Desigualdad económica entre mujeres y hombres: ¿qué nos propondrán los partidos?

Según los últimos datos de la AEAT, en 2013 el monto total de los salarios percibidos por los hombres fue un 54% mayor que el de los salarios percibidos por las mujeres; el de las pensiones un 48% mayor; y el de las prestaciones por desempleo un 42% mayor.

Aunque ya casi todos los partidos y gobiernos reconocen que la situación es intolerable, por mucho tiempo se alegaba que esa desigualdad se iría disipando conforme las mujeres se siguieran incorporando al empleo y aumentando su nivel de formación. Hoy está ampliamente demostrada la falsedad de esta hipótesis: las mujeres son ya el 46% de la población activa y, desde hace tiempo, tienen mayor nivel de formación que los hombres. Sin embargo, la brecha salarial no disminuye y la diferencia entre las pensiones es cada día mayor.

¿Qué hacer? En cuanto a las pensiones, la Secretaria de Empleo del PSOE responde en una reciente entrevista: “estamos pensando en que haya una especie de bonos de cotización para las personas que tienen hijos. Que cada vez que una persona tiene un hijo tenga un bono de cotización, por ejemplo, 24 meses de cotización extra por cada hijo”.

Conviene recordar, en primer lugar, que el reconocimiento de periodos cotizados por hijos/as no es ninguna novedad. En España se introdujeron en la Ley de Igualdad en 2007; se profundizaron en la reforma de las pensiones de 2011 y se ampliaron en 2015 en el Plan de Apoyo a la Familia (nótese que los sucesivos gobiernos del PSOE y del PP han coincidido en esta orientación).

Estos reconocimientos nunca han compensado la pérdida de cotizaciones de las mujeres. Es más, no han impedido que la brecha entre las pensiones masculinas y femeninas siga aumentando, por la sencilla razón de que ni siquiera llegan a compensar la mayor penalización de las lagunas de cotización que se introduce en cada reforma (para un análisis detallado, ver el Capítulo 4 del libro Desiguales Por Ley).

No es difícil ver que, aunque en el futuro la compensación fuera tan generosa como propone el PSOE ahora, dos años por hijo/a es mucho menos de lo que pierde una madre cuando tiene que retirarse del empleo, puesto que aunque sólo se retirara durante dos años su carrera ya estaría dañada. De hecho, muchas no se reintegran nunca a su profesión anterior y se quedan sin pensión contributiva a la que añadir esos dos años que eventualmente podrían serles graciosamente otorgados. ¿Quién las compensará por ello?

Estos “reconocimientos” no son una particularidad española sino que existen desde hace tres décadas en los países que han optado porque las mujeres se retiren de sus empleos cuando haya personas a quienes cuidar. Así, están en boga en Alemania o Reino Unido; pero no en los países nórdicos, donde se trata de que las mujeres tengan ingresos propios suficientes durante toda su vida. Porque en efecto, junto a otros incentivos y ante la falta de alternativas para el cuidado, estas prometidas compensaciones favorecen que las mujeres permanezcan en el hogar, sin ingresos propios y por tanto sin capacidad para decidir sobre sus propias vidas. ¿Es esa una situación ideal según los partidos que proponen esas compensaciones, aunque solamente fuera durante un par de años?

En cuanto a la brecha salarial, Mari Luz Rodríguez nos propone: “lo primero es la transparencia salarial. Las empresas estarán obligadas a hacer públicos los salarios desagregados. Por sexo y por categorías”. Además, “los comités de empresa deben tener la misma proporción que tienen las mujeres de la plantilla”. Fácil decirlo e incluso puede sonar radical. Pero estas medidas, que tampoco son ninguna novedad, no han tenido nunca ningún efecto significativo ni lo tendrán. En primer lugar, son difíciles de hacer obligatorias en entidades privadas, como la misma entrevistada reconoce. Además, en algunos organismos aislados en los que se ha conseguido publicar esas diferencias, se ha constatado una vez más que el gran problema no proviene de remuneraciones individuales diferentes por puestos exactamente iguales, aunque casos quedan, sino de que las mujeres ocupan puestos más bajos y en profesiones peor remuneradas; y eso ni tiene nada de ilegal ni es posible eliminarlo mediante una norma directa.

A pesar de la experiencia negativa, estas medidas focalizadas en reclamaciones individuales son las que se siguen aconsejando desde los gobiernos (junto a otras aún más imaginativas como días conmemorativos contra la desigualdad salarial, videos para concienciar a la población, etc.). Tampoco aquí se ve diferencia de orientación entre partidos de distintos signos políticos.

Podríamos pensar que mal no hacen estos malabarismos y estas supuestas compensaciones, pero el problema es que sirven para ocultar el verdadero origen del problema, eludiendo así la responsabilidad en su solución. Recordemos: una causa importantísima de los menores salarios y pensiones radica en que las mujeres se ven obligadas a reducir su dedicación al empleo para cuidar a criaturas y dependientes, o tienen frente a los empresarios ese riesgo, mientras que los hombres se ven libres de semejantes riesgos y obligaciones.

Para saber si los partidos y los gobiernos están dispuestos a adoptar medidas efectivas, tenemos un test elemental. Porque una condición sine-qua-non para la igualdad salarial es que los padres se ausenten de sus puestos de trabajo en la misma medida que las madres, y esto es muy fácil de conseguir: basta con concederles una prestación contributiva de la Seguridad Social que ahora se les niega por mucho que hayan cotizado: el permiso de paternidad igual al de maternidad, igualmente pagado al 100%, e intransferible para que nadie pueda quitárselo, como propone la PPIINA.

Al igual que en España el 83% de los padres se toman su permiso intransferible de 2 semanas, y al igual que en otros países, los padres se tomarían en general todo su permiso y se iniciarían efectivamente en el cuidado, sustituyendo a las madres cuando ellas volvieran a sus puestos. Si además los servicios públicos de educación infantil y de cuidado fueran suficientes, y las jornadas razonables, las mujeres podrían mantenerse en sus empleos ininterrumpidamente y así veríamos eliminada una causa importante de la brecha en salarios y pensiones.

Nadie niega estas evidencias, pero a la hora de la verdad nos despistan con medidas “imaginativas” y desiderátums como que los hombres se tomen las reducciones de jornada o las excedencias que ahora se toman las mujeres en un 80%. Los hombres no lo harán, y con muchísima razón; esas vías nos conducen a la miseria y los partidos no deberían atreverse a proponérnoslas, ni a ellos ni a nosotras.

Quizás estas reflexiones sirvan para que algún partido nos ofrezca por fin medidas efectivas para acabar con la desigualdad social y de género. Pero por favor, con planes, plazos y fechas; no más brindis al sol, no más discursos. ¡Estaremos atentos/as a los programas electorales!