Con el final de la Cumbre de París han arreciado los titulares triunfalistas que califican el acuerdo alcanzado como “histórico”. Esta vez se han escuchado pocas voces críticas, a pesar de que el acuerdo es manifiestamente insuficiente. Quizás la falta de esperanzas en conseguir un acuerdo verdaderamente ambicioso que ponga freno al cambio climático sea la razón que explique el conformismo que se respira con el texto alcanzado en París. Vaya por delante que no comparto ese diagnóstico tan complaciente. Al contrario, considero que los agujeros en el texto de París, consecuencia de las presiones constantes de los 'lobbies' de los combustibles fósiles han descalabrado lo que podía haber sido efectivamente un buen acuerdo.
No podemos sentirnos complacidos por el mero hecho de que se haya acordado que las temperaturas medias globales no deban subir de los 2 º C, porque ese compromiso ya lo alcanzaron en 2009 en Copenhague los líderes mundiales, y ya entonces denunciamos aquel acuerdo como un fracaso cuya denuncia a algunos nos costó unos días de prisión….Cinco años después no podemos dar como bueno lo que en 2009 denunciamos, por más que se haga esta vez una referencia más ambiciosa a los 1,5 º C, aunque eso sí, solo cuando sea posible.
En cuanto a los compromisos para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero adoptados por cada país, no ha habido avances significativos durante la Cumbre. Ya antes de que esta comenzara, los propios cálculos de Naciones Unidas hablaban de que en ningún caso con los compromisos adquiridos por los gobiernos de los países se podía garantizar que el aumento de la temperatura se mantuviera por debajo de los 2 º que recomienda la comunidad científica. Entonces, si no se avanzado en París hacia compromisos más ambiciosos, ¿cómo podemos estar satisfechos con lo que hay sobre la mesa? En todo caso, si esos compromisos insuficientes se incumplen, tampoco habrá sanciones.
El cambio climático es un problema de primer orden. A pesar de su ausencia de la agenda política, cada vez es más difícil obviarlo porque las realidad es tozuda y las evidencias son cada vez más fuertes. Y también sabemos que está causado por la actividad humana, fundamentalmente por la quema de combustibles fósiles. Sin embargo la referencia a ese objetivo de eliminar el uso de combustibles fósiles también se ha omitido del acuerdo, y que se ha quedado en un texto genérico sobre la necesidad de que las emisiones no superen a lo absorbido por los sumideros de carbono, dejando con ello la puerta abierta al continuado uso de combustibles fósiles, aunque eso sí, acompañados de tecnologías de captura de carbono. Así pues el lenguaje del texto omite la necesidad de prescindir de los combustibles fósiles, una reivindicación imprescindible.
En principio el acuerdo es vinculante, pero el acuerdo adoptado es vinculante, pero no los objetivos nacionales de reducción de emisiones. En esas condiciones, y sin posibles sanciones, será muy difícil exigir el necesario cumplimiento de los compromisos adoptados por los países. De hecho se nos antoja imposible esa posibilidad. Y nos queda por delante el largo proceso de ratificación para su entrada en vigor, que en el caso del protocolo de Kioto se alargó durante nada menos que 5 años.
Ya en la Cumbre de Río de Janeiro en el año 1992, los jefes de estado y de gobierno mundiales reconocieron la gravedad del cambio climático y la necesidad de actuar. Sin embargo el tiempo sigue pasando y la situación se agrava año tras año. Espero estar equivocado, y lo reconoceré con satisfacción si así fuera, pero a día de hoy el acuerdo de París no es el que va a frenar el cambio climático. La lucha debe continuar en la calle, en las instituciones y en los foros internacionales. Necesitamos mucha más ambición, y voluntad política. Seguimos.