Existe un consenso científico generalizado en el que el cambio climático supone el principal reto al que se enfrentarán nuestras sociedades en las próximas décadas. Para evitar las peores consecuencias del mismo es necesario descarbonizar nuestras sociedades, lo que necesariamente implicará profundas transformaciones sociales, económicas y tecnológicas. Ahora bien, estas transformaciones tendrán que ser apoyadas por amplias mayorías socio-electorales dispuestas a enfrentarse a determinados intereses económicos particulares contrapuestos a estas medidas. Es por esto que tiene sentido preguntarse cuáles son las percepciones sobre el cambio climático y los problemas medioambientales entre quienes potencialmente van a movilizarse –participando electoralmente o de otras maneras– en los próximos meses o años, en los que el cambio climático podría ser una cuestión política clave. En este artículo utilizamos el barómetro del CIS del pasado mes de noviembre de 2018, que incluyó una batería de preguntas sobre el cambio climático, para intentar aclarar algunos aspectos sobre las sensibilidades y percepciones de la cuestión en España.
En primer lugar, confirmando lo observado en otras encuestas, el CIS muestra que en España no tenemos un problema de negacionismo climático explícito: el 83% de los encuestados cree que sí existe un cambio climático, frente a un 10% que lo niega y un 6% que duda. Además, entre quienes creen que el clima está cambiando, un 58,1% considera que la acción humana contribuye “mucho” a este proceso y un 35,3% que lo hace “bastante”. Aun siendo positivos, estos datos quedarían lejos del abrumador consenso científico actual: el 97% de los científicos piensan que el cambio climático es real y que se debe completamente a causas antropogénicas, es decir, humanas. Utilizando la Encuesta Social Europea (ESS) podemos comparar esta cifra con la de otros países de nuestro entorno. En esta encuesta, los datos son similares a los obtenidos por el CIS: el 59% de los encuestados considera que el cambio climático está “Principal o completamente causado por la actividad humana” frente del 37% que aunque se esté dando no es completamente por causas humanas, pero a pesar de estos datos la diferencia con otros países con mayor apoyo al negacionismo climático es patente, como se ve en la figura 1. Considerando estas respuestas, la divulgación sobre el cambio climático debería partir de que el negacionismo climático en nuestro país es claramente minoritario (por gritón que sea a veces) y, por tanto, insistir en señalar que su causa es completamente antropogénica y en las diferentes opciones para frenarlo e impedir que suframos sus peores consecuencias.
Figura 1. Porcentajes de percepciones sobre el origen del cambio climático. Fuente: European Social Survey, Round 8 (www.europeansocialsurvey.org/). Elaboración propia.
Además, un 73% del total de encuestados no está de acuerdo con que se exagere mucho al hablar del peligro que supone el cambio climático, lo que indicaría que la conciencia de la amenaza que supone el calentamiento global para nuestras sociedades es claramente mayoritaria. Una de las cuestiones claves en el debate público sobre el cambio climático es qué se puede hacer al respecto o, incluso, si se puede hacer algo tomando medidas de distinto tipo. En este sentido, hasta un 21% de los encuestados afirma creer que el cambio climático ha entrado en una fase irreversible y no hay nada que se pueda hacer. Aunque sea una cifra mucho menor que el 62,7% que afirma que sí se puede hacer algo para “revertir el cambio climático”, resulta sorprendente que este “fatalismo climático” adquiera cotas tan elevadas. Esta impotencia también se manifiesta en el 31% que está de acuerdo ante la afirmación “es muy difícil que una persona como yo pueda hacer algo para luchar contra el cambio climático”. Esta no es una cuestión menor, ya que las expectativas positivas y las perspectivas optimistas son determinantes en lo que respecta a los resultados de la acción y la movilización de recursos individuales. Sin embargo, a pesar de dicho fatalismo climático, casi un 90% de aquellos que piensan que se está produciendo un cambio climático entienden que éste nos obliga a cambiar nuestras sociedades, además de un 81% que afirman estar muy o bastante de acuerdo con que “Cambiar nuestras formas de vida, ayudaría a resolver el problema del cambio climático”. De hecho, frente a la idea de un tecno-optimismo dominante, frecuente entre algunas posiciones ecologistas, el 70% no está de acuerdo con que “La ciencia y la tecnología por sí solas resolverán el problema del cambio climático”. Pasando a las medidas concretas que se podrían tomar, las dos más apoyadas son aquellas que son más importantes según el consenso científico: un 60% cree que es necesario reducir las emisiones de gases contaminantes de las industrias y un 42% en la necesidad del uso de energías renovables que, efectivamente, son las tareas fundamentales a corto plazo de la transición energética: sustituir el uso de combustibles fósiles en la producción de energía y en la industria por un modelo basado en la producción de energía renovable. Frente a la popularidad del impuesto a las emisiones entre la mayoría de economistas mainstream, y en contraste con el apoyo a la primera opción, sólo el 19% de los encuestados está a favor de gravar mediante impuestos ecológicos a las industrias contaminantes. Sin embargo, un 85% se manifiesta muy o bastante de acuerdo con la afirmación “El/la que contamina debería pagar por contaminar”. Esto podría estar relacionado posiblemente con la tendencia al rechazo de un coste directo o indirecto para su bolsillo frente a otras que puede suponer un gasto o intervención del Estado.
Uno de los sectores cruciales, y técnicamente más difíciles de descarbonizar, es el sector del transporte. La tercera opción más elegida, con 23.2%, es “Sustituir los coches que usan gasolina o gasoil por vehículos eléctricos o híbridos” mientras que la “Fomentar el transporte público eléctrico, las bicicletas o los coches compartidos” sólo es dada por un 12.3%. En este caso, se ve claramente como la alternativa que en principio implicaría un cambio tecnológico es mucho más popular que la que implica un mayor número de cambios sociales y de hábitos. Sin embargo, es técnicamente complicado que, a corto plazo, el parque de vehículos privados pueda ser simplemente reemplazado por coches eléctricos y, por tanto, allí donde sea posible (entornos urbanos y periurbanos principalmente), la solución adecuada sería precisamente la segunda.
Cuando entramos en los cambios que la gente cree necesario asumir a nivel individual los resultados son ambivalentes. La opción claramente más elegida, un 70%, es “Reciclar productos: cristal, papel, aceites, plásticos”. Aunque esto seguramente se deba a las campañas de concienciación institucional de las últimas décadas, reciclar (por necesario que sea en otros aspectos, como en la llamada economía circular), es una medida con relativo poco efecto sobre el cambio climático. Mucho más eficaces son las siguientes dos medidas también populares: como “Controlar el consumo de energía en la vivienda” (57,6%) y “Utilizar transportes alternativos: bicicletas, transportes públicos ecológicos, etc.” (55,3%). Esto último es una cuestión fundamental cuando, a nivel individual, usar el transporte público es mucho más apoyado que “Usar vehículos eléctricos o híbridos” (32.8%), presentando el patrón inverso que a nivel global.
Figura 2. Porcentajes de la problemática ecologista y medioambiental como determinante del voto. Fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Estudio 3231 Barómetro de noviembre 2018 (www.analisis.cis.es). Elaboración propia.
A nivel político, un 87% piensa que los partidos políticos prestan poca o ninguna atención al cambio climático, y un 80% considera que deberían darle bastante o mucha importancia. Sin embargo, sólo para un 30% la problemática ecologista influye bastante o mucho en su voto, en contraste con un 51% para el que influye poco o nada. Como muestra la figura 2, esta respuesta además es muy diferente en función del partido al que se recuerda haber votado en 2016, aun así un 20% de los votantes del PP y un 33% de los votantes de Ciudadanos, declaran tener mucho o bastante en cuenta la problemática ecologista a la hora de votar. También se observa cómo la lucha frente al cambio climático se asocia claramente a los partidos de izquierda. La mayoría, un 33%, piensa que los partidos de izquierda son los que prestan más atención al cambio climático, aunque otro 30% considera que ninguno. Sin embargo, esta respuesta está también completamente determinada por el posicionamiento ideológico. Esta es seguramente una de las cuestiones clave en lo que respecta al cambio climático en nuestro país: aunque la gran mayoría está concienciada de su existencia, de su importancia, de la necesidad de tomar medidas, de que éstas transformarán nuestras sociedades y de que los partidos políticos deberían darle bastante o mucha importancia, sólo una minoría afirma que la problemática ecologista influye decisivamente en el sentido de su voto. De hecho, cuando se preguntan los tres principales problemas del país ni un 1% de los encuestados plantea “los Problemas medioambientales” como uno de los tres primeros. Mientras, un 59,2 responde que el paro, que los políticos en general lo hace un 29,8 y los problemas económicos un 22.6%. Este es uno de los motivos por los que desde hace tiempo se han propuesto diferentes narrativas que tratan de articular la lucha contra el cambio climático con otras cuestiones más clásicamente entendidas como sociales tal y como como la creación de empleo o el impulso a la economía. Gracias a esta narrativa, conocida en Estados Unidos como Green New Deal, movimientos como el Sunrise Movement, o políticos con gran proyección mediática como Alexandria Ocasio-Cortez han tomado gran relevancia en el último tiempo.
Durante mucho tiempo, el sentido común dominante enfrentó la preocupación por el medio ambiente a las preocupaciones de las clases populares, desplazando la problemática ecológica a una supuesta esfera “posmaterial”, una preocupación de clases medias acomodadas. Todo lo contrario, por suponer una ruptura con una naturaleza de la que dependemos para vivir y también porque los más afectados por sus consecuencias serán los más pobres a nivel nacional y global. La crisis ecológica, como defendió hace algunas semanas Ocasio-Cortez en un discurso que se hizo viral, es la cuestión material por excelencia.
Francisco Fernández-Trujillo es investigador y doctorando en sociología en la UNED. Estudiando nuevos conflictos laborales, movimientos sociales y cambio social.
Héctor Tejero es Doctor en Bioquímica y Biología Molecular y activista ecologista. Actualmente se presenta como número 5 en las listas de Más Madrid a la Comunidad de Madrid.