La enfermedad de Lyme en fase crónica: pacientes sufriendo desde la controversia

Jordi Moya

doctor en Ciencias Biológicas por la Universitat Autònoma de Barcelona —

-La medicina convencional defiende mayoritariamente que la enfermedad de Lyme, que suele ser transmitida por la picadura de una garrapata, se cura totalmente con el suministro de antibióticos durante tres-cuatro semanas.

-Sin embargo, cada vez es mayor la evidencia y el número de afectados con síntomas severos que perduran (y empeoran) varios años tras el tratamiento convencional, llegando incluso a quedar discapacitados.

-Además, se sospecha que esta enfermedad podría ser transmitida tanto de madres a hijos, como sexualmente, y de hecho se ha encontrado la bacteria Borrelia tanto en fluidos seminales como vaginales de pacientes afectad@s.

El 19 de mayo, dentro del mes internacional de la lucha contra el Lyme, la Asociación Lyme Crónico España (ALCE) va a realizar un acto reivindicativo en Madrid durante esa fecha, así como entrevistarse con el Ministerio de Sanidad.

Cuando la gente nos pregunta a los biólogos si hay arañas venenosas en nuestro entorno, y si son peligrosas para los humanos, tenemos una respuesta clara: ¡Los animales más peligrosos de la Península Ibérica, con diferencia, son las garrapatas!

Esta afirmación se basa en el hecho de que hay una serie de síntomas muy diversos en personas picadas por garrapata que pueden ser explicados por hallarse en la llamada fase crónica de la enfermedad de Lyme, que con frecuencia se asocia también a otras co-infecciones causadas por estos ácaros.

La enfermedad recibe su nombre de la villa de Lyme, en el Estado de Connecticut (EEUU), en dónde, junto a otras dos villas, hubo un grupo relativamente grande de afectados que llevó a su descubrimiento a mediados de los años 70.

Sin embargo, existen citas y descripciones de picadura de garrapata y síntomas desde finales del siglo XVIII, e incluso se ha secuenciado el ADN de una de las bacterias causantes, la espiroqueta Borrelia burgdorferi, de Ötzi, el hombre de Similaun, una momia de 5300 años de edad encontrada en los Alpes. Siendo este, por tanto, el enfermo más antiguo conocido.

La principal garrapata que transmite esta enfermedad en la Península Ibérica es Ixodes ricinus, común en la inmensa mayoría de la geografía española. Según parece, la garrapata tiene que haberse enganchado durante más de 24h para que la bacteria pueda migrar del tracto digestivo al interior del torrente sanguíneo del ser humano (aunque al parecer existen datos que sugieren que esto puede ocurrir más rápido), por lo que una buena manera de prevenir el contagio es inspeccionarse todos los rincones del cuerpo al volver del campo, de pasear al perro, etc. Y con muy buen ojo, pues las ninfas de esta garrapata ¡pueden medir menos de 1 mm de longitud!

Una medida de seguridad básica para zonas endémicas conocidas consiste en llevar mangas largas y pantalones largos, así como precintar la entrada por tobillos y muñecas, utilizando algún tipo de malla o cinta que evite la entrada de las garrapatas. También ponerse los calcetines por encima de los pantalones, y la camiseta siempre por dentro de éstos últimos.

Los síntomas de la enfermedad dependen de en qué fase de esta nos encontremos, existiendo tres fases reconocidas por toda la comunidad médica: temprana, diseminada y tardía. La fase temprana se caracteriza por la aparición de círculos concéntricos rojos alrededor de la picadura (Erythema migrans) (70-80% de los casos) y la posible aparición de malestar, fiebres, dolores de cabeza y dolores musculares, como en una gripe.

En la fase diseminada (desde días hasta semanas), la bacteria se esparce por el cuerpo y en pacientes no tratados puede incluso penetrar dentro del sistema nervioso causando neuroborreliosis (15-20% de los casos), originando un tipo leve de meningitis, parálisis facial, rigidez del cuello, y sensibilidad a la luz y una encefalitis leve que puede llevar a cambios en el humor, problemas para dormir, y llegando incluso a afectar al ritmo cardíaco

En la fase tardía, pasados varios meses, los pacientes no tratados pueden desarrollar síntomas severos que afectan al cerebro, los nervios, los ojos, las articulaciones y el corazón, pudiendo llegar a la discapacitación del enfermo. La encefalomielitis puede afectar al comportamiento, llegándose en algunos casos a diagnosticarse enfermedades psiquiátricas.

Además, las garrapatas suelen transmitir más de un patógeno a la vez (ej. Babesia, Bartonella, Coxiella, Ricketsia), y en muchas ocasiones los pacientes son portadores de más de un patógeno, lo que dificulta muchísimo tanto el diagnóstico (por la diversidad de síntomas), como el tratamiento.

El diagnóstico de la enfermedad es sencillo si se produce el Erythema migrans, se ha observado una garrapata enganchada durante más de 24 horas (ej. desde que volvimos del campo y claramente hinchada por la ingestión de sangre), y se han producido fiebres, etc. El problema principal viene cuando esta fase aguda no existe y la enfermedad avanza sin ser tratada.

En dichos casos, y si el médico no tiene la enfermedad presente, se lleva el diagnóstico fácilmente al cajón desastre de lo psicosomático. Además, en fases avanzadas, los síntomas se pueden confundir con los de la esclerosis múltiple, artritis reumatoide, fibromialgia, lupus, enfermedad de Crohn…, lo que dificulta en mucho el diagnóstico. No en vano se le ha llamado a la enfermedad la gran imitadora.

El tratamiento convencional consiste en el suministro de antibióticos, no recomendándose prolongarlo por más de 28 días, pues la medicina convencional descarta que administrarlo durante más tiempo sea efectivo.

La controversia sobre esta enfermedad viene dada por la aceptación o no de una fase crónica, en que la bacteria estaría afectando al/la paciente de por vida a pesar de haber sido tratado/a. Según la medicina convencional, dicha fase no existiría, y los síntomas serían, a lo sumo, secuelas de una infección pasada. Sin embargo, la asociación internacional para los enfermos crónicos de Lyme (ILADS), incluye a médicos de todo el mundo que postulan claramente que sí existe esta fase crónica.

Contrariamente, la CDC americana, el organismo oficial para controlar la transmisión de las enfermedades, no acepta dicha fase. De hecho, y curiosamente, la fase crónica se describe perfectamente en la Wikipedia en español pero no aparece como aceptada en la Wikipedia en inglés. Además, existen incluso artículos bastante agresivos en revistas prestigiosas de medicina que atacan contundentemente a algunos facultativos a los que llaman analfabetos sobre la enfermedad de Lyme.

No obstante, también existen artículos científicos recientes que muestran evidencia y discuten la existencia y las consecuencias de dicha fase crónica (ver aquí y aquí), y la propia ILADS ofrece una lista de 700 referencias de artículos en revistas que utilizan la revisión por pares que apoyarían su existencia. En la fase crónica, los pacientes pueden llegar a tener síntomas muy diversos que llegan a ser severos, y su calidad de vida empeora con los años.

Dichos pacientes llegan a tal desesperación que la mayoría dan vueltas de facultativo en facultativo sin conseguir una respuesta que explique su empobrecido estado de salud, y lo más importante: ningún diagnóstico.

Afortunadamente, existen facultativos sensibles a este tipo de dolencias, incluso en España. Este grupo de terapeutas utiliza todos los métodos a su alcance (convencionales y de medicina complementaria) para ayudar a estos pacientes. Y si bien una curación completa (la ansiada remisión), es improbable, sí consiguen contribuir a mejorar los síntomas y la calidad de vida de los afectados.

Los científicos y médicos que abogan por la existencia del Lyme crónico esgrimen el argumento de que la Borrelia, una espiroqueta (bacteria con forma de berbiquí) tiene una alta capacidad de penetrar en diferentes tejidos dónde los antibióticos no podrían llegar de forma fácil. Además, también defienden (y han documentado in vitro) que estas bacterias, como muchas otras, tienen una fase de biofilm, en la que se rodearían de un mucílago impenetrable a los antibióticos, lo que demostraría la existencia de esta fase crónica.

La potencialidad de caer en una fase crónica sin ser detectada la Borrelia sería muy superior si se demuestra la sospecha de que podría transmitirse de madres a hijos, como aseguran algunos defensores de la fase crónica. O incluso por transmisión sexual, dado que recientemente se han encontrado las bacterias en los fluidos seminales y vaginales de personas afectadas. De hecho la Borrelia es una espiroqueta, como Treponema pallidum, causante de la sífilis y neurosífilis.

La Península Ibérica no se halla libre de la enfermedad que nos ocupa, y unos cuantos enfermos crónicos fundaron la Asociación Lyme Crónico España (ALCE) hace algunos años con el fin de dar apoyo a los enfermos, así como concienciar a las instituciones y al público en general sobre la existencia de esta enfermedad. El número actual de enfermos en España se desconoce, pero es muy posible que haya un elevado número de personas que no han sido diagnosticadas.

Uno de los problemas en el diagnóstico de la enfermedad de Lyme es que las pruebas analíticas pueden ser poco concluyentes. ALCE, en colaboración con una clínica privada y el autor de este post, está elaborando un informe basado en una encuesta a 150 pacientes que tienen síntomas y pruebas analíticas consistentes con la enfermedad de Lyme. Para elaborar dicho informe se están analizado estadísticamente los datos, y los resultados preliminares sugieren que hay asociaciones entre las pruebas analíticas de varias infecciones por garrapatas y la diversidad y severidad de los síntomas de los pacientes. Esto puede constituir un gran paso para avanzar en el conocimiento de las enfermedades transmitidas por garrapatas y su potencial cronicidad.

Pero, ¡No se asuste! Seguramente no estamos hablando de una pandemia. Es muy posible que garrapatas portadoras de estas enfermedades ya le hayan picado y a Vd. no le afecte. La hipótesis más plausible es que existe una base genética que haga a las personas portadoras de ciertos genes más propensas a desarrollar los síntomas de dicha enfermedad. Pero en cualquier caso, debemos avanzar en su estudio y sobre todo poder prevenir de forma temprana más contagios. Es sumamente importante que avance el conocimiento sobre esta enfermedad, y para ello se necesita investigar mucho más y de manera multidisciplinar.

Acabaremos este post con una advertencia a aquellas personas que tras leer esto, crean que la enfermedad de Lyme pueda ser la causa de todos sus males. Es verdad que tenemos muy buenos profesionales en nuestro país que ponen todo su empeño en contribuir al bienestar del paciente respecto a esta enfermedad, y todo ello es altamente loable teniendo en cuenta la controversia que la rodea. Sin embargo, les aconsejamos que antes de buscar un diagnóstico, o de tratarse, intenten informarse bien sobre el nivel de profesionalidad y grado de conocimiento sobre la materia de los distintos facultativos, así como de sus propias posibilidades de mejora.

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