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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

De la comida rápida a la política basura

Eva Martínez Borrega / Eva Martínez Borrega

Concejala de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Leganés —

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Estos días los trabajadores municipales de Leganés se han sumado al reparto de menús que ya se venía haciendo desde Protección Civil a las familias más vulnerables, un “pequeño gesto” que resume todo lo que está pasando desde que se decretase el primer estado de alarma. El sur de nuestra región, acostumbrado a envites económicos, olvidos institucionales, falta de inversiones o infraestructuras insuficientes, ha vuelto a unirse y a sacar ese orgullo de ser de aquí, de Madrid. Vecinos, empleados públicos, familias al completo han dado lo mejor que tienen para hacer frente a un enemigo invisible que nos ha azotado con fuerza y ha puesto de manifiesto las deficiencias de un Gobierno que no llegaba dónde debía.

Ha sido esa gente la que ha ayudado a este Ayuntamiento a levantar un hospital de campaña a las puertas de nuestro Severo Ochoa, colapsado durante semanas por décadas de recortes que han salido, más que nunca, a flote. La COVID-19 nos ha acercado como sociedad mientras nos mantiene aislados en nuestras casas pero también ha sacado los colores a una Comunidad de Madrid incapaz, más centrada en acertar con la estrategia comunicativa que en atender los problemas que estaban -y seguirán- surgiendo.

El virus de la desigualdad también ha sido invisible para la derecha durante muchos años, contagiando a miles de familias y convirtiendo a nuestra región en el número 1 tal y como pone de manifiesto el informe de FOESSA que presentó Cáritas, ya el año pasado, de donde se desprenden datos como que a lo largo de los últimos diez años, la renta media de la población madrileña se ha incrementado en un 2% mientras que los más pobres han visto mermada su renta un 30%. Con esta bajada de ingresos, a la que ahora hay que sumar la incertidumbre laboral, hacer una compra saludable se convierte en un lujo imposible para muchas familias que ya conocían esta lucha y a muchas otras que la redescubren ahora.

Argumenta Díaz Ayuso, de la mano del célebre Miguel Ángel Rodriguez (ex asesor del gobierno de Aznar y ahora asesor en la Comunidad de Madrid), que su dieta basada en pizzas, pops de pollo y lasañas precalentadas respondía a la necesidad de implantar una solución de manera rápida. Ocho semanas después, las familias más vulnerables de la Comunidad de Madrid siguen alimentándose con una dieta pobre en nutrientes, con exceso de alimentos ultraprocesados, ricos en sal, en grasas insaludables, alta densidad calórica.

Muchas han sido las voces que han alertado al gobierno autonómico, desde Mikel Iturriaga hasta la Fundación de los Hermanos Gasol, pero Díaz Ayuso sigue más preocupada por la foto mientras reparte bocadillos de calamares en el IFEMA. Ni siquiera ha sido capaz de aceptar y repartir los 36.000 plátanos semanales donados por productores de plátano isleños, la única condición fue que Telepizza y Rodilla los recogieran de Mercamadrid, lo que descartaron.

La posición de “la miseria o la nada” no puede ser el principio de gobierno de ninguna región y, mucho menos, cuando existen alternativas eficaces que pueden implementarse sólo con tener la voluntad política para hacerlo. 1.500 familias reciben, desde el pasado 17 de marzo -dos días después del decreto de alarma- menús elaborados por una empresa de cátering leganense que, además, ha podido seguir trabajando sin tener que hacer frente a ningún ERTE.

Verduras, carne, pescado, frutas, legumbres o pasta se reparten cada día en nuestros barrios garantizando que el derecho a una alimentación saludable no se quede en el olvido y no derive en un futuro problema de salud pública en un país en el que el la obesidad infantil sigue en aumento. Según datos de UNICEF el 35% de los menores entre 8 y 16 años tiene exceso de peso y un 14%, obesidad.

El estado de alarma facilita, además, cualquier trámite administrativo, por lo que no es aceptable esconderse en la urgencia y el shock para implantar un modelo vacío que dista mucho de ser una respuesta. La solución era muy sencilla, solo tendría que haber continuado con los contratos que ya existían y hubiese mantenido empleos, garantizando una opción saludable. Además, seguimos esperando una respuesta por parte de la Consejería de Educación, con la que nos pusimos en contacto el pasado 11 de marzo, para trasladar nuestra preocupación del alumnado vulnerable que se quedaba sin servicio de comedor escolar.

Leganés sigue siendo el ejemplo de un pueblo que se une en los momentos difíciles, que se cuida y que hace frente a las dificultades sin dejar a nadie atrás. Como concejala y como leganense es muy difícil no sentir el orgullo pepinero, aunque a veces el reto sea mayúsculo. Desde las instituciones no tenemos otra opción que seguir apostando por el bien común, no es momento de priorizar el interés del partido por encima del bienestar de nuestra gente.

Ayer, dos meses después de defender a capa y espada el modelo Telepizza, Díaz Ayuso cambiaba de rumbo y anunciaba la finalización del contrato con estas entidades en la que es ya la enésima vuelta de tuerca de una presidenta que ha pasado de justificar estas decisiones en base a la alarma y emergencia para afirmar, dos días después, que aquí no ha pasado nada y buscar el penúltimo enfrentamiento con el Gobierno central pidiendo pasar a la fase 1 de la desescalada sin haber tomado ninguna medida para que el desastre no se repita de nuevo.

Lo hemos dicho más veces, si el problema es el desconocimiento, en Leganés estaremos encantados de tender la mano para explicarles cómo se hace, pero si el problema es la falta de voluntad serán los ciudadanos los que pongan nota a esta legislatura. En nuestras manos está que esta crisis no hipoteque nuestro futuro durante décadas y salir de ella con un modelo diferente que vuelva a poner la vida en el centro.