Vivimos en una época en la que la deuda se ha convertido en un instrumento esencial de dominación. Nos sucede a pequeña escala, en la vida de cada persona, con créditos para comprar una casa, para pagar el coche o los estudios universitarios. Pero también afecta a las empresas y, cómo no, a los Estados, cuya deuda pública no ha cesado de aumentar desde el fatídico 2008.
Toda deuda conlleva el pago de unos intereses, el precio que hay que pagar por acceder a la financiación. El beneficio que obtienen las entidades a cambio de prestar dinero. Estos intereses pueden ser de dos tipos: un porcentaje fijo, pactado al inicio del préstamo, o un interés variable que, en teoría, puede oscilar favoreciendo unas veces al deudor y otras al acreedor.
El Euribor ha sido, desde el año 2000, el principal índice de referencia para intereses variables en el mercado de préstamos europeo. Su cálculo se basaba en las operaciones de préstamo que se hacían entre sí los bancos integrantes de una cosa llamada Federación Bancaria Europea (EBF). Del juego de la oferta y la demanda debería salir un tipo medio que reprodujese un valor indicativo de cuánto les cuesta a los bancos adquirir unos capitales que luego prestarán a particulares, empresas y Administración Pública. Pero, ¿qué sucedería si ese mercado no existiese y los bancos pudiesen influir sobre el tipo de interés resultante?
Esta pregunta fue la que nos llevó a investigar los mecanismos que llevaban a publicar, a diario, un tipo de interés que afecta a millones de personas en España y en Europa, que condiciona toda su existencia. Después de años de pesquisas, la hipótesis que lanzábamos, que no hay mercado y que el índice estaba siendo manipulado, fue confirmado por la propia Comisión Europea, que impuso sanciones multimillonarias a algunos de los bancos más importantes del continente.
Y aunque eso fue una victoria, nos quedamos insatisfechos, pues sospechamos, por un lado, que las sanciones no llegan a cubrir todos los beneficios que los bancos han podido amasar a raíz de la manipulación. Por otro lado, las autoridades y los supervisores se apresuraron a negar que dicha manipulación afectase a los particulares, cerrando la puerta a las acciones judiciales que cualquier persona pudiera emprender para denunciar que los intereses que paga por su hipoteca, por ejemplo, habían sido manipulados.
Durante estos años hemos interpuesto numerosas demandas y oposiciones a ejecuciones hipotecarias, alegando que la manipulación del Euribor suponía una práctica abusiva que, en los primeros años de la crisis, había elevado artificialmente los intereses de millones de contratos. Precisamente, esos primeros años de la crisis y esa subida de las hipotecas abocaron a mucha gente a perder su casa, convirtiendo el problema de la vivienda en España en un asunto de primera magnitud.
Pues bien, por fin, acabamos de obtener la primera sentencia de un juzgado de lo Mercantil desdiciendo la versión oficial de la Comisión Europea, de los supervisores y de la banca, afirmando que la manipulación del Euribor sí ha afectado directamente a los particulares y a las empresas (se ha olvidado mencionar a las Administraciones Públicas, pero también se han visto perjudicadas). La sentencia, además, admite la posibilidad de devolver la parte de los intereses indebidamente cobrados, si bien no se atreve a formular un cálculo preciso, y es que nos encontramos ante un problema de una dimensión económica gigantesca, como bien reconoce la sentencia, en el que millones de personas estarían legitimadas para reclamar responsabilidades económicas a los bancos, produciendo una catástrofe (sic) para todo el sistema bancario.
Esta argumentación, que es la que se ha sostenido desde el establishment para las cláusulas suelo, está orientada a salvar de la tragedia a la banca, alegando un posible desorden económico global de proporciones incalculables. Estamos seguros de que, ante la previsible proliferación de demandas y sentencias por la manipulación del Euribor, los altos tribunales, los Bancos Centrales y gran parte de la clase política intentará frenar la devolución de todo el dinero estafado, alegando la salud de los bancos.
Lo que a nosotros nos parece ya una realidad es que ha quedado demostrado que salvaguardar la salud de los bancos supone, directamente, acabar con la salud de la gente. El rescate bancario, las cláusulas suelo, las preferentes y ahora el Euribor han demostrado que el sector financiero y bancario subsiste y se enriquece a base de empobrecer y acabar con la dignidad y la vida de las personas. Por eso no nos produce ningún sentimiento de pena, de compasión y de solidaridad con la banca, puesto que su supervivencia se produce a costa de nuestra salud y nuestro bienestar.
Así, animamos a todo el mundo a que siga presionando, por todas las vías posibles, para reivindicar que el centro de la vida política y de la economía es la sociedad, no la banca, y que no vamos a seguir pagando las consecuencias de un sistema criminal y desbocado.
Que caiga la banca antes que la gente.