Esta es una historia de ambiciones desatadas, de corrupción y traiciones sin piedad. Y por eso es imposible que acabe bien para sus protagonistas. Seguramente tampoco para la salud moral y democrática de la sociedad. Sus personajes son de todos conocidos, se introducen en los rincones de nuestra intimidad a cualquier hora en un carnaval meta informativo que más que informar, pretende manipular las opiniones en favor de hechos que son merecedores de desprecio y rechazo moral. En medio de ese vendaval de noticias que no duran un día, sólo hay una certeza: a esta historia aún le quedan varias temporadas.
Lo que está en juego. Yo nunca tuve buen concepto de Pablo Casado y escribí un artículo cuando le eligieron líder del Partido Popular que titulaba un “Chisgarabís de aparato” . Era evidente su inconsistencia política y su discurso errático. También ha sido dudosa su sinceridad a la hora de combatir el nepotismo y la corrupción en su partido. Parecía más bien el intento de repetir la jugada de Rajoy que llevó a la dimisión de Esperanza Aguirre. Pero supo situarse bien ante la moción de censura de Santiago Abascal a Pedro Sánchez. Y ése es uno de los orígenes de lo que está sucediendo ahora. Veamos qué hay detrás de lo que está sucediendo.
“Es mejor pactar con el partido de Ortega Lara que con sus secuestradores” . Esto dijo Isabel Díaz Ayuso en la campaña electoral de Castilla y León, usando la imagen de una víctima del terrorismo para blanquear a la ultraderecha. Lo oiremos más veces. Posteriormente, se declaró partidaria de pactar con Vox sin que importase lo que dijera la izquierda. Y lo decía con la intención de empujar a Pablo Casado a que autorizase a Mañueco a pactar con la ultraderecha para formar gobierno en Castilla y León.
Por su parte, Vox, ha puesto unas condiciones imposibles de cumplir para un partido democrático por muy de derechas que sea: derogación de las leyes sobre violencia machista y sobre memoria histórica. Así, sin complejos, reivindicándose como la expresión más genuina del patriarcado y del franquismo. Tampoco era menor la exigencia de tener la vicepresidencia y cuatro consejerías para legitimar su discurso y normalizar su presencia en las instituciones. Quien no cree en los derechos humanos es un peligro evidente para la democracia.
Recapitulando: si la ultraderecha pone condiciones imposibles desde un punto de vista democrático; y si Ayuso emplaza a la dirección del Partido Popular a pactar con Vox, la consecuencia es muy clara: no es posible el acuerdo y se pone en la picota del fracaso a Pablo Casado. Es evidente que parece una estrategia pactada en la que tanto Vox como Ayuso sacan beneficios. Por un lado, Abascal pasa factura a Casado por la falta de apoyo a su moción de censura; por otro, Ayuso daba un nuevo paso en su estrategia de desgaste a Pablo Casado para su asalto al poder estatal. Esta estrategia coincidente se puede observar en el pacto presupuestario en la Comunidad de Madrid, que contrasta con el desacuerdo en Andalucía y en el Ayuntamiento de Madrid. ¿O alguien es tan ingenuo que piensa que es casual la entente cordiale entre Ayuso y Vox?
Siete días que estremecieron al PP. En el tablero de juego de la lucha por el poder, todo empezó el 16 de febrero al filtrarse una supuesta investigación desde la dirección del PP sobre el cobro de comisiones de Tomás Díaz Ayuso en un contrato de suministro de mascarillas. Se realiza a través de un periódico con claro posicionamiento político a favor de Ayuso. El siguiente movimiento fue la rueda de prensa donde la presidenta de Madrid se colocó en la posición en la que mejor se mueve: el victimismo. Con gesto doloroso, acusó duramente a Casado y a García Egea de actuar de modo “cruel e injusto” contra ella. La dirección desmintió las acusaciones y anunció la apertura un expediente informativo. Tras una reunión infructuosa entre Casado y Ayuso, los barones del partido presionaron y Génova anunció que retiraba el expediente solo 24 horas después. El último movimiento decisivo fue sacar a la calle a sus “ayusers”, seguramente trufados de seguidores de Vox, ante la sede de Génova para pedir la cabeza de Casado. Ayuso tenía a Casado contra las cuerdas y a punto de caer en la lona. El KO era cuestión de horas y acabaría despidiéndose en el Congreso de los Diputados una semana después.
Un intrigante y temerario Pigmalión. Hay que reconocer la habilidad del muñidor de toda la estrategia de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez. Una Ayuso, víctima dolorosa, lanza un órdago al PP y logra que no se hable de corrupción sino de “guerra total” en el partido. Esta estrategia se superpone a una serie de hechos turbios: las sospechas sobre comisiones cobradas por diferentes familiares y personas próximas a Díaz Ayuso, incluso en medio de la pandemia. Estamos hablando de su hermano, su madre, su excuñada, su expareja. Huele fatal.
Todo ello, con la inestimable complicidad de muchos medios de comunicación que acaban despreciando absolutamente los hechos y defendiendo su trinchera política. Se juega con los sentimientos de manera tan descarada que, por ejemplo, El Mundo saca en portada la foto de una Ayuso de tres añitos con su hermano y su madre. También podía haber sacado a un Pablo Casado de cinco años jugando con un perrito. Pero, no: la apuesta es muy clara y la manipulación también.
A Pablo Casado le ha sucedido como al protagonista de la novela de Ramón J. Sénder: La aventura equinoccial de Lope de Aguirre. Las desafecciones a Casado se han disparado en horas hasta dejarlo políticamente muerto y llevarle a la dimisión. Pero ni con ello, ni con el Congreso extraordinario, ni con la elección de Feijóo acabará esta historia. Solo es el principio de una nueva temporada marcada por el debate sobre el proyecto político (un partido conservador pero europeísta o un partido aliado con la sombra oscura de la ultraderecha) y las ambiciones en juego. En ella, ese Pigmalión y rey de la intriga que mueve los hilos, intentará alcanzar el objetivo que tiene y que no es otro que el de Ayuso for president por la gracia de Vox. Lo hará desde la temeridad que le caracteriza, actuando como esos entrenadores de fútbol que solo ambicionan conseguir otro título de la Champions más por ellos que por su último equipo. Y, si no me equivoco, esto conducirá de nuevo a convertir el PP en un campo de Agramante.
Aunque siempre puede haber giros de guion que lo eviten, como puede ser el papel de una justicia que actúe con independencia o la movilización popular harta de tanta podredumbre. La Fiscalía Anticorrupción ha abierto una investigación sobre el hermano de Ayuso. Es difícil que pase, pero imagínense que encuentra pruebas evidentes de delito y corrupción en este Ayusogate, después de que haya rodado la cabeza de Pablo Casado. La escombrera moral en la que aparecería convertido el Partido Popular afectaría a nuestro sistema democrático. Si falta un sentido ético de la moral y se justifica lo injustificable, se acaba diciendo lo que una señora que se manifestaba frente a Génova: “Casado es un traidor, los trapos sucios se lavan en casa”. Fuerte. Cuando lo que indigna no es la corrupción, sino que se sepa, la corrupción devora la política. Así que, mucho cuidado.: la jugada de fondo es que haya un gobierno articulado en torno a la ultraderecha. No hay poder inocente, pero algunos son especialmente peligrosos para la democracia y solo se la puede proteger si sabe a lo que se enfrenta.