No existen organizaciones ideales, pero tampoco organizaciones sin ideales. Quizás por lo difícil que resulta pasar de los ideales a las prácticas sin perder por el camino algo de la ilusión de los comienzos, en estos cinco años hemos tensionado demasiado nuestros propios instrumentos y forzado nuestra maquinaria orgánica intentando estar a la altura de nuestros ideales. Es posible que esa dinámica de construcción orgánica de un partido ideal nos haya hecho olvidar el bien más preciado y fundamental para nuestra organización: las personas que hacen posible la existencia misma de Podemos. Es la gente de Podemos la que nos hace una organización diferente del resto, y es por la gente de Podemos por lo que nuestro país es ahora muy diferente a como era hace cinco años. En este sentido, tenemos la obligación de seguir construyendo partido, pero sin perder a nadie por el camino. Podemos no puede ser un lugar del que la gente se vaya, tiene que ser un lugar al que la gente venga, incluso vuelva.
Entre el deseo y las posibilidades políticas existe una distancia ética difícil de sostener sin caer en el idealismo o el oportunismo. Pero la dificultad en transitar desde las ideas a los hechos nunca es excusa para maniobras de cetrería política que supediten los ideales políticos a las necesidades organizativas. A mi juicio, la inteligencia política reside en ser capaces de imaginar soluciones creativas a problemas complejos, no en poner el piloto automático con una hoja de ruta hacia ninguna parte. Cuando los ideales fundacionales empiezan a visualizarse en el espejo retrovisor es el momento de parar máquinas y trazar nuevos rumbos.
Marcharemos más lentos, quizás, pero marcharemos juntos y con determinación. Y es que, para crecer organizativamente y madurar políticamente, sin dejar a nadie por el camino, tenemos que aprender a cooperar sin competir. Es necesario, además, negociar con una realidad siempre polimorfa, poliédrica, resistente a verdades o direcciones únicas. La cuestión es encontrar una posición común construida en función del contexto, sin engañarse con justos medios o equidistancias. Se trata, más bien, de acortar las distancias entre posiciones que, por responsabilidad, deben encontrarse en algún punto. Al final, como siempre, se trata de anteponer el bien común al interés o el deseo personal.
Para pensar esta lógica de la responsabilidad no está de más recurrir a los clásicos. Justo ahora se cumplen cien años desde que Weber impartiera unas conferencias que pasarán a la historia y que no han dejado de orientar el pensamiento y la práctica política. En aquellas conferencias Weber diseccionó las virtudes del científico y las del político, tomando conciencia de su incompatibilidad, pero también de su paradójico vínculo. Las primeras reposan sobre una ética de la convicción, las segundas en una ética de la responsabilidad. La primera orienta las decisiones desde una profunda e inalterable convicción de poseer o perseguir la verdad (el científico). La segunda sabe que los dioses son múltiples y los valores contradictorios, por lo que las decisiones políticas tienen consecuencias particulares (el político). Pues bien, las lecciones de Weber sirven para orientarnos en el actual cruce de caminos en el que nos encontramos en Podemos. A modo de ejemplo, quizás sirva explicitar tanto mis convicciones como lo que considero mi responsabilidad política.
Creo que nadie puede poner en duda que Pablo Iglesias es el mejor Secretario General que Podemos puede tener y una pieza fundamental para el proyecto político que compartimos. Ha sido obvio y manifiesto mi apoyo a Pablo. Los propios medios de comunicación me han definido, y me identifico sin problemas con ello, como un Secretario General “pablista”. Justo por eso, creo que tengo la suficiente credibilidad para defender, con firmeza y responsabilidad, mi posición una vez más: necesitamos cooperar sin competir. Es posible que hoy en día mucha gente en Podemos esté pensando más con el corazón (ética de la convicción) que con la cabeza (ética de la responsabilidad). Y es lógico y comprensible. El golpe recibido es muy duro, pero como decía Antonio Machado: “Acaso el golpe recibido nos pondrá en contacto con nuestra conciencia”. Por eso, por convicción y responsabilidad, creo que tenemos que encontrar una solución política a un problema político.
Nadie puede chantajear a Podemos, pero Podemos no puede chantajear a la gente. Por ello no debemos obligar a nadie a tomar decisiones imposibles. Tenemos que ser capaces de armar un bloque unitario y presentar batalla a las viejas y nuevas derechas que amenazan nuestras libertades y derechos. Y tenemos que hacerlo más unidos y unidas que nunca. Hay que pensar políticamente, y eso significa ser responsables y recordar que, aunque no existan organizaciones ideales, nuestra organización es reflejo de un ideal.