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El Gobierno y el porno

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Niños y niñas de diferentes regiones de España comparten chats de WhatsApp y Telegram con contenidos de violencia sexual y crímenes reales como decapitaciones, asesinatos sangrientos, crueldad animal extrema, violencia sexual gráfica con menores y mayores de edad. En resumen, la apología de la crueldad convertida en entretenimiento. Autoridades de los institutos reaccionan como pueden, unas bien y otras mal. A raíz de estas noticias investigadas por la prensa, se abre el debate político que ya tenía varios años en la comunidad internacional de Derechos Humanos: la adicción a la pornografía y a la violencia extrema por parte de adultos, de niños y niñas de nueve años en adelante. Hay tres elementos claves del problema: los causantes, los consumidores y los reguladores que deben implementar la ley.

La industria del sexo comercial en España, tanto el que se vende como entretenimiento (porno), como el de explotación y consumo directo (la trata sexual), no ha sido enfrentada adecuadamente por el Gobierno de España. Todos los partidos, de derechas e izquierdas, se niegan a desafiar a las mafias que ganan 90 mil millones de euros anuales explotando sexualmente a las mujeres. Basta decir que el 89% de las personas en videos porno son mujeres y el 11% hombres. La estrategia de quienes crean estos grupos para niños se basa en las reglas del marketing piramidal de toda la vida, que en este caso no se relaciona con que los chicos ganen dinero sino con lograr un reto. La mente maestra detrás de este modelo de promoción de las violencias sexuales y criminales no es un menor de edad, son personas adultas con comportamiento sicopático que han creado algoritmos de enganche a la violencia sexual gráfica calificada como entretenimiento para lograr convertirlo en tendencia juvenil. Es un producto que en lugar de venderse por dinero se vende por la cosecha de datos personales de quienes consumen. Los creadores del porno entienden muy bien cómo funciona el comportamiento adictivo de manada: grupos que se integran a través de ritos y retos específicos que les permiten obtener sentido de pertenencia, aventura y reconocimiento de sus pares. 

En las últimas dos décadas la industria de la violencia sexual gráfica como entretenimiento (porno) a falta de regulación adecuada y argumentando libertad de expresión, ha tomado por asalto el ciberespacio. Encontró, como he escrito en artículos anteriores, la fórmula engañosa del algoritmo para enganchar consumidores cautivos desde la infancia. Este material violento llega a manos de miles de hombres jóvenes que pertenecen a la Manósfera, una ciber-comunidad de hombres rabiosos que confunden la pérdida de sus privilegios y diversión con pérdida de derechos. Como reclamo promueven la violencia, descalificación y ataques a las mujeres y a lo feminista, enalteciendo los valores de superioridad masculina –centrada en la sexualidad– establecidos en el neolítico. 

La nueva propuesta del Gobierno, a través del Ministerio para la Transformación Digital, exige que a partir del verano de 2024 se utilice la APP de Identificación Digital antes de ver contenidos sexuales en Internet, esto ha causado gran polémica. En parte porque la Unión Europea no ha perfeccionado ese tipo de instrumento tecnológico denominado eIDAS 2, que aun tiene retos de homologación con las leyes de privacidad y derecho a la intimidad. 

La clave está en que la APP también debe ser usada por las personas adultas que consumen material pornográfico. El 75% de los consumidores de pornografía se identifican como hombres y tienen entre 18 y 28 años, son ellos los que están opinando con mayor fervor contra la APP, no los menores de edad. La hipocresía, igual que el diablo, está en los detalles, solo en Ucrania, Bielorusia y Bulgaria está prohibido producir, promover y consumir pornografía. España, como el resto de Europa, ha permitido que el mercado crezca y hoy el porno usa el 30% de la banda ancha mundial. En 2023, por la falta de regulación, el mercado de la explotación sexual gráfica creció un 58% y tiene un valor de mercado de 977 mil millones de dólares. Este crecimiento coincide con el primer porno-contacto inducido por algoritmos a niños de 9 a 11 años; a los 14 ya son consumidores sistemáticos como sus padres y hermanos, capitalismo neoliberal puro y duro. 

Recientemente Aylo Holdings INC (Pornhub) tuvo que retirar de su sitio 10 millones de videos de violación de menores de edad (97% niñas) y no fue por presión gubernamental, sino por estrategias legales y de presión de organizaciones civiles expertas. 

Tenemos sobre la mesa una discusión pendiente sobre varias aristas de este tema. Si queremos detener la adicción de la niñez al porno, los adultos deben usar la APP de identificación en España, aunque seguramente aumentará el uso de VPN. La industria del entretenimiento en general debe cuestionar sus crecientes patrones de pornificación del dolor, apología de la violencia sexual como entretenimiento y la erotización de las violencias. El Gobierno debe ordenar investigaciones por trata de personas y causas fiscales por blanqueo de capitales a las empresas de producción pornográfica. Debe dar más recursos a la Brigada de Investigación Tecnológica del CPR e-Crime, para que investigue a las redes criminales de estudios clandestinos de SexCam, plataformas de Sugar Daddy y empresas detrás de Only Fans que se retroalimentan mutuamente bajo las leyes del libre mercado con las reglas criminales de la Trata de personas.  

Lo que he aprendido en 30 años investigando los patrones de producción y consumo de la industria del sexo comercial, es que estas adicciones no tienen que ver con falta de educación sexual. Frente a nuestros ojos la industria del sexo comercial ha renovado un modelo de negocios esencialmente misógino, que se basa en el sistema de creencias, mitos, actitudes y ritos de paso basados en la validación de la coerción, la amenaza, la sumisión y la violencia como formas de comportamiento sensual, de relación erótica e interacción de pareja. El gran producto del porno es, en realidad, la erotización de la violencia de hombres contra mujeres, de hombres contra hombres jóvenes y, finalmente, de adultos contra niñas y niños. No se tocó la raíz y el árbol ha crecido.