El Secretario General del PP, Teodoro García, ha asegurado que “la verdad se abre paso” con el archivo por parte del Tribunal Supremo de las supuestas irregularidades en el máster de Pablo Casado. Probablemente tiene razón: a estas alturas nadie duda de la verdad sobre este asunto, salvo algunos feligreses del Partido Popular.
¿Colaboró Pablo Casado a que se dictara una resolución administrativa a sabiendas de que era injusta? Dicho en otras palabras, ¿hubo cooperación a la prevaricación por parte de Pablo Casado?
La verdad, la ha reconocido él mismo: nunca fue a clase, le convalidaron 18 de las 22 asignaturas del curso, no se presentó a ningún examen, y el Auto de archivo del Tribunal Supremo evidencia que no hay rastro de que entregara ningún trabajo. “Hizo lo que le pidieron”, según Casado. Y ¿quién se lo pidió? Él ha dicho siempre que habló con el director del Instituto de Derecho Público, Álvarez Conde, quien le eximió de ir a clase y le dijo cómo debía actuar para convalidar los 40 créditos, una ventaja a la que solo accedieron tres alumnos del máster. Una de esas alumnas ha reconocido, por cierto, que “no hizo nada”: se lo regalaron todo.
¿Era consciente Pablo Casado de que recibía una dádiva o regalo en consideración al cargo público que ostentaba? En otras palabras, ¿hubo cohecho impropio en la actuación de Pablo Casado?
La verdad es que Casado sabía bien que no cumplía ni uno solo de los requisitos exigidos al grueso de los alumnos ‘ordinarios’ del máster, para obtener ese título universitario. El propio Tribunal Supremo ha reconocido que hay indicios de trato de favor. Y es verdad. ¿O piensa Casado que los alumnos ‘ordinarios’ aprueban por la cara los exámenes de la Universidad? Bien sabe él que no, porque antes de ser diputado autonómico y presidente de Nuevas Generaciones, tardó siete años en aprobar la mitad de la carrera de Derecho.
Otra gran verdad es que la jueza Rodríguez-Medel ha hecho un trabajo impecable de investigación, demostrando su independencia de los poderes públicos. Hasta que tropezó con la barrera infranqueable de los jueces y fiscales del Tribunal Supremo, nombrados por el Partido Popular. Su indignación es patente como ha demostrado en posteriores actuaciones y sobre todo con el decreto de archivo de buena parte de la causa. Ha llegado a decir al Supremo que con esta nueva doctrina eleva tanto los estándares para poder abrir investigaciones, que el trabajo de los Juzgados de Instrucción se verá notablemente aliviado.
Todo esto nos conduce a la más lamentable de las verdades: es un cuento que la justicia sea igual para todos. Un cuento como el del máster de Pablo Casado. Un cuento que le ha beneficiado a costa de arrollar el prestigio de la Universidad pública, y el esfuerzo de miles de estudiantes que trabajan honradamente para sacar adelante sus estudios.
Cuentos y más cuentos. Lo dijo con mejores palabras que las mías el poeta León Felipe:
“Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.“