunistas, gobernaron hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, bajo la anti democrática práctica de 'la dictadura del proletariado'. Establecido el sistema democrático, algunos de estos partidos imitaron a los comunistas italianos, convirtiéndose en socialdemócratas, otros desaparecieron o dejaron de ser importantes. El desprestigio de los países comunistas a partir de 1968, contribuyó al deterioro de los ideales comunistas. El PCE no se hubiera librado del mismo, aunque hubiera tenido mejores resultados electorales desde 1977.

Recordemos en este centenario que el PCE fue el lugar de encuentro de miles de personas que dieron lo mejor de sí mismo para lograr la democracia, procedentes de casi todas las clases sociales, sobre todo las de la trabajadora.