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Doble lealtad

Palestinos evacuando el norte de Gaza tras el ultimátum del ejército israelí.
14 de octubre de 2023 22:26 h

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A los israelíes que protestamos contra la ocupación de Palestina se nos señala a menudo por nuestra “doble lealtad”, por querer ser fieles a ambos lados a la vez. Yo llevo escuchándolo desde que, hace años, me negué a hacer el servicio militar obligatorio y cumplí pena de cárcel. 

Sé que es una acusación, pero realmente es muy parecido a lo que siento estos días. No se trata de ambigüedad, ni de equidistancia, sino más bien de un sentimiento devastador.

Esta mañana, en el mercado de Mahané Yehuda, el más grande de Jerusalén, un músico callejero cantaba 'Am Yisrael Jai' ('El pueblo de Israel vive'), un himno de solidaridad judía. El mercado estaba casi vacío y una mujer le contaba a su amiga que el puesto de verduras donde compran habitualmente estaba cerrado porque al dueño no le habían dejado abrir. Todas las tiendas propiedad de árabes tenían las persianas echadas. En una calle cercana, varias familias bajaban de sus coches y llamaban vacilantes a la puerta de una casa. La mayoría lloraba, los demás guardaban silencio con una tristeza difícil de explicar. Estaban visitando a los parientes de un israelí muerto en los ataques. En mi móvil aparecía el vídeo de un trabajador de la limpieza golpeado en el centro de la ciudad por ser palestino.

“Doble lealtad” es ver esto y aquello con lágrimas en los ojos.

Llevo una semana hablando con amigos de Tel Aviv que no saben si sus familiares están muertos o secuestrados y compartiendo la impotencia y el miedo. Y también intercambio mensajes con un amigo de Gaza, que me cuenta que cada noche es la más aterradora y larga de su vida y que pasa las horas calculando las posibilidades de que sus hijos se levanten vivos a la mañana siguiente.

“Doble lealtad” es dejar que se rompa el corazón tanto de uno como del otro lado.

Es sentir la necesidad de ir a donar sangre y preparar cestas de alimentos para los pueblos del sur de Israel, y también la de salir a hacer de escudo humano a la aldea cisjordana de Susya, donde los colonos judíos amenazan con fusilar a cualquier pastor palestino que se atreva a moverse.

Puede que lealtad no sea la palabra adecuada. Es doble dolor, doble amor y desamor, doble cuidado. Es reconocer la humanidad de todos. Qué difícil y agotador es tener humanidad aquí. Parece que una y otra vez el mundo te pide que te rindas, que elijas un bando, casi no importa cuál. Simplemente escoge y reduce a la mitad el dolor que sientes. Siéntete parte de un grupo y menos sola en todo esto.

Como si eso fuera realmente una opción. Como si no entendiéramos que nuestros dolores son desiguales, pero están entrelazados.

Intento entender por qué escribo esto más allá de explicar la sensación de tener dos mundos que parecen tan contradictorios desde fuera y se sienten tan iguales desde dentro. Creo que la verdadera razón es que, de alguna manera desgarradora, también lo siento como el único optimismo que puedo albergar en este momento. Un optimismo que se basa precisamente en que es posible la mal llamada “doble lealtad”. Y este dolor que sentimos es probablemente la única esperanza que queda en este lugar del mundo.

(Traducción y adaptación de Anxela Iglesias)

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