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Nuestra derecha 'fake'

Almeida y Villacís, cuando sellaron el pacto de PP y Ciudadanos para la Alcaldía de Madrid.

Luis Cueto

Concejal de Más Madrid y ex coordinador general del Ayuntamiento con Manuela Carmena —

Nuestra derecha, la de España (salvo en sus expresiones más folclóricas y dañinas como Vox) se auto-presenta como la única fuerza política (y también social), respetable, seria y profesional y que, a diferencia de la izquierda, es capaz de gestionar los asuntos económicos con solvencia… ocultando, a mi juicio, un descarado interés en la apropiación de cada vez más “trozo de PIB” por una parte de la población. Lo malo es que mucha gente se lo ha creído.

Como todos los tópicos y verdades asentadas, cuesta mucho variar el imaginario colectivo, esa verdad que, sin ser cuestionada, subyace inconscientemente y condiciona nuestras creencias aun cuando creemos que no lo hace con nuestros razonamientos.

Es por eso que creo interesante aportar datos y opiniones razonadas que permitan poner en cuestión lo de que “la derecha” es mejor que la izquierda para los temas económicos, para generar riqueza. Si bien es cierto que los esfuerzos de varios partidos para abarcar la etiqueta centro-izquierda o centro-derecha, matizan bastante ese cliché, creo que la corriente profunda sigue pesando en nuestras convicciones inconscientes.

Esta idea interesada busca (dicho en términos caninos) marcar territorio, un territorio que se explota en cada campaña electoral, pues la pregunta clave que se fórmula al electorado es siempre ¿Quién crees tú que va a gestionar mejor la cosa en este momento?

Se supone que los partidos de izquierda sabrán mejor cohesionar la sociedad, entienden mejor a las clases desfavorecidas, se les da mejor “todo ese rollo de la solidaridad”, que a la derecha le da un poco de reparo: Mejor que se encarguen ellos, y nosotros podemos disfrutar de la riqueza obtenida sin demasiada observación ajena. Ahora, cuando amenaza la crisis, ahí estamos nosotros, que sabemos de números, tenemos las empresas, que nos hacen más caso y sabemos arreglar el despilfarro de los gobiernos de izquierdas… Llevamos años con este mantra, y tiene pinta de que en esta campaña volverán las oscuras golondrinas.

Y el tema es que la respuesta viene muy condicionada por el ciclo económico y es por eso que tantas veces se critica la identidad (o casi) de las grandes líneas de las políticas económicas que han desarrollado PP y PSOE desde el gobiernos en estos cuarenta años.

Sin embargo existen, a mi juicio, algunos elementos profundos que sí condicionan la diferente aproximación a la realidad de la gente de izquierdas y la de derechas en nuestro país (asumo seguir simplificando de brocha gorda la sociedad con estas macro-etiquetas, pero me es útil en este momento).

Para la mentalidad de nuestras derechas (no así en otras derechas europeas), el esfuerzo, el mérito personal, la ambición por superarse, la aceptación de la desigualdad de situaciones (obviando que la igualdad de oportunidades nunca es de base cero), son el motor de la sociedad. Y dado que los ricos en nuestras sociedades pagan más impuestos (salvo los muchos que los evaden por mil mecanismos financieros, pero por simplificar), les es inevitable una sensación de despojo, de cuestionarse qué hace el Gobierno con mi dinero, y de desconfiar que se lo den a quienes no se han esforzado lo suficiente para no salir de su situación (“son unos vagos, o unos flojos”).

La sociedad escoge en cada momento histórico sus operarios y, como cada vez confía menos en la capacidad de los gobiernos nacionales en dirigir con autonomía la economía nacional (las multinacionales, Bruselas, etc), lo público queda minusvalorado y se supone que la clave es atraer inversiones (privadas o de fondos soberanos, ahí nos da igual) y la creación de empleo que, como todo el mundo sabe, sólo es sostenible y socialmente eficiente, cuando lo crea la empresa privada… salvo cuando compiten dopadas por no pagar impuestos allá donde obtienen sus beneficios u obligan a sus trabajadores a darse de alta como falsos autónomos, inventando nombres ridículos para disfrazar la explotación (véase los riders de Glovo o la crew –la tripulación- de Starbucks en vez de la plantilla).

Todas estas abstracciones empiezan a tener su trascendencia cuando examinamos el comportamiento de los políticos de ambos modelos, cuando llegan al poder. Y ello tomando como palanca el enfoque de cada “bloque” sobre los ingresos, los gastos y la forma de gestión de lo público.

Los gobiernos de derechas siempre se presentan con la bandera de bajar los impuestos “el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos” y “cuando bajas los impuestos aumenta la actividad económica y acabas recaudando más”. Creo que el siguiente Nobel de economía debería darse al investigador que pueda demostrar tamaña hipótesis como regla a seguir. Cada país, cada momento, cada ciclo económico, es un mundo y tal trágala es evidentemente interesada. El reciente estudio sobre gasto público en España de FUNCAS demuestra cómo en ciclos bajos la derecha (igual que la izquierda) ha subido impuestos para mantener la recaudación o no bajar en exceso el gasto, por más que sistemáticamente proclamaba en campaña que bajaría los impuestos. El guiñol. La izquierda nunca ha jugado a esa demagogia y cuando, como la ministra Calviño, anuncia que haremos como Francia y vamos a gravar a las grandes tecnológicas que hacen ingeniería financiera y no pagan impuestos aquí, los 13.000 millones de euros que se recaudarán, son una realidad responsable: Google y las demás, no se ha ido ni se irán de Francia.

El dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos… que tienen bolsillo o a los que a fin de mes les queda algo. Para los que no tienen nada, su ahorro es un óptimo servicio público. Y para ello hacen falta recursos, presupuesto. No es tan importante un buen servicio público para quienes van a colegios privados, tiene su seguro médico privado, hace años que no van en transporte público o tienen su zona verde en su propia urbanización. Pero para quien no tiene nada de eso, una buena administración pública es su “primo de zumosol”.

Es evidente que para que haya recursos tiene que haber riqueza y beneficios, pero mírese con mucha atención cómo se logran esos beneficios, porque la ecuación de los recursos sale de muchas maneras y no sólo de la que interesadamente patrocina la derecha.

El ayuntamiento de Madrid es un buen banco de pruebas de estas cuestiones. Cuando por la falta de presupuesto (se agotó el filón artificial de las licencias de obras) y los gobiernos del PP pagaban con demora de un año, cuando se exigía a los proveedores (además de-presuntamente- mordidas como vamos sabiendo) unas rebajas descomunales en sus márgenes, hacían mucho más daño a la actividad económica que los altos impuestos (por cierto, en Madrid se aplicó en cómodos plazos durante años, la brutal subida del IBI aprobada por Gallardón).

Cuando los super-gestores de la derecha nos dejaron 7500 millones de euros de deuda (años en los que Bilbao debía CERO euros) y cuando el Ayuntamiento de Ana Botella estaba intervenido por Hacienda, todos los recursos se dedicaron a pagar intereses, se desplomó la inversión y se dejaron de aportar las cuotas a las instituciones en las que estaba presente el municipio: el desierto. Son de sobra conocidos los datos de gestión de la despilfarradora izquierdista Manuela Carmena: se triplica inversión para mantener Madrid, se reduce la deuda a la mitad en cuatro años, se multiplica el gasto social, se frena el seguir endeudándose y se obtiene un superávit de 1000 millones cada año… sin subir impuestos.

A veces, los gobiernos de derechas son pésimos gestores que nos llevan a la ruina. Mejor pensárselo dos veces antes de votarles. Remember el milagro económico de Rato.

En cuanto al gasto, es muy necesario analizar a quien benefician las políticas públicas, no vaya a pasar como con las subvenciones al coche eléctrico que se anuncian por el PPC's, que pueden suponer trasvasar dinero de todos a los ricos que pueden comprarse un segundo coche o como cuando el cheque bebé se dio a familias numerosas adineradas. ¿Qué tal poner un tope de renta y riqueza para estas ayudas?

Y en cuando a la gestión de lo público, creo sinceramente que los gobiernos de izquierdas han madurado en su antigua oposición a la gestión privada de servicios públicos, allá donde funciona, allá donde el pliego que reguló la adjudicación estuvo bien hecho, allá donde la capacidad de controlar esa prestación del servicio es real y no una dejación, allá donde el privado presta el servicio con precios públicos. Y creo que la derecha no ha hecho otro tanto con la gestión pública, y puede apenas ocultar una desconfianza, si no desprecio, hacia “lo público”, hacia la capacidad de los funcionarios y empleados públicos para crear valor, económico y social.

Es muy interesante intentar analizar los argumentos del actual alcalde de Madrid para defender las privatizaciones que anuncia de servicios que ahora presta directamente el Ayuntamiento.

Cuando dice que no entiende por qué ha de prestarse públicamente el servicio de la funeraria si está liberalizado, se lo podemos explicar: la anterior gestión de mayoría privada dejó de invertir durante años en el mantenimiento de los cementerios por valor de 23,8 millones de euros, como así describe el informe CEMOSA que la propia Sra. Botella encargó y así generó artificialmente beneficios que se auto-adjudicó (con la complicidad de los gestores del equipo del PP que tenían mayoría en la empresa mixta). La actual gestión pública ha generado desde su creación caja por importe de 15,1 millones de euros, la Funeraria municipal presta un mejor servicio, lo pagan quienes lo usan, no les cuesta a los madrileños, entierra gratis a personas sin recursos y mantiene el patrimonio público.

No nos hace falta que el anterior socio (Funespaña) gane dinero (que antes de la municipalización se atribuía ¡un 20% de los beneficios antes de impuestos!, unos 37 millones de euros en aquellos años), cree empleo y pague luego impuestos (o, como diría Rajoy, “o no los pague”). Nos va mejor así.

Lo mismo con el teleférico de Madrid, que pagaba un canon de 8000 euros ¡al año! al ayuntamiento y ahora “gana” mucho más con precios públicos (el ocio privado paga el transporte público, no le hace falta aumentar la subvención a la EMT) y cuyas infraestructura de Cuéntame son una risa y nunca se integrarían (si lo priva-regala Almeida) en la red de transporte público, llevando viajeros desde Rosales a Batán con el billete de metro-bús, como era nuestro plan.

Lo mismo con los parkings municipales. Siendo públicos se puede hacer política de movilidad con ellos: reservar espacios para bicis, desincentivar vía precios el coche en favor del transporte público, reservar espacios para las conexiones de coche eléctrico o para plataformas logísticas de última milla, etc. No se puede si son privados (salvo que estén pensando en la odiosa regulación que asfixia la operativa del mercado…).

Como pasa lo mismo con Bicimad, que hubo que rescatarla de la ruina, con una empresa privada que prestaba un servicio lamentable por un pliego pésimamente hecho por el gobierno del PP (que intentó tapar su lamentable gestión vía querellas penales, como siempre hace cuando pierde el poder). Lo mismo que Ifema, que sigue aportando valor creciente desde lo público sin que haga falta que operadores privados lo gestionen, gane mucho y paguen impuestos. Si no se abusa de la posición desde lo público, ni se generan monopolios que lastren la competencia, prefiero que el dinero lo ganen los ciudadanos de Madrid.

A veces los gobiernos de izquierdas son mucho mejor gestores que los de derechas, crean más riqueza, ofrecen mejores condiciones laborales a los trabajadores, generan innovación, pagan mejor a los proveedores y no les piden dinero negro. ¡Cuando se gestiona desde lo público no-hay-dinero-negro, todo es público y hasta nos ahorramos uno de cada cinco euros que podemos aplicar a la gestión al no pagar el IVA!

En fin, concluyo: menos mantras, más transparencia en los objetivos y las intenciones, más datos para que juzguen los ciudadanos, indicadores más complejos que el puro coste económico, nos harán una sociedad más madura y más eficaz. A ello.

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