Empezaba la reunión en Marrakech con el espaldarazo que suponía el haber llegado a la misma con el Acuerdo de París en vigor y ratificado por más de un centenar de países. Las expectativas basadas en experiencias anteriores de que se tardaría al menos tres años para aprobar este proceso quedaron afortunadamente desfasadas. Entre esos países, sin embargo, no se encuentra España, que a día de hoy todavía está a la espera de que el Gobierno envíe el instrumento de ratificación al Congreso. Causaba rubor, por ello, ver a la ministra Tejerina en la Cumbre mostrando su alborozo por esa rápida y amplia lista de países comprometidos con el Acuerdo….en la que no estaba España.
La tardía reacción de España no puede explicarse por la ausencia de Gobierno durante los últimos meses, ya que otros acuerdos internacionales, como por ejemplo el de libre comercio con Canadá (CETA), sí fueron ratificados. La razón es otra: al Gobierno de Rajoy ni le importa el cambio climático, ni tiene intención de actuar para frenarlo, más allá de cumplir con los mínimos que exija la Unión Europea. Por este motivo, el recién nombrado presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, dejó pasar la oportunidad única de dirigirse al plenario de la Cumbre de Marrakech, para dar un mensaje ante el mundo de preocupación o de compromiso contra el cambio climático.
Por su situación geoclimática, España es especialmente vulnerable al cambio climático. La región mediterránea está en la frontera entre el clima más árido del norte de África, y el más húmedo de las regiones atlánticas. Los impactos críticos en cuestiones clave para nuestro país como el agua, la subida del nivel del mar o los aumentos de temperatura, debieran ser decisivos para que España liderase la lucha contra el calentamiento. De continuar la tendencia prevista, el cambio climático va a tener consecuencias económicas y sociales desastrosas para España. Pero nuestro Gobierno mira como si fuera ajeno a esta realidad acuciante.
Al mismo tiempo tenemos unas condiciones excepcionales para el aprovechamiento de las energías renovables. España lideró este sector globalmente hace unos años, pero las erróneas decisiones políticas han hecho que perdamos este tren. En Marrakech ha sido muy visible a qué velocidad avanzan estas tecnologías, y el compromiso cada vez mayor de los países para sumarse a este nuevo modelo. ¿Dónde ha quedado España? Cuando dejaba ya la reunión, el responsable de una importante empresa de renovables me advertía desolado que, de no cambiar las cosas tendrían que cerrar sus fábricas en España.
Mi sensación en estos días es que en materia de cambio climático el Gobierno de Rajoy se mueve a rastras, sin convicción y solamente dispuesto a cumplir los mínimos impuestos por la Unión Europea. No hay voluntad de cambiar una política energética que sigue basada en el uso masivo de combustibles fósiles, a pesar de nuestra enorme dependencia exterior. Tampoco en materia de transporte se adoptan iniciativas para reducir las emisiones y así sucesivamente.
Al no tener nada que ofrecer, el Gobierno español anunció en Marrakech que se aprobaría una Ley contra el Cambio Climático sin contenido ninguno. Preguntada la ministra Tejerina sobre el contenido de esa propuesta de Ley reconoció que “no había nada escrito”. Y de hecho no se distribuyó ni un papel con algún contenido de esa presunta ley. Humo. Sólo un poco de humo para tapar la inacción y la falta de compromiso en esta lucha global de un Gobierno ausente desde hace años del debate climático, y responsable de una política energética disparatada.