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Que no te engañen, el cine no tiene género

Leticia Dolera

Actriz, guionista y directora —

Cuando tuve una versión de guión de mi primer largometraje (Requisitos para ser una persona normal) que me parecía lo suficientemente sólida, empecé a buscar coproducción para el mismo. Como es natural, recibí varios noes en diferentes despachos, pero en dos de ellos me sorprendió el motivo del rechazo. No se trataba de una cuestión de calidad o interés, sino de género y no me refiero al cinematográfico. Me dijeron que les había gustado la historia pero que “ya tenían una peli de mujeres”.

Al salir de ambas reuniones una letras gigantes e imaginarias cayeron sobre mi cabeza, conformaban la expresión: PE-LI-DE-MU-JE-RES. A la vez que en mi cabeza y ralentizadas también resonaban: peeeeliiiii de mujeeeereeeees, peeeeliii de mujeeeereeees.

Empecé a hacerme preguntas. Si ya tenían una “peli de mujeres” y por eso no querían otra, ¿cuántas pelis de hombres tenían? ¿Todas las demás? ¿Cuántas pelis de mujeres y cuántas de hombres se puede permitir una productora? Es más, ¿por qué mi peli es de mujeres? La protagonista es una mujer, pero el coprotagonista es un hombre. ¿Es de mujeres porque la dirige una mujer? ¿O porque es una mujer la que lleva la iniciativa?

Si fuera porque la protagonista es femenina, la saga REC sería considerada una “saga de mujeres”, lo mismo pasaría con El orfanato, Cría Cuervos o Tres bodas de más. Pero esas pelis no se perciben como “cine de mujeres”, tal vez sea porque sus directores no lo son.

Esto me lleva a pensar que la etiqueta viene dada por el género de la autora y que por eso decimos:

– Comedia y comedia de mujeres.

– Terror y terror femenino.

– Drama y drama de mujeres.

– Literatura y literatura para mujeres. De hecho, la autora de Harry Potter aconsejada por su editorial firmó sus libros como J.K. Rowling en lugar de Joanne Rowling para camuflar su género y evitar la dichosa etiqueta.

Y no, las mujeres no somos un subgénero.

Esta última semana, a raíz de el Día de la Mujer, varios medios me han preguntado “cuál creo que es la situación de la mujer en el cine y si hacen falta más papeles femeninos”. Cuando me preguntan por estos temas, procuro apelar a los datos, ya que creo que no se trata de lo que yo opine sino de lo que está ocurriendo a día de hoy en la industria del cine.

Algunas de las cifras son estas:

– Según un estudio de la Asociación de Usuarios de la Comunicación. El 19,2% de las películas que se exhiben en España están protagonizadas por mujeres (casi el mismo porcentaje que las películas que tienen como protagonistas principales animales u objetos, 16,1%).

– Solo el 16% de las películas estrenadas el año pasado fueron dirigidas por mujeres.

– En un 78% de las cintas que consumimos habitualmente, ellos hablan más que ellas. Y ellas, a más edad, menos líneas de diálogo, mientras que para ellos es al revés.

Los datos hablan por sí mismos, ¿no? Si las mujeres somos la mitad de la población, nuestro relato cultural ¿no debería representarnos en la misma proporción?

Estos porcentajes son, en el fondo, el reflejo de una ideología, porque es imposible escapar del valor ideológico y político que tienen las películas, es algo intrínseco en cualquier historia, hasta en la peli aparentemente más superficial.

Así que según los datos (no según mi opinión), estaríamos hablando de una ideología machista en lo audiovisual, ya que relega a las mujeres a lo secundario, como si nuestros conflictos no merecieran el foco social y/o cultural y como si no pudiéramos liderar las historias.

Luchar por cambiar esto no es una cuestión de ego, no es que las actrices queramos más frases para tener más planos y cobrar más (igualdad salarial, temazo aparte), es una cuestión de igualdad. Sobre si todo si, como apunta la ensayista Pilar Aguilar, valoramos la capacidad socializadora del relato audiovisual y como desde éste se construyen estereotipos, subjetividades, imaginario e incluso valores morales.

Con esto no quiero decir que sea machista hacer una peli con protas hombres, lo machista es que haya tan pocas protagonistas mujeres y que nuestra representación sea casi siempre la de objeto de deseo, víctima frágil que hay que rescatar o vengar o mujer que espera sin enterarse de nada. Lo es que habitualmente sean ellos los violentos y nosotras las sumisas. Lo es que nosotras hablemos de sentimientos, pero si lo hacen ellos eso se interprete como una pérdida de su masculinidad. Lo es que nosotras tengamos que ser casi siempre jóvenes y delgadas y ellos tengan representaciones más diversas. Lo es creer que una espectadora se puede identificar con un personaje masculino, pero que es difícil que ocurra lo mismo a la inversa.

La buena noticia es que este relato lo escribimos a diario y podemos cambiarlo. ¿Cómo? Apoyando la aparición y desarrollo de directoras y guionistas que son además víctimas de las cuotas invisibles de discriminación y también fomentando historias que pongan a las mujeres en el centro con personajes proactivos.

Hay quien afirma que eso es hacer ideología de género, pasando por alto que ya vivimos de lleno en la ideología de género, concretamente en el machismo; podemos seguir fomentándolo o podemos intentar erradicarlo para construir un mundo más igualitario.

Y si alguien os dice que las dichosas “pelis de mujeres” (me pica todo cada vez que leo el término) dan menos dinero, plantearos si a lo mejor es porque la inversión publicitaria suele ser infinitamente menor en aquellas películas vinculadas directamente con lo femenino.

Es el pez que se muerde la cola y que sólo dejará de dar vueltas cuando nos tomemos este tema en serio y en lugar de hablar en abstracto y decir cosas como que “para acabar con el machismo, el cambio tiene que ser muy profundo y de toda la sociedad”, tomemos responsabilidad y vayamos a lo concreto. Cada uno desde donde pueda, desde las parcelas de nuestro trabajo, nuestros círculos y nuestro día a día y que no lo hagamos sólo el 8 de marzo, sino cada día.