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Las energías renovables, en la diana de la derecha radical

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En ocasiones España parece un país de excepciones. Cuando en toda Europa existían partidos de extrema derecha, en España nos vanagloriábamos de no tenerlos. Sin embargo, en 2018 y 2019 la excepción española llegó a su fin, probablemente porque nunca fue reflejo real de la sociedad sino una realidad política coyuntural. Al final las dinámicas europeas nos alcanzaron, igual que sucedió en Portugal.

Otra excepción aparente es que, en España, la oposición a las energías renovables parece provenir más de ciertos grupos de izquierda que de la derecha radical, al contrario que pasa en el resto del mundo. En Francia, por ejemplo, es el partido de Marine Le Pen el principal opositor a las renovables. En Italia ha sido el gobierno de Meloni quien ha limitado la instalación fotovoltaica en tierras de cultivo, algo que también pretendieron hacer los conservadores británicos al final de su mandato. En Alemania la AfD es fuertemente anti-eólica, al igual que el PiS en Polonia o el propio Trump y los republicanos más radicales (como el gobernador de Florida) en los EEUU. 

En mi opinión, en este caso también existe una apariencia de excepción que, con el tiempo, veremos que no es tal. Los partidos de derecha radical en todo el mundo actúan bajo una misma estructura ideológica que se basa en una batalla cultural sin cuartel y en el pensamiento conspirativo de que hay un “globalismo” que quiere acabar con las naciones para imponer las ideas de la Agenda 2030. Muchas de las declaraciones de conocidas figuras de ese espectro ideológico inciden habitualmente en estas ideas, pero como las energías renovables no son por ahora uno de los principales pilares de su batalla cultural en España y como nos parece que la oposición se concentra en las plataformas y en el movimiento que se expresa bajo el eslogan “renovables sí, pero no así”, tenemos una percepción errónea de la situación.

De hecho, el propio movimiento de oposición local a las energías renovables es mucho menos romántico y desinteresado de lo que la gente suele pensar. En muchas ocasiones los líderes de la oposición a proyectos renovables son empresarios de otras actividades económicas que han patrimonializado el territorio y que no quieren compartirlo con otra actividad; en otras, son políticos de la oposición al gobierno municipal y casi siempre hay gente que nada tiene que ver con el ecologismo o movimientos anti-capitalistas. Piensen, por ejemplo, que Cayetano Martínez de Irujo es una de las figuras destacadas del rechazo a una planta solar en Córdoba, donde el duque de Arjona posee 210 hectáreas.

Un ejemplo de esta realidad la vemos en una iniciativa que se llama SOS Rural, que se ha dado a conocer estas últimas semanas gracias a una agresiva campaña de contenidos promocionales en redes sociales que ha consistido básicamente en soltar bulos sobre las energías renovables. Bulos como decir que no hay ecosistema más degradado que los que han sido “afectados” por plantas renovables, que donde se instalan plantas solares no vuelve a crecer nada en décadas, que nos vamos a quedar sin alimentos por culpa de la instalación de renovables o barbaridades de este estilo. Incluso tienen un video infame y repugnante en el que se insinúa que la gente enfermará si eso pasa porque acabaremos comiendo alimentos importados que contienen “tóxicos y transgénicos”, mostrando una imagen de un niño enfermo de cáncer en un hospital. 

Esta campaña no se ha centrado solo en redes sociales. Hace unos días vimos en este mismo periódico una noticia titulada 'SOS Rural: La falta de regulación en las placas solares esteriliza el campo y aumenta el riesgo de incendios', información que era un teletipo de la agencia EFE y que eDiario.es replica automáticamente. La información era puro bulo, las instalaciones solares ni tienen falta de regulación ni esterilizan nada, siendo parte de la campaña de desinformación masiva de este movimiento. Los periodistas de eldiario.es lo retiraron en cuanto fueron conscientes de su publicación bajo su cabecera. Lamentablemente, muchos medios no actúan de la misma manera y podemos encontrar bulos de este estilo de forma permanente en muchos de ellos.

SOS Rural también habla de “políticas globalistas” y usa el mismo lenguaje conspirativo de la derecha radical de todo el mundo. Sus métodos propagandísticos basados en el miedo, el bulo y la mentira, imitan al de esta familia política. Es un movimiento nacido al calor de intereses económicos agrarios que representa claramente el ejemplo de un ruralismo de derecha populista similar al de otros países. Pero nos equivocaremos si pensamos que este es un caso aislado. Cada vez aparecen más movimientos “ambientalistas” o “ecologistas” que, declarándose apolíticos, compran las teorías conspirativas sobre la Agenda 2030, atacan las energías renovables como una agresión al mundo rural o defienden un agrarismo que ataca las regulaciones medioambientales que provienen de Bruselas.  

Lo más desesperante de todo esto es que los bulos y la desinformación que usan estos movimientos de derecha conspirativa contra las energías renovables son los mismos que llevan años difundiendo sectores minoritarios del ecologismo y el anti-capitalismo en España, y que a su vez copiaron de movimientos anti-renovables nimbystas y de derecha radical de otras partes del mundo. Se ha creado un caldo de cultivo durante años que ahora estos movimientos populistas utilizan para sus fines.

Que la derecha radical acabará capitalizando la oposición a las energías renovables también en España es algo que pueden dar por seguro. Es simplemente cuestión de tiempo y lo hará por dos razones fundamentales. La primera es porque solo desde el negacionismo o el retardismo climático es posible oponerse al desarrollo de energías renovables, y por eso la derecha radical ofrece un marco mucho más sólido y sin contradicciones a diferencia de la izquierda que se opone a las renovables, que solo se sostiene en la divagación y en el ilusionismo argumental. La segunda razón es que casi todas las tendencias internacionales acaban penetrando en España, con más o menos retraso, pero lo hacen. Nuestras dinámicas políticas propias centro-periferia, con una capital quizá menos progresista que en otros países y unos territorios con sentimientos nacionales propios que idealizan y romantizan el paisaje puede que nos esté haciendo llegar tarde a este alineamiento político, pero sin duda las dinámicas internacionales se impondrán. 

Es importante leer bien la realidad de nuestra época. La transición energética, con las energías renovables en el centro, está en el corazón de la batalla política de nuestro tie6mpo. Estas políticas son atacadas por actores internacionales como la OPEP, por intereses económicos que disfrutan de una posición privilegiada o cómoda en el mundo fósil y, además, están en el punto de mira de la derecha radical de todo el mundo, que las combate como parte de la batalla cultural contra el ecologismo, el globalismo y las políticas basadas en la ciencia y en la evidencia. 

Lamentablemente, hay movimientos radicales que basados en pulsiones anti-capitalistas y tecnófobas que le están haciendo el trabajo sucio a aquellos que niegan la ciencia y cuya propuesta política es volver al pasado. Espero que ver estas campañas masivas, con mucho músculo financiero detrás y objetivos políticos evidentes, haga replantearse a alguna gente la deriva obstruccionista y retardista en la que están instalados.