Escribía Eduardo Galeano que “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Nos gusta pensar esa frase cuando recordamos la campaña electoral del año 2015 que quizás no cambió el mundo, pero sí le dio la vuelta a una ciudad y a nuestras vidas.
En esas frenéticas semanas había gente recorriéndose los barrios en bicicleta para hablar con vecinas y vecinos y empapelar la ciudad con rostros entonces poco conocidos para el gran público. Unas preparaban encuentros en parques y plazas, colocando sillas, levantando pequeños escenarios. Otras montaban vídeos, componían canciones, escribían notas de prensa, redactaban argumentarios, ultimaban detalles del programa electoral. Una oleada de personas se sumó de pronto a hacer maravillosas ilustraciones y proyecciones y performances callejeras. Nos desbordamos a nosotras mismas y supimos disfrutarlo porque sentimos que éramos gente ordinaria haciendo cosas extraordinarias.
Y ocurrió lo impensable. Después de una reñida campaña, las urnas dieron la vuelta a los pronósticos y Ahora Madrid logró el gobierno de la ciudad. Nos han preguntado hasta la saciedad dónde estuvo la clave del éxito y parece haber muchas respuestas. Es bonito, porque quiere decir que cada una de esas personas fue clave en el éxito colectivo.
No éramos las mejores, pero supimos hacer lo mejor en común. Seguimos sin serlo, no presumimos de másters reales o ficticios, ni somos un grupo de personas que destaca en excelencia entre los demás por alguna circunstancia (segunda acepción en el diccionario del término aristocracia).
Más bien defendemos a muerte la soberanía del pueblo, que es la primera acepción de democracia y la esencia más profunda de lo que consideramos que es el municipalismo. Una soberanía que para serlo no se puede limitar a ir a votar cada cuatro años, sino que debe participar activamente y a la que tenemos que rendir siempre cuentas.
En todo este tiempo hemos hecho cosas mal y hemos fallado, y eso casi siempre ocurrió cuando nos asustamos y dejamos de escuchar y pensar en colectivo. Y también hemos hecho muchas cosas maravillosas y hemos tapado la boca a esos expertos gestores de currículums menguantes. Nos hemos seguido creyendo que estamos de paso en la política institucional, hemos abierto muchas puertas y ventanas y no nos hemos dejado corromper. “No robar ayuda”, dice nuestra alcaldesa Manuela Carmena. Y tanto que ayuda.
Entre las personas ordinarias algunas militamos en partidos, otras pertenecen a colectivos sociales y asociaciones vecinales, las hay que se declaran totalmente independientes. Y nos gusta que sea así, porque aquí no sobra nadie, muy al contrario faltan más. Nos quedan unos meses para la próxima cita electoral y estamos seguras de que volveremos a lograr lo extraordinario en común, que es como somos mejores.