¿Excepción ibérica o marginalismo marginado?
La excepción ibérica a los precios de la electricidad ya está en el BOE, en espera de la carta formal de aprobación por la Comisión Europea. Tras meses de frenética diplomacia europea, los Gobiernos de España y Portugal logran un gran éxito político que sobre el papel parecía imposible: convencer a la Comisión Europea y a los otros países miembros de que los consumidores ibéricos paguen la luz a la mitad de precio que los alemanes y a un tercio de los franceses. Los consumidores de la Península Ibérica dejarán, dentro de pocos días, de pagar el agua a precio de champagne. O, mejor dicho, de pagar la energía limpia a precio de energía sucia.
La subida de los precios del gas tras la recuperación del consumo post COVID –y no tanto la guerra de Ucrania, pues el gas está ahora casi a los mismos precios que antes de la invasión de Ucrania– ha supuesto multiplicar por cuatro el precio de la electricidad en menos de 12 meses. Esto se explica por el llamado “sistema marginalista”, mediante el cual el precio de la luz es el de la tecnología más cara entre las que hayan sido aceptadas. Es decir, las energías baratas y no afectadas por la subida del precio del gas (renovables, hidráulicas y nucleares) cuestan lo mismo que las caras (gas, cogeneración). Esto se explica, en parte, porque, aunque haya distintos costes de generar electricidad, el producto final es exactamente el mismo, así que la teoría económica pone las distintas tecnologías en fila a competir y asegurándose de que para cada hora solo se casen las tecnologías más baratas. Sobre el papel, parece lógico.
El problema viene por el hecho de que el mix energético actual arroja precios muy diferentes entre unas y otras tecnologías. En muchos casos, si en esa cola de tecnologías de generación eléctrica se cuela una unidad de gas, el precio se va por encima de los 200 EUR/MWh. Por el contrario, si en una hora concreta no entra nada de gas, y solo nos abastecemos con energía solar, eólica, hidráulica y nuclear, el precio se puede ir por debajo de los 5 EUR/MWh. Claramente, esto no tiene sentido. Es absurdo pagar el 100% de la energía a 200 EUR/MWh porque haya un 1% que valga ese precio, igual que es absurdo pagar a 5 EUR/MWh la energía solar o la eólica, cuyos costes están en torno a 25-30 EUR/MWh y con esos precios nunca podrían amortizarse. Esto no quiere decir necesariamente que haya que eliminar el sistema marginalista, pero seguramente sí que reformarlo, porque no hay creyente del marginalismo que pueda justificar el sobrecoste de pagar la nuclear o la hidráulica a precios de gas. Iberia será la prueba piloto.
Dentro de pocos días, en Iberia, el gas, el carbón y la cogeneración se pagarán al precio de la luz que salga de aplicar el marginalismo sin intervención alguna, y al resto de tecnologías se les pagará, como máximo, al precio de la luz que resultara si los ciclos combinados ofertaran la luz comprando gas a 40 EUR/MWh (cifra que en 6 meses aumentará de 5 en 5 EUR/MWh mensuales hasta llegar a los 70 EUR/MWh) lo que arrojaría un precio de la luz en torno a 130 EUR/MWh. Esto hará que solo un % (entre el 10 y el 30% presumiblemente, según la hora) de la energía se pague a precios caros, mientras que el resto se pagará a precios aún caros –130 EUR/MWh es un precio que aún triplica los precios habituales– pero muy inferiores a los actuales. Y, sobre todo, se pone un techo de precio por lo que pueda pasar este invierno en el terreno geopolítico, de forma que los consumidores ibéricos ya no tendrán que estar tan pendientes del sátrapa ruso.
¿Por tanto, cómo queda la cosa para ti, paciente lector? Si tienes tarifa variable, tu factura debería reducirse, porque pagarás el MWh más barato, aunque por el contrario tendrás que abonar el sobrecoste de pagar al gas. ¿Cuánto más barato? No se puede saber, dependerá del diferencial que haya entre el precio del gas sin limitar y el precio limitado (inicialmente unos 130 EUR/MWh). Cuanto más gas se use o cuanto más suba el gas, mayor será el sobrecoste y por tanto, menor el ahorro –que siempre existirá–. Si tienes tarifa fija, tu factura se quedará igual por ahora, y no tendrás que pagar el sobrecoste del gas. Cuando te renueven tu tarifa, esta se reducirá, porque el precio de mercado es menor a 12 meses vista y empezarás a pagar la compensación al gas. ¿Y tu factura de gas? No se ve afectada por esta medida. Aunque se hable de precio máximo del gas, solo es un precio máximo del gas para generar electricidad. La factura del gas seguirá como hasta ahora.
¿Y quién paga entonces? Los centenares de millones de euros de ahorro que generará esta medida para los consumidores ibéricos serán soportados principalmente por las centrales nucleares, hidráulicas y aquellas instalaciones renovables que no cobren primas, que verán sus ingresos reducidos, aunque a niveles aún muy superiores a los que hubieran imaginado y suficientes para obtener buenas rentabilidades. O incluso si tienen la energía vendida a plazo, podría no afectarles a ellos, sino a los compradores de esa energía –principalmente empresas del mismo grupo empresarial–. En resumen, quienes asumen el principal coste de esta medida son las eléctricas incumbentes, no los consumidores, respondiendo no solo a una demanda de las asociaciones de consumidores y de los partidos de la izquierda, sino incluso de la gran industria, todos ellos hartos de los abusos y la falta de tacto de las grandes eléctricas durante estos meses.
¿Y ahora, qué?
Una vez solucionado de forma táctica –aunque brillante, todo sea dicho– el entuerto de los precios, toca ponerse manos a la obra con las medidas de mayor calado, que ofrezcan soluciones estructurales a la dependencia del precio del gas, pues de aquí a 12 meses presuntamente se acaba la excepción ibérica.
El primer frente es el europeo. El paso dado ayer por España y Portugal es un primer experimento en esa línea de enmendar el sistema marginalista, inimaginable hasta hace poco, pero que ahora parece que se extenderá por otros países, como Grecia, e incluso que la UE podría limitar los precios del gas en toda la UE. Algo parecido sucedió ya con la minoración a los windfall profits de las nucleares e hidráulicas, que fue copiada por otros países como Italia o la propia Grecia y validada a nivel europeo como herramienta de los estados para hacer frente a la crisis de precios. Pero es temporal.
Ahora toca iniciar un debate serio a nivel europeo sobre la futura forma de fijar los precios de la electricidad. Seguramente marginalista, pero sin duda, no así. Habrá que matizar, quizás distinguir entre generación gestionable y no gestionable, comprometer más energía a plazo, y reducir la exposición de los consumidores, al menos de los domésticos, a la volatilidad del mercado. Pero sin duda hay que hacer cambios para no poner en riesgo la transición energética. Y es que el gran problema del marginalismo no es pagar el agua a precio de champagne –que también–, sino que salga un precio al que los vendedores de agua no les salga rentable venderla. En horas de sol, cuanta más energía solar tenga Iberia, menos el precio, hasta llegar a niveles de 0 o incluso negativos. Y con esos precios la energía solar no se amortizaría. Es la llamada canibalización, que es necesario atenuar para asegurar que se sigan desarrollando y financiando las renovables.
El segundo frente es en clave interna. Es preciso complementar la reciente aceleración de permisos para plantas sobre terreno con medidas para maximizar el autoconsumo. Hay que conseguir tejados llenos de paneles solares, como en Alemania, no tejados a 1/3 de capacidad en el mejor de los casos, como es habitual en España. Usar el 100% del tejado es la forma más rápida y fácil de reducir precios, reduciendo además la ocupación de terreno. En menos de un mes están construidos. Para ello hay que facilitar el intercambio de energía (aumentar de forma urgente la distancia de 500 metros a, al menos 2km, para poder compartir energía y no ser la excepción ibérica en Iberia), aprobar de una vez los coeficientes de reparto dinámicos (el plazo de un año que la CNMC le dio al Gobierno vence en julio) y establecer el derecho a compartir excedentes (y no a compartir únicamente producción total, como sucede ahora), eliminando el requisito absurdo de tener un contador de generación adicional. Asimismo, hay que reformar la normativa del IVA para que los ingresos que se generan encima del tejado tributen por IRPF igual que lo hacen los generados debajo del tejado (alquiler). Cada MWh renovable que generemos son menos emisiones para el planeta y menos EUR para Putin.
En conclusión, la excepción ibérica, además de un gran triunfo político, es el primer experimento serio de arrinconar el sistema marginalista para fijar los precios de la luz. Solo el tiempo nos dirá si se queda en una excepción coyuntural o si esta medida es el principio de una reforma de calado que nos lleve a racionalizar la manera de fijar el precio de la luz para contener los precios de un producto esencial como la energía eléctrica y para no poner en riesgo la transición energética.
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