El último informe del SIPRI sobre la evolución de los gastos militares eleva el presupuesto militar mundial hasta los 2,44 billones de dólares, un 7% más que en 2022. Un gasto militar que desde 2001 se ha duplicado en términos reales tras el punto de inflexión que supuso la respuesta militar de la Guerra contra el Terror tras el 11S.
Al abrigo de la guerra en Ucrania y el genocidio en Gaza, gobiernos e industria de armas de Europa van de la mano hacia una militarización que cambiará por completo el rol de una Unión Europea que se sitúa segunda en el ranking mundial de gastos militares, solo detrás de EEUU y por delante de China. Los países con frontera con Rusia son los que más aumentan su presupuesto militar, Polonia (75%) y Finlandia (51%). Alemania y Francia también aumentan, con un 9% y un 6,5% respectivamente. España, a pesar de no haber podido incrementar el presupuesto como pretendía, por el bloqueo político que ha llevado a la prórroga de los Presupuestos Generales del Estado, pero ya lleva un crédito extraordinario por un total de 1130 millones de euros para misiones armas y munición.
Estados Unidos mantiene sin fisuras su hegemonía militar con el 37% de los presupuestos militares de todo el mundo y encuentra en el impulso belicista internacional nuevos mercados en los que sus pujantes empresas de armas prevén enormes beneficios. La OTAN incrementa su militarización global con nuevas alianzas y acuerdos entre sus países miembros y aliados alcanzando en 2023 el 55% de los presupuestos militares de todo el mundo, que alcanza cotas mucho mayores con sus principales aliados militares (Australia, Nueva Zelanda, Japón, Corea del Sur…).
Rusia presume de una resiliente economía de guerra en la que el Kremlin se encuentra cómodo, con un aumento del 24% en tan solo un año, superando por primera vez los 100 mil millones de dólares, aunque no tan lejano a los ya 64,8 mil millones de Ucrania, alimentando la deuda del país con organismos internacionales y aliados militares. China sigue aumentando sus capacidades militares ante el extraordinario rearme que también se desarrolla en la región de Asia Pacífico, rozando los 300 mil millones en gasto militar. Oriente Medio recupera niveles de inversión militar en un entorno de conflictividad en la región creciente. Al aumento en Israel (24%) por sus masivos bombardeos en Gaza que han provocado 34.000 víctimas civiles en tan solo 6 meses, hay que sumar un aumento del gasto en Oriente Próximo del 9%, y los países del norte de África, con un 38% de crecimiento anual.
Todo ello dibuja un alarmante escenario prebélico en el que la desconfianza y el distanciamiento entre estados puede conducir a un escenario en el que una guerra a gran escala sea una opción probable, en el que el uso de armas de destrucción masiva es una posibilidad. No olvidemos que el gasto militar también es destinado a armas nucleares.
Hacen falta propuestas que abandonen la vía militar. Es urgente que se produzca un cambio en las políticas de seguridad y defensa que nos conducen hacia la guerra. La Unión Europea no debe abandonar los valores fundacionales de promoción de la paz y los derechos humanos y para ello debe frenar el proceso militarizador en el que está inmerso. Las grandes potencias deben abandonar la desconfianza que genera la carrera de armamentos y encontrar en los foros de diálogo y entendimiento internacionales el lugar en el que dirimir sus diferencias sin poner en riesgo la vida de sus ciudadanos ni el futuro de la humanidad. Las empresas de armas deben perder el lugar preeminente que tienen en las ayudas públicas. Los gobiernos deben abandonar las inversiones militares y volver a poner en el centro las políticas de bienestar que generen empleo, acabar con la inflación, faciliten el acceso a la vivienda, a la educación y a la sanidad entre otras necesidades básicas. La diplomacia debe recuperar el protagonismo de las relaciones internacionales y avanzar hacia acuerdos de paz y entendimiento duraderos entre estados que eviten la guerra.
Cabe enfatizar que los responsables de la deriva militarista a la que se quiere llevar al mundo son gobernantes cuya incapacidad política les impide utilizar la política para solucionar los conflictos entre estados, quienes junto a empresarios de armas cuya codicia les impide ver la destrucción que sus beneficios pueden generar, vacían las arcas públicas en su borrachera belicista, dejando sin recursos a la sanidad o la educación públicas.
La clase política se muestra incompetente para conseguir avanzar hacia escenarios de paz donde quiera que sea. La guerra en Ucrania puede derivar en un enfrentamiento militar de mayor escala, los ataques del ejército israelí en Palestina muestran las vergüenzas de un sistema internacional incapaz de parar un genocidio, mientras decenas de conflictos encuentran razones y suministros armamentísticos para su perpetuación en la inercia militarista mundial. Un escenario de guerra actual y potencial que, tal y como dice la Campaña Internacional sobre los Gastos Militares, nos puede costar la vida en el planeta.