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Cuatro tradiciones éticas ante la tragedia migratoria en el Mediterráneo

Imagen de archivo de activistas del movimiento ##RegularizaciónYa para la recogida de firmas en favor de la regularización de migrantes. EFE/Víctor Lerena

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El desastre del barco de migrantes que tuvo lugar el pasado 14 de junio frente a las costas de Mesenia (Grecia) nos interpela de lleno a la ciudadanía europea. La muerte de 600 personas que viajaban a Europa en busca de una vida mejor puso en primera plana el hecho de que todos los años mueren miles de personas en las puertas de Europa, y de que esto es una consecuencia de nuestra política migratoria. Pararse a pensar en esta cuestión suele generar un sentimiento de incomodidad, cuando no de frustración o turbación. Para estar más tranquilos, tendemos a invisibilizar este drama y a las personas que hay detrás. Este desconcierto tiene su origen en que estamos tratando con un hecho que es sentido como marcadamente malo, injusto e inmoral. 

Estamos hablando de ética, así que puede ser útil recordar las principales tradiciones dentro de este ámbito, para intentar encajar este desastre migratorio dentro de cada una de ellas y, en fin, pensar en cómo podemos actuar… 

Vamos a distinguir cuatro éticas diferentes. Primero, la ética deontológica o kantiana. Se trata de una ética del deber. “Hago esto porque es lo correcto”. En línea con los principios de la ilustración europea, todos los seres humanos gozan de una misma e infinita dignidad. Los seres humanos son libres -a diferencia de otras especies, no están “incrustados” en su medio natural, y “eligen” constantemente sus acciones. El carácter correcto de una acción yace en la intención. Si la intención es buena, la acción es buena. Esto se relaciona con dos lemas kantianos (imperativo categórico): “trata siempre a las otras personas tal y como si fueran los fines de tus acciones y no los medios…” -Actúo por amor a la norma justa, y no por mi propio interés. Y “actúa de manera que pudieras desear que tu conducta se convirtiera en ley natural”.

Segunda, la ética utilitarista (Bentham, Stuart Mill,…). Ésta pone el énfasis en las consecuencias de las acciones (consecuencialismo). Si las consecuencias de determinadas decisiones (por ejemplo, de una política económica), contribuyen a aumentar la suma de utilidades (el bienestar o la felicidad) de quienes componen la sociedad, esa es una acción correcta.  

Tercera, la ética de la virtud (Aristóteles), que tiene que ver con la búsqueda de vivir una vida moral. Se trata de hacer un proceso personal que nos permita desarrollar una disposición y un temperamento nobles (que nada tiene que ver con la nobleza estamental). Una acción es buena si es acorde con ese modelo de ser humano virtuoso. La persona virtuosa tenderá a actuar de manera correcta.

Y añado una cuarta, la ética fenomenológica de la empatía (y del cuidado), basada en cómo se nos aparecen los otros. Siguiendo a Levinas, en el “rostro del otro” experimentamos su vulnerabilidad y un sentimiento incomprensible de responsabilidad con él/ella. Es la ética basada en la empatía (o simpatía) que también estaba en la tradición de los “sentimientos morales” de los ilustrados escoceses (Smith, Hutcheson, Hume).

Según la ética deontológica, el desastre migratorio es algo moralmente malo porque no estamos respetando una norma o principio universal de proteger la vida y la (igual) dignidad de todas las personas (compárese la reacción mediática ante el desastre de Mesenia con la del del submarino de recreo desaparecido unos días después). Esta norma universal es la que abre la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Desde el punto de vista utilitarista, las barreras a la inmigración legal y la muerte de tantas personas que quieren venir a trabajar a la UE, constituyen, desde la perspectiva del bienestar económico y material de la ciudadanía europea, un despilfarro de capital, energía y talento humanos que son necesarios en una Europa con una población envejecida y con escasez de mano de obra en muchos sectores. Desde la perspectiva de las sociedades de origen de las personas migrantes, es obvia la pérdida de bienestar derivada del dolor por la pérdida de tantos seres queridos, por dejar de recibir remesas de ingresos de los emigrados, y por la pérdida de una parte de aquellos y aquellas destinados a modernizar y a hacer avanzar a sus sociedades de origen.

Desde la perspectiva de la ética de la virtud, no estamos actuando de manera correcta/virtuosa si, sabiendo que ahora mismo está sucediendo algo tan grave, no estamos haciendo algo que contribuya a acabar con esta situación.

Y desde la perspectiva de la ética de la empatía, cuando miro, por ejemplo, al rostro de una persona que acaba de llegar en patera a nuestras costas, experimento y siento su vulnerabilidad, de manera que sé, aunque me cueste explicarlo, que hay algo que no estamos haciendo bien.

¿Y qué hacemos? El problema es abrumador y yo no tengo la receta de política pública completa que nos permita superar el problema. Pero sí propongo que nos inspiremos en estas cuatro tradiciones éticas a la hora de elaborar nuestra actitud ante este desastre. 

La ética deontológica nos marca el rumbo y nos dice que es intolerable lo que está pasando; la ética utilitarista nos da razones de interés común para defender que haya una mayor facilidad para migrar legalmente a la UE y un mayor apoyo al desarrollo económico y social de muchos países de donde provienen las personas migrantes. La ética de la virtud nos conmina a que seamos valientes y no miremos a otro lado; y la ética de la empatía nos invita no solo a no mirar a otro lado, sino a tener una mirada sensible hacia esas personas que intentan construir una vida digna en Europa.

Y ya, de paso que estamos en periodo electoral, podemos ver con estas lentes de las escuelas éticas qué es lo que dicen los programas electorales de los principales partidos políticos españoles sobre la inmigración. Uno de ellos -Sumar- propone algo que encaja bastante bien con lo que significa “actuar correctamente”: realizar, ya, una regularización extraordinaria de inmigrantes en España.

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