El dilema de Iglesias
Después de la tormenta no siempre llega la calma. El intenso mes electoral tiene, tras los comicios, su secuela en los pactos de investidura, que se juegan a varios niveles: estatal, autonómico y municipal.
De entre todas las negociaciones, la que más cola arrastra es la definitoria del nuevo Gobierno de España, que se ha mantenido en suspenso hasta no quedar despejado todo el mapa de poder y las posibles alianzas en Comunidades y Ayuntamientos. Hoy, el tablero ya tiene encima todas las piezas y, se puede decir, empieza el juego.
En uno de los escenarios tenemos como jugadores a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias. Por la sintonía demostrada en la moción de censura, así como por la cercanía ideológica de sus partidos, podemos definirlo como el escenario principal, el que más probabilidades tiene de afectar la composición del nuevo Gobierno. Pero, para eso, son importantes las “posiciones” y los “movimientos” de cada jugador.
Las personas que estén familiarizadas con la Teoría de Juegos, enseguida identificarán esta coyuntura como caso práctico del llamado “dilema del prisionero”, un juego donde dos actores tienen que elegir entre dos opciones, teniendo en cuenta que la recompensa o el castigo están condicionados tanto por su propia elección como por la del otro actor.
Situando a los dos jugadores, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, y dibujando la matriz de posibilidades resultantes de sus potenciales elecciones, tenemos la siguiente figura. Ahora ya sólo resta analizar cada uno de los escenarios para determinar qué jugadas y qué soluciones comportan mayor recompensa o mayor castigo.
1. Ambos aceptan formar un gobierno de coalición.
En este escenario ambos jugadores acuerdan repartirse los puestos del Gobierno. Como ha reconocido Pablo Iglesias, las exigencias y el peso de Podemos serían humildes, en correlación con los resultados del 28 de abril. Y no solo, porque, aunque desde Podemos insistan en que son comicios diferentes, el último descalabro morado en las elecciones autonómicas y municipales no les ha dejado muchas bazas para negociar gobiernos regionales o locales, lo que debilita su posición. Además, fuentes de Podemos reconocen que esta opción implicaría ser más flexibles a la hora de negociar un programa conjunto de gobierno.
Se puede dar la paradoja, por tanto, de que un gobierno con presencia de Unidas Podemos tenga menos capacidad de influencia en la dirección política, arrinconado en las competencias del ministerio o ministerios que les correspondan, que no serían, en cualquier caso, aquéllos de mayor lucimiento y responsabilidad.
Por otra parte, la coalición de gobierno implica compartir éxitos y fracasos. A Unidas Podemos le tocaría asumir los traspiés del PSOE y tendría que pelear las medallas de los logros alcanzados pues, con menos peso (y menos capacidad de comunicación), parten en situación de desventaja. Una vez que se está en el Gobierno, la capacidad crítica y la disposición para romper con el aliado disminuyen. No es fácil mantener los principios y la coherencia cuando ello implica renunciar al caramelo de dirigir y gestionar un ministerio, de prescindir del poder, del glamour y de los focos.
Estos apuntes son, por el momento, hipótesis sin comprobar, pero tienen precedentes no muy lejanos en las veces en las que Izquierda Unida ha jugado un papel similar en gobiernos de coalición con el PSOE (recordemos a Valderas en Andalucía, por ejemplo) y que, basta tirar de hemeroteca y de resultados electorales posteriores, no fueron experiencias muy productivas para este partido.
2. Sánchez decide gobernar en solitario y Unidas Podemos no apoya su investidura
Por el momento, dada la declaración de intenciones de ambos jugadores, éste es uno de los escenarios más probables, y conllevaría dos resultados posibles: o bien una repetición de elecciones, o bien la entrada en escena de Rivera y Ciudadanos, pudiendo ofrecerse como alternativa a Unidas Podemos en tanto pilar de la investidura y, por consiguiente, socio preferente de legislatura.
Sin duda, la opción de Ciudadanos es la preferida por las élites económicas del país, ya sea dentro del Gobierno o condicionando sus políticas desde la oposición, como ha hecho en numerosas Comunidades Autónomas durante los últimos cuatro años. Este papel de sostén de gobiernos le ha reportado buenos resultados electorales a Rivera, que ha visto como sus papeletas han aumentado tanto el 28A como el 26M. Por su parte, este resultado condenaría a Unidas Podemos a un papel secundario para el resto de la legislatura, sin gobierno y, lo que es peor, sin la posibilidad de influir en sus decisiones.
Pero mucho peor sería una repetición de elecciones, en caso de que Rivera mantenga su palabra de no apoyar la investidura de Sánchez. Una más que probable lectura pública apuntaría a Unidas Podemos como responsable de la repetición, lo que ahondaría en su ya progresivo declive electoral. Además, supondría una nueva oportunidad para que los tres partidos conservadores alcanzasen una mayoría en el Congreso, habida cuenta de la dificultad de repetir la gran movilización del voto progresista de las últimas Generales y la tendencia observada en las Autonómicas y municipales.
3. Iglesias acepta un gobierno en solitario de Sánchez y éste lo rechaza
Este escenario es tan irreal como un unicornio. Por tanto, no merece la pena analizarlo.
4. Iglesias acepta un gobierno en solitario del PSOE
Esta es la opción preferida por el PSOE que, como ganador de las dos últimas citas electorales, es el jugador con una posición más fuerte sobre el tablero. De hecho, iniciando el juego con este movimiento, condiciona al otro jugador, a sus movimientos y a los posibles premios y castigos que puedan recibir.
Aun así, la posición de Unidas Podemos es buena en este escenario. Podrían pactar un programa de gobierno ambicioso para condicionar su apoyo a la investidura, algo que estaría bien visto por el electorado de izquierdas, más interesado en políticas efectivas que en quién se sienta en qué sillón. Iglesias ofrecería una imagen generosa, renunciando a cualquier puesto a cambio de conseguir logros en políticas sociales, evitando la repetición de elecciones o que Ciudadanos recobre cualquier papel protagonista.
Al no formar parte del Gobierno, nada ata a Unidas Podemos a la hora de fiscalizar su acción. Si no cumplen con el pacto de investidura –algo bastante fácil de evaluar a través del acuerdo que firmen– puede retirar su apoyo, colocando al PSOE como responsable, por incumplimiento, de un hipotético adelanto electoral. Además, como ya sucediese con la moción de censura o con el aumento del Salario Mínimo Interprofesional, Unidas Podemos estaría en posición de anotarse todos los avances sociales alcanzados, fruto de su acuerdo de investidura y de sus votos en la Cámara.
Si el Gobierno de Sánchez traicionase el espíritu del pacto y alcanzase acuerdos con los partidos de la derecha para aprobar políticas públicas impopulares, Unidas Podemos siempre podría desmarcarse, y quedaría a salvo del probable castigo electoral que, previsiblemente, caería a espaldas del PSOE y, ya de paso, beneficiaría al partido morado de cara a las siguientes elecciones.
El Dilema del Prisionero es una variante dentro de la Teoría de Juegos que se caracteriza por su iteración, es decir, porque se juega repetidamente, por lo que, al repetir el juego, cada jugador puede castigar al otro por sus movimientos anteriores. Existe, por tanto, un incentivo para cooperar y no defraudar bajo la amenaza del castigo.
En términos electorales, el juego que aquí planteamos es una continuación de juegos anteriores y un prólogo de juegos venideros. Por eso, a la hora de escoger jugada, Iglesias debería tener en cuenta qué movimientos efectuó en el pasado y qué consecuencias tuvieron para su partido y para la sociedad.
Tras las elecciones de diciembre de 2015, Podemos recibió multitud de críticas por plantear, a las bravas, los ministerios que debía ocupar en un gobierno de coalición con el PSOE. La posterior huida de Sánchez para pactar con Rivera, el voto negativo de Podemos a esa investidura y la consiguiente repetición de elecciones, fueron el inicio de la pérdida sistemática de votos de Podemos en cada contienda electoral. Por tanto, a tenor de los escenarios y de los resultados que hemos analizado, de las jugadas realizadas en el pasado y de los premios y castigos recibidos y por recibir, la opción más inteligente para Iglesias sería aceptar un gobierno en solitario del PSOE, basado en un acuerdo de investidura sostenido sobre políticas progresistas. En la teoría del Dilema del Prisionero, esta jugada se llama “maximin”, y consiste en elegir la opción que, minimizando los riesgos (pacto con Rivera o repetición de elecciones con descalabro electoral), maximiza los premios (aprobar políticas sociales y mantener un papel protagonista durante la legislatura).
No optar por esta opción sería profundizar aún más en la crisis de Unidas Podemos y situar al país y a su gente en una situación límite y de riesgo. Entonces, habría que buscar otras causas y motivaciones que justificasen un comportamiento, a priori, irracional, y podría pasar que, en la búsqueda de la gloria, Iglesias acabase prisionero de su propia obstinación.