No es la economía, estúpido, es la vida
¡Es la economía, estúpido! La frase que acuñó el jefe de campaña de Bill Clinton le llevó en 1992 a la Casa Blanca frente a su opositor George Bush (padre), que alardeaba de patriotismo por los éxitos de la política exterior por el fin de la guerra fría y el conflicto del Golfo Pérsico. Aquello fue algo más que una frase; supuso el inicio de las políticas neoliberales modernas donde el Estado se quedaba en segunda fila del gasto público y le pegaba una patada hacia delante al sector privado para que hiciera y deshiciera a su antojo. Lo pagamos todos más tarde, en 2008, con la crisis financiera que habían provocado las entidades financieras y los fondos de inversión que se envenenaron con sus propios productos tóxicos. Sé que es un resumen muy simplista, pero en eso está la esencia de lo que nos pasa en esta crisis sanitaria.
Los gobiernos e instituciones de los países capitalistas están llegando tarde y con excesivo proteccionismo hacia los sectores financieros que sufrieron la crisis pasada.
Trump ha tenido que ver cómo los muertos se amontonaban en frigoríficos en las calles de Nueva York para ser consciente de la pandemia a la que se enfrentaba y ordenar que la General Motors fabricase respiradores, además de soltar unos cuantos millones de dólares, que a lo mejor hubieran estado mejor empleados mucho antes para darles una buena sanidad pública a los norteamericanos, que se mueren en la calle porque no pueden pagar la cuenta millonaria de un hospital. Aquí, en Europa, nuestros gobernantes están más preocupados por la recuperación económica que por la de la salud de los ciudadanos y no son capaces de alcanzar un acuerdo para financiar conjuntamente (mutualizar la deuda le llaman) el coste de este virus para los europeos.
Está claro que en Europa hay países de primera y de segunda, no solo porque vayan a velocidades distintas sino porque los que más tienen menos están dispuestos a ceder, no vaya a ser que se contaminen tan rápido como lo hace este coronavirus.
Algunos, los que son de segunda, tienen miedo a que vuelvan los 'hombres de negro' y que en el rescate perdamos nuestra identidad y hasta parte del territorio. No se quieren dar cuenta que lo que está en juego es la vida.
En nuestro país costó llegar a la decisión de cerrar la actividad económica, la llamada no esencial. La ministra Calviño no lo veía claro hasta que entendió que la economía que defiende es secundaria frente a la salud. Sin vida no hay economía.
Las medidas económicas que se han adoptado se han aplicado a cuentagotas para que las dosis fueran asumibles para los intereses económicos. Detrás de ellas había unos científicos, a los que habíamos ninguneado con presupuestos de investigación escasos y que convencieron al gobierno de que o se paraba de golpe o se morían decenas de miles de ciudadanos. Ellos han sido los verdaderos artífices e impulsores de esas medidas, tomadas a costa de generar una recesión económica mayúscula.
Muchos tenemos familiares y amigos contagiados por el coronavirus, también los miembros del gobierno se han visto afectados. Los de este y los de todos los países , a lo mejor menos los de Holanda o Alemania, no lo sé, pero todos vemos cómo va a afectar esto a nuestro futuro más allá de la salud. Nada será lo mismo en nuestras vidas, pero dudo que, pasado el tiempo, los que rigen el destino económico del mundo aprendan la lección y relativicen las primas de riesgo, primen el bienestar y la salud de los ciudadanos frente a la competencia de los mercados, acaben con los que no se solidarizan con los impuestos permitiendo que los eludan en paraísos fiscales y mantengan el estatus de aquellos que siguen fabricando productos financieros tóxicos que acabarán, como el virus, contagiando a todos los ciudadanos.
Hay que dedicar todos los recursos, todos los esfuerzos a proteger a los ciudadanos: Los bancos, que fueron rescatados por todos nosotros, los fondos de inversión que se quedaron con las viviendas sociales de nuestro país, el dinero que atesoraron los corruptos que nos robaron, las empresas que están eximidas de pagar impuestos en nuestro país porque lo hacen desde Irlanda o los que simplemente defraudan a Hacienda o se instalan en paraísos fiscales, son los primeros que tienen que ponerse en la fila de los contribuyentes. Nosotros ya estamos en primera línea, lo venimos pagando con nuestros impuestos y ahora que el virus nos impide trabajar con normalidad a millones de autónomos, asalariados , pequeños y medianos empresarios, tenemos que reclamar con contundencia que los que nos gobiernan dejen de pensar primero en la economía. Ya remontaremos esta situación con nuestro esfuerzo y sería deseable que con la de todos los insolidarios. Es nuestra salud la que está en juego. Es la vida estúpidos, también la vuestra ¿No lo veis?
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