En Podemos consideramos que el debate sobre la maternidad subrogada es necesario y que los partidos y las asociaciones debemos encontrar una manera seria y razonable para dialogar y encontrar acuerdos acerca de algo que no puede permanecer en el punto ciego de la legalidad. Además de las implicaciones éticas y las puramente feministas (pues solo son mujeres las que se quedan embarazadas y paren) hay aquí un aspecto práctico, real, al que tenemos la obligación de enfrentarnos, y es que el resultado de cualquier proceso de gestación subrogada, legal o ilegal, ético o inmoral es un niño o una niña que no puede quedarse en un limbo legal ni en una situación de privación de derechos. Por eso pensamos que hay que regular esta cuestión, en un sentido u otro, pero es necesaria una regulación que deje claro en qué situación quedan esos niños/as y que contemple, además, otras muchas cuestiones importantes.
La preocupación por los y las menores, que compartimos todos, no puede llevarnos a no tener en cuenta otros derechos en juego y otras implicaciones éticas que no pueden obviarse en esta cuestión. Pero, además, la gestación se lleva a cabo siempre en el cuerpo de una mujer y esto no puede dejar de importarnos a las feministas. Cómo afecta esta práctica a los derechos de las mujeres, qué implicaciones tiene en la lucha por la igualdad, cómo afecta a la posición social de las mujeres más pobres, cómo afecta esta posibilidad a las políticas que los distintos países tienen respecto a esta misma igualdad; qué consecuencias va a tener para las mujeres, finalmente, que esta práctica se haya convertido en un gran negocio mundial. Surgen muchas más preguntas de las que cabrían en este artículo.
El peligro de la mercantilización
En la gestación subrogada hay tres partes implicadas directamente: lxs subrogantes, la gestante y los bebés. Respecto a los bebés, hay acuerdo en que, una vez nacidos, hay que garantizarles el bienestar y sus derechos. Sobre lxs subrogantes pensamos que todo el mundo tiene el derecho a querer formar una familia y a intentarlo pero que ningún deseo de tener hijos se puede convertir en el derecho a pasar por encima de los derechos de otra persona y, como feministas, sabemos que el hecho de que esta otra persona sea una mujer introduce en la ecuación cuestiones que tenemos que tener siempre en cuenta. Especialmente queremos tener en cuenta que si la gestación de los bebés de otros se convierte en un negocio más, estaremos colaborando en la mercantilización de los cuerpos de las mujeres en lugares donde las mujeres no tienen ningún derecho.
Los partidarios de las regulaciones menos garantistas para las mujeres de la gestación subrogada aducen que la maternidad es social y, por tanto, no vinculada estrictamente a la gestación y el parto. Y estamos de acuerdo con eso. Pero por la misma razón, la maternidad y la paternidad no son estrictamente biológicas tampoco por lo que cualquier intento de primar la relación biológica sobre la relación de gestación nos parecen ejercicios inútiles. La maternidad/paternidad son siempre sociales; casi siempre -pero no siempre- son además biológicas y casi siempre también la maternidad es producto de la gestación, aunque no siempre; y esto lo saben bien los padres/madres adoptivas y tantas y diferentes construcciones de las maternidades y paternidades que se han dado históricamente.
De sobra sabemos que las invocaciones a una libertad genérica que suele hacer la derecha, no vinculada a nada y que nunca tiene en cuenta las situaciones de desigualdad estructural, son libertades para las empresas y el lucro de unos sobre la explotación de otras.
Que la subrogación tenga carácter altruista, es algo que parece que importa a todos los partidos, con lo que podemos asegurar que estamos hablando de una condición básica. A partir de aquí, puesto que todo el mundo está de acuerdo en que la posibilidad de someterse a este proceso solo es admisible bajo la fórmula de la donación, nos parece que es también ineludible controlar judicialmente que esa donación lo sea realmente. Que se controle que dicha donación efectivamente lo sea, es fundamental para garantizar que la concepción de menores y su gestación no van a convertirse en una mercancía y no va a derivar en situaciones de explotación de mujeres en países pobres. Nos importa que esto no se haga aquí y nos importa procurar que no se haga en ningún lugar, por lo que creemos que tiene que haber un control de que dicha donación lo sea realmente.
Es un proceso vital
La gestación subrogada no es una “técnica”, como dicen sus partidarios más acérrimos. La inseminación artificial sí lo es, pero la gestación y el parto son procesos vitales con implicaciones importantes en la salud física y psíquica de las mujeres, implicaciones que dejan huellas en todo caso, antes y después. No es un proceso del que se desprenda que determina obligatoriamente el ejercicio de la maternidad, pero no es un proceso que se puede obviar como si se tratara de una técnica más que pueda someterse a un contrato de arrendamiento de servicios. Como tal proceso vital con importantes implicaciones físicas y psicológicas, no es posible asegurar previamente con un contrato férreo la voluntad de una mujer –aun no embarazada- sobre un futuro embarazo y parto.
Si cualquier mujer puede arrepentirse de un embarazo deseado, eso es aplicable, cómo no, a las mujeres que asumen un embarazo de un hijo/a que no es suyo. El derecho a arrepentirse tiene que garantizarse durante todo el proceso y sin que existan contrapartidas o penalizaciones de ningún tipo por su parte. Es un riesgo que corren los subrogantes, claro, pero es un riesgo que asume también la mujer que se someta a este proceso. La minimización de ese riesgo por una de las partes no puede suponer, en ningún caso, la desposesión de los derechos de la otra parte. Y por la misma razón, el derecho a arrepentirse tras el parto tiene que quedar también garantizado durante un tiempo prudencial como ocurre en las legislaciones internacionales más garantistas.
Y finalmente pensamos que una vez garantizado que la GS se somete en nuestro país a una regulación ética, garantista para todas las partes, estaremos en disposición de enfrentarnos a las agencias e intermediarios que están explotando a mujeres de países pobres y las están sometiendo a situaciones terribles que nos tienen que importar a todos y todas; y que están engañando, además, a muchas personas que sin conocer la cuestión, se encuentran a veces “encerrados” en países que no defienden ni los derechos de menores ni los derechos de las mujeres, sino sólo los suyos propios.
Eso es lo que proponemos: una gestación subrogada regularizada en nuestro país, que garantice que las mujeres gestantes no ven ninguno de sus derechos conculcados, que trate también de influir en las gestaciones que se están produciendo fuera de nuestro país, que garantice también el derecho de los menores y que combata la comercialización de los cuerpos de las mujeres.