La cuestión no es si Cuba es “dictadura”, sino más bien cómo de “democrática” tiene que ser la isla para poder seguir siendo eso, una isla en un océano de miseria humana y social. ¿Podría un gobierno, en el capitalismo, al estilo de lo que los poderes coloniales llaman “democracia”, garantizar la tasa de mortalidad infantil más baja de América en un país con un PIB per cápita nominal siete veces inferior al de EEUU? ¿Qué clase de “democracia” es la que puede garantizar, con un PIB per cápita nominal cinco veces inferior al de Canadá, la tranquilidad, la paz social, las tasas de violencia más bajas de toda Latinoamérica, la posibilidad de pasear por cualquier lugar a cualquier hora sin miedo? ¿Cómo ha de ser el sistema de gobierno de Cuba para conseguir seguir siendo la única nación de toda Latinoamérica en la que no existe la explotación de mano de obra infantil? ¿Qué clase de modelo de estado democrático, en la realidad colonial actual, puede garantizar que en Cuba seguirá sin haber niños de la calle, analfabetismo, bandas criminales que controlan o disputan barrios, ciudades, regiones enteras, como pasa en la mayor parte de los países latinoamericanos que apenas aparecen en las noticias, con sus “democracias” homologadas por los poderosos del norte?
Si hay una transición al capitalismo y la “democracia” en la órbita de EEUU, ¿podrá Cuba seguir teniendo un sistema universal de sanidad pública como el que ha conseguido desarrollar, con un PIB per cápita nominal que no llega a los dos tercios del de Chile, cinco vacunas contra la COVID-19, dos de ellas en uso, con las que ya se está vacunando gratuitamente a toda su población? ¿Podría mantener la tasa de mortalidad por COVID más baja de América, a pesar de que la epidemia está dando fuerte en el lugar con las nuevas variantes? ¿O seguir formando anualmente a miles de médicos de toda América y enviando a sus cooperantes sanitarios a decenas de países del mundo? Un Cuba normal dentro del capitalismo latinoamericano, ¿podría haber operado de cataratas, con la Operación Milagro, a centenares de miles de ciudadanos pobres de medio mundo?
¿Qué clase de “democracia” en el patio trasero de EEUU puede garantizar plena escolarización totalmente gratuita a media pensión de todos los niños y niñas de primaria y secundaria, así como un porcentaje de licenciados universitarios, de una universidad tan gratuita como intelectualmente solvente, que se acerca al cincuenta por ciento de la población? ¿Qué clase de “democracia” homologada (¿estilo Colombia, por ejemplo?) forma un buen número de deportistas olímpicos que obtienen más medallas que México o Argentina con una población varias veces inferior en número, y ofrece actividades extraescolares deportivas a cualquier niño de cualquier lugar del país durante el curso escolar?
En suma… ¿Qué ejemplo de “democracia” latinoamericana del gusto de los medios de comunicación y los gobiernos del mundo capitalista se permite, en pleno Tercer Mundo, los niveles de protección social que sostiene Cuba contra viento y marea?
A causa de su pretensión de soberanía y justicia social, por encima de los intereses privados de unos pocos, Cuba sufre un bloqueo económico brutal que le ha impuesto EEUU desde los años sesenta del siglo XX. Lo sabe todo el mundo. Trump lo recrudeció con centenares de nuevas medidas que Biden mantiene en vigor. Pero parece que a todo eso no se le da la importancia que tiene. Los norteamericanos se han consagrado a una potente e indignante extraterritorialidad: chantajean a cualquier empresa que tenga tratos con Cuba. Negociar con la isla implica ser sancionado por EEUU si apareces por sus territorios o sus rutas comerciales o militares. Así que la pequeña nación poscolonial -no olvidemos este detalle-, que es muy dependiente del comercio exterior, lo pasa realmente mal para salir adelante con esa condena sine die a las mayores privaciones en materia de suministros esenciales. El embargo incluye también severos problemas financieros, condiciones imposibles para el endeudamiento o el aplazamiento de los pagos, trabas totalmente anómalas que no sufre ningún país del mundo que no esté sancionado. El cruel bloqueo, rechazado por todos los miembros de la ONU salvo el propio EEUU e Israel, encadena a Cuba a un permanente estado de excepción, al amoldamiento a una agresión exterior sin fin. Es, sin duda, un auténtico casus belli que no se traduce en declaración de hostilidades dada la gigantesca superioridad militar de Estados Unidos, que actúa como un auténtico matón geopolítico, como abusivo poder imperial.
Así que… ¿Cómo de democrática puede llegar a ser Cuba sin poner en peligro las condiciones de su dignidad nacional? No es un camino fácil, pero es el único que queda por delante. Aferrarse al pasado, en los convulsos tiempos actuales, solo puede llevar a la derrota de la Revolución, y quizás no sea descartable que pueda haber sectores en el poder vigente que no vean del todo mal una transición al capitalismo en la que pudieran ocupar posiciones de ventaja. El gobierno de la isla, si de verdad está comprometido con la Revolución y el socialismo, tiene la obligación de explorar en el campo de lo posible. La constitución recientemente aprobada por una abrumadora mayoría de los ciudadanos y ciudadanas del país ofrece muchas posibilidades de progreso democrático aún por implementar. La realidad apenas se ha transformado desde su promulgación, no se han llevado a la práctica las reformas que el texto promete.
¿Cómo va a lidiar el socialismo cubano, clave en todas las conquistas sociales, con el revuelo y las compulsiones asociados a la generalización de Internet y sus redes sociales, tan invadidas por la ultraderecha en todo el orbe? El recurso al apagón es, forzosamente, provisional, y está cargado de obvios efectos secundarios muy nocivos. Solo un grado profundo de legitimación democrática puede convertir los aspavientos virtuales en griterío sin eficacia práctica. Por eso, en este momento es imprescindible que el pueblo perciba señales de cambio, de reforma y transformación, de progreso democrático en el campo de lo posible, de lo constitucional. Porque, de otro modo, un arrebato momentáneo, impulsivo, visceral, articulado desde la sociedad virtual, puede dar al traste con la Revolución… Y la alternativa vendrá de fuera y consistirá en una triste normalización que destruirá todo lo que, a pesar de las dificultades sin número y los abundantes errores y malversaciones, hace de Cuba la sociedad más pacífica, civilizada, justa e ilustrada de toda Latinoamérica.