Aterrizar en Barajas despueÌs de asistir a la primera vuelta de la campanÌa presidencial de Gustavo Petro en Colombia es como llegar de un viaje en el tiempo y el espacio a la EspanÌa de 2014.
La sede de campanÌa en BogotaÌ se parece demasiado a la humilde sede de Zurita de aquel 2014 como para no hacerte volar las millas y anÌos que las separan. Los viajes a los miÌtines de Gustavo Petro en coches -tartanas- de amigos o vecinos me retrotraen a los cien mil kiloÌmetros por EspanÌa compartidos con companÌeros y companÌeras, a las decenas de noches en sofaÌs y catres de casas de militantes altruistas visitadas entre brindis y sonrisas en cada nueva e ilusionante vuelta a EspanÌa a lomos de mi viejo Polo del 95 -que dejeÌ para el arrastre- y de la furgo del partido comprada con un crowdfunding y a la que no habiÌa manera de meterle la segunda.
La “Zurita” bogotana bulle con docenas de reuniones paralelas en las que florece la autoorganizacioÌn y el desborde. Los joÌvenes han tomado sin complejos una sala de reuniones justo al lado de la del equipo central para la campanÌa en la capital y se reparten tareas y cometidos. Mientras algunos tratan de cruzar informacioÌn con teÌcnicas de big-data, otros planifican vídeos, esloÌganes, graffittis, conciertos micro y macro, repartos de propaganda... todo trufado de intensos debates poliÌticos presididos por la conviccioÌn de que esta es su campanÌa. El eÌxito de la campanÌa de Gustavo Petro, como el de Podemos en 2014, estaÌ en eso, en que esta campanÌa no es una campanÌa para hacer presidente al ex alcalde de BogotaÌ, es mucho maÌs. Esta es la campanÌa para que Jorge, con casi 70, pueda al fin jubilarse dignamente, es la campanÌa para que MoiseÌs, con apenas 21 anÌos, pueda tener un trabajo a la altura de su esfuerzo en la universidad, es una campanÌa para que MariÌa, que quiere hacer poliÌtica, tenga oportunidades en un paiÌs que camine para erradicar las loÌgicas patriarcales de las esferas institucionales.
Y luego la calle: afiches, carteles, pintadas, conversaciones en taxis y autobuses, en los colegios electorales y mercados recuerdan a aquel mayo de 2015 en el que Madrid se inundoÌ de Carmenas espontaÌneas en cada pared de la ciudad, al Madrid en el que las urnas se llenaron de joÌvenes espanÌoles votando por primera vez, sintiendo por primera vez que esa vez su voto sí podiÌa cambiar las cosas, atisbando coÌmo a los de siempre se les habiÌa colado entre las papeletas una que traiÌa alegriÌa y esperanza.
De regreso en el tiempo y el espacio a la Colombia de las Presidenciales de 2018 la reconozco como el paiÌs de Macondo, un paiÌs donde el realismo maÌgico te espera para sorprenderte a cada vuelta de esquina, ya sea entre los imperturbables tairona que se mezclan con turistas suecos en sus territorios, en las nieves de Santa Marta en el corazoÌn del toÌrrido Caribe -nieve en el Caribe, sí...- o en la maravillosa y estridente anomia de soldados semidesnudos que escuchan reggaeton en un paradisiÌaco e inaccesible puesto fronterizo con nombre italiano casi ya en suelo panamenÌo en el que no falta un cartel de la Colombia Humana.
Descubro que Colombia es casi auÌn maÌs si cabe el paiÌs de la cuenteriÌa, de la narracioÌn oral. Nadie como un colombiano o una colombiana para deslizarte por una buena historia entre personajes que encarnan, como en todos los cuentos, los valores en liza de la humildad, la inteligencia, la generosidad, la empatiÌa o el esfuerzo, en disputa con la mezquindad, el egoiÌsmo, la crueldad y la indiferencia ante el dolor de los maÌs deÌbiles.
Este domingo como en todos los buenos cuentos, el escenario se aclaroÌ y las dos Colombias quedaron frente a frente. La de siempre, la de los de siempre, la de esos pocos apellidos que jalonan las paredes del pasillo de 24 presidentes de la casa NarinÌo, entre los que estaÌn el abuelo del actual Presidente y el padre de uno de los contendientes de la primera vuelta, los de siempre para los que eleccioÌn tras eleccioÌn todo quedaba en casa, los Santos, Gaviria, Samper, HolguiÌn, Vargas Lleras...
todos esos por fin frente a los nunca, a los PeÌrez, los GoÌmez, las AlvaÌrez...
Y como en todo paiÌs de cuentos y realidades maÌgicas, su pueblo estaÌ prenÌado de magos y magas. El proÌximo 17 de junio intuyo, preveo, vaticino... que los magos y las magas impondraÌn el final feliz de todos los cuentos que se precien de ser tales. El resultado de un Pueblo triunfal recuperando su propio destino, el de un Pueblo que mira a un futuro de Vida, el Pueblo que se reconoce en una Colombia Humana y verde, conectada con el mundo y con acento propio y genuino, una Colombia que se piensa a sí misma y construye pilares soÌlidos para su futuro, en lugar de malvender sus materias primas al mejor postor, una Colombia que nos enamora por sus talentos asombrosos y ya no nos compra maÌs con sus productos a precio de maquila miserable, una Colombia que nos muestra sus maravillas naturales en paz, y nunca maÌs vuelve a mirar a la oscura senda del conflicto, los falsos positivos y el terrorismo de Estado que encarna Uribe y su vaÌstago.
2018 en Colombia recuerda a los Yes we Can, a los Sí se puede... y es que con este Pueblo maÌgico y berraco se puede, claro que sí se puede.