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El derribo de la sanidad madrileña

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el pasado año durante el acto de entrega de medallas de la Comunidad de Madrid en la celebración del Dos de Mayo.

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Voy a exponer mi relación cotidiana con la sanidad pública madrileña, a la que contribuyo cívicamente con los muchos impuestos que pago mensualmente con mi sueldo de profesora en la Universidad Complutense, donde hace unos meses hicieron alumna ilustre a la presidenta de la Comunidad, Isabel Natividad Díaz Ayuso. Y contribuiría encantada con más dinero si eso redundase en la mejora del sistema de salud pública de la Comunidad Autónoma de Madrid.

Mi experiencia no es ni peor ni mejor que la del resto de ciudadanos que soportamos la pésima gestión del PP desde hace más de treinta años. Este partido y su actual presidenta son depredadores de los servicios públicos. Me da igual que sea votada masivamente y que la propaganda afirme que la sanidad de Madrid es la mejor de Europa. Pero hace pocos días hasta el Consejo de Europa censuró la gestión sanitaria del gobierno autonómico madrileño. Si la sanidad pública en esta región no ha sucumbido todavía es gracias al compromiso, dedicación y entrega de los miles de sanitarios y profesionales de todas las especialidades y categorías: desde el jefe de servicio a la enfermera, pasando por los administrativos y el personal de limpieza. Ocurre lo mismo en la educación pública, pero a ese otro pilar básico del Estado del bienestar le dedicaré otro artículo más adelante.

En primer lugar, no hay derecho a que las primeras citas con un especialista las tenga que gestionar digitalmente el paciente mediante la aplicación del móvil o mediante la web de la CAM en el ordenador. Yo he estado desesperada durante dos días intentando que me dieran cita con el cardiólogo y el neurólogo infantil, al que la pediatra derivó a mi hija por cita telefónica. No tenía hueco para recibirme presencialmente y comentarme los resultados de la analítica de urgencia que le habían realizado a la niña. Pero el colmo es que, cuando funcionó la dichosa aplicación, me dio cita para junio en la especialidad de cardiología. Pero para neurología sólo ofrecía, primero, el hospital de Móstoles y, después, ningún centro hospitalario porque las agendas estaban cerradas y completas. Aunque les parezca increíble, en una comunidad tan rica, pero desigual, como la de Madrid no existe un neurólogo que pueda visitar a mi hija. Y encima para chufla el propio sistema te dice que vuelvas dentro de tres días. Ya lo decía Larra: “Vuelva usted mañana”, pero en el siglo XXI en Madrid no te lo dicen las personas, sino las máquinas. También me lo dijeron dos personas en mi cara después de protestar en mi centro de atención primaria y de especialidades. Al final una mujer amable y competente, que ante mi desesperación se compadeció de mí, llamó a un teléfono que a veces funciona y otras no, según me dijo, y me consiguió una primera cita para agosto. También me indicó que me iría adelantando la cita si podía y se lo permitía el sistema.

No quiero imaginarme la pesadilla que este trámite debe suponer para las miles de personas mayores, esas a las que las autoridades conservadoras de Madrid trataron tan bien durante la pandemia en las residencias, que no tienen destreza con la tecnología. La administración digital está muy bien para quienes sabemos manejarnos, y si funciona el sistema informático. Con este procedimiento la Comunidad se ahorra miles de euros en nóminas de personal de administración, que luego invertirá en la sanidad privada o en tauromaquia. La libertad, la libertad de elección y no sé cuántos eslóganes más vacíos de contenido.

En segundo lugar, no hay derecho a que tengas que esperar 10, 15 y 20 días o más para la atención en el médico de atención primaria de adultos y nueve días o más, por ejemplo, para pediatría. Y ya no sirve la excusa del COVID-19, pero antes tampoco. Tengo un dato demoledor que no es excepcional: desde 2018, dos años antes de que la pandemia atravesara nuestras vidas, hasta 2023 con cita previa mi hija sólo ha visto tres veces a su pediatra, por cierto, una única profesional de esta especialidad en el centro de salud del barrio de Argüelles, en Madrid. El motivo es evidente: no había cita en menos de 7-9 días y, para todos los problemas de salud habituales de una niña (virus, otitis, larinofaringitis, etc.), he acudido a urgencias. Por necesidad. No voy a dar lugar a que se le perfore el tímpano a la niña porque no me dan cita en pediatría. A cambio tienes la libertad de tomarte unas cañas en una terraza para ahogar tus penas y tus problemas de salud.

Tampoco hay derecho a que tengas que esperar meses para acudir por primera vez a un especialista, mientras te mueres de dolor y sólo puedes recurrir a calmantes fuertes, opiáceos. No debería de soportar tres intentos fallidos para una infiltración con ecografía, y encima el domingo pasado recibir un SMS diciendo que lo sienten, pero que ahora tengo que esperar un mes más. No cuidan las formas ni en precampaña electoral. Comunismo o libertad.

En tercer lugar, no tendría que pagar 600 euros al año para infiltraciones de otro tipo que no cubre la Seguridad Social, pero que necesito para mi bienestar y para poder moverme, mientras se gastan y despilfarran el dinero en todo tipo de privilegios para familias con rentas de más 100.000 euros en becas en colegios concertados privados y católicos, que reciben doble financiación a través de la CAM y de las familias. Socialismo o libertad.

Por último, la maquinaria propagandística oficial y los medios periodísticos al servicio de la CAM, regados con dinero público, nos venden la colaboración público/privada como la panacea. Este invento consiste en que te derivan a un hospital privado para hacerte una prueba a las 12 de la noche o en festivo; por ejemplo, una resonancia, como fue mi caso en dos ocasiones. En ese momento el centro privado no necesita esa maquinaria o no la está utilizando, y cobra ese servicio a precio de oro a la Comunidad, es decir, a todos los madrileños, porque encima se hace en ese horario tan extraordinario para subir más las tarifas y para darle doble uso a las instalaciones. Por la mañana dan cobertura a los pacientes del centro privado, y de noche y en festivo a los usuarios de la sanidad pública. Este procedimiento tan rentable para las empresas sanitarias privadas se hace para descongestionar la sanidad pública y tú, harta de esperar, vas corriendo y hasta agradeces que alguien se haya acordado de ti. Pero, en el fondo, te están estafando con tu servicio público y tu dinero. Y yo lo sé y acudo, y soy cómplice del sistema porque me muero de dolor. O bien te envían una carta a tu domicilio ofreciéndote una mamografía a partir de los 50 años para la detención precoz del cáncer de mama y sólo ofrecen centros privados. La libertad de Ayuso.

En definitiva, la atención primaria pública, esa que ha estado meses en huelga por la falta de financiación y por el desprecio de las autoridades autonómicas, no puede atender a la ciudadanía correctamente. Y como la atención especializada tampoco resuelve adecuadamente los problemas de salud de los habitantes de la Comunidad de Madrid, todos acudimos desesperados a los servicios de urgencias, colapsando estas instalaciones, donde no pueden responder tampoco a tus necesidades porque sólo están para urgencias, como su propio nombre indica. Y cuando tienes algo complicado o raro sólo te ofrecen dejarte ingresado con medicación intravenosa y esperar que te hagan pruebas, o bien enviarte a casa para que te cures o empeores, según los casos.

Para más inri, en el Hospital infantil del Niño Jesús tienen unas máquinas de comida basura en la puerta de sus instalaciones, que deberían estar prohibidas en todas los recintos sanitarios y educativos de la CAM y que encima la mitad de las veces no funcionan. Seguro que alguien hace negocio con esa empresa contratada que dispensa esos productos tan insanos. Y después de hospitalizar a mi hija en ese centro, con las comidas y cenas no ofrecen líquidos, es decir, nada, ni agua, sólo le suministran bebida en el desayuno: leche y zumo. Así estamos, señores, a los pacientes infantiles en la sanidad pública de Madrid, la tierra de la libertad, no les ofrecen ni agua, y nunca mejor dicho. Alguien está forrándose con las botellas de agua que compramos todos los padres de los niños ingresados.

Estamos a las puertas de una campaña electoral, donde la maquinaria propagandística hace el milagro de los panes y los peces, pero a mí no me van a engañar; llevo años soportando estas situaciones. Yo no voy a hacer campaña por ningún partido, ese no es mi objetivo, pero denuncio la realidad de la sanidad pública madrileña, que es crónica. La sanidad madrileña está en la UCI. Yo sólo emulo humilde y modestamente a mi admirado Émile Zola, en su archifamoso artículo J'accuse. Yo acuso a la Comunidad de Madrid, dirigida por Díaz Ayuso, de destrozar el sistema público de salud para beneficiar a las compañías privadas de salud, que hacen pingües negocios a nuestra costa. Y yo acuso al Partido Popular de Madrid de privatizar los servicios públicos, y en este caso el sanitario. Esta situación es insostenible e intolerable. Para los feligreses siempre tienen el recurso de “Perro” Sánchez, pero las competencias de sanidad y educación fueron transferidas a los poderes autonómicos en la etapa de gobierno del popular José María Aznar. Además, los datos objetivos son fríos y rotundos, ya que durante décadas Madrid, bajo los dirigentes del Partido Popular, ha sido de las comunidades que menos se ha gastado en sanidad por habitante de toda España hasta encabezar ese triste ranking. Y esa falta de inversión se nota y demasiado, lógicamente. Por eso los profesionales de la medicina abandonan Madrid, huyen hastiados del maltrato y de la falta de incentivos, hasta dejar vacantes hasta en las plazas de MIR.

Estoy convencida de que muchos ciudadanos de esta región han pasado por situaciones similares y peores, pero el agitprop dirá que es la mejor sanidad del planeta. Seguro que es la mejor autonomía para la sanidad privada, de eso no me cabe la menor duda. Y por eso existen tantos intereses y negocios en juego en las elecciones a la Comunidad de Madrid. Y harán todo lo legal (y no sabemos si algo ilícito o incorrecto) para que gobiernen siempre, y para que esta comunidad siga en manos del PP, la joya de la corona. Pero, dato mata relato.

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