“Que 21 personas hayan percibido un salario sin prestación laboral alguna (es decir, les tocó el gordo sin comprar lotería durante todos estos años) es una vergüenza y un descrédito de esta institución. ¿Hasta qué nivel de privilegios estamos los catalanes dispuestos a soportar y callar, como que unos se lucren y otros paguemos?”. Son las acertadas palabras de una ciudadana dirigidas a El Periódico. Ya sabemos a qué se refería. Como ha dicho otro diario, “El Parlament de Catalunya paga 1,7 millones de euros anuales a funcionarios que ya no trabajan en la Cámara”. Un dato muy grave y de gran trascendencia económica que ha permanecido oculto, como tantos otros, bajo la tabarra de la supuesta independencia.
Es una expresión más de cómo, la Generalitat, dilapida, ¿o malversa?, los fondos públicos, que deberían estar al pleno servicio de todos/as los ciudadanos. Hay más datos de dicho derroche económico. Hace unos meses un prestigioso semanario encabezaba su publicación: “Els vergonyosos sous de la Generalitat”. Y daba datos concretos de dichos sueldos, del Govern y cargos públicos más o menos relevantes, prácticamente todos por encima de los 100.000 euros anuales. Algunos de ellos verdaderamente escandalosos, como los 155.570 euros de la Presidenta del Parlament. Y entre ellos, el de la Presidenta de Ferrocarrils de la Generalitat,117.826 euros. Y, así, una quincena de cargos de diversas instituciones públicas.
Y, complementando esta escandalosa retribución, más adelante se ha sabido que la Presidencia de la Generalitat, el año anterior, subvencionó a diversos grupos empresariales de los medios de comunicación. Entre otros, al de ElPuntAvui, con 679.784 euros, además de cantidades inferiores a medios escritos o digitales de clara filiación independentista, como El NACIONAL.CAT, con 144.396 euros. ¿Quién y cuándo investigarán ese despilfarro de fondos públicos, con fines abiertamente discriminatorios?
Cuanto se describe expresa un modelo burgués de gobierno en los términos ya definidos por Marx en el Manifiesto Comunista. ¡Qué lejos está la realidad descrita, bajo la superchería del independentismo, de una sociedad de personas libres e iguales.
Así lo confirman varios datos. La vulnerabilidad de un centenar de personas, en Badalona, que tenían como vivienda una nave industrial abandonada, tratadas violentamente por los Mossos, que parecen haber abandonado, como mínimo, los valores éticos de su función. La actual ¡permanencia de decenas de chabolas ¡- que nos retrotrae a los años de nuestra posguerra- en Montcada i Reixac donde viven centenares de personas sin apoyo institucional de la Generalitat, que determinaron el fallecimiento de dos de ellas a causa del abandono en que vivían. Y, otros datos, que podrían fortalecer aún más la presente argumentación. En Catalunya, una de cada cuatro personas, es pobre. La pobreza severa afecta a más del 6% de la población. El colectivo más afectado, por edad, es la infancia donde la pobreza se sitúa en un 33%. Y, frente a esta durísima realidad, los cálculos realizados acreditan que el 20% de las personas más ricas de Catalunya tiene seis veces más dinero que las más pobres.
Son las peores cifras de los últimos diez años, una década marcada por el fracasado proceso independentista y por los recortes que inició Artur Mas, que se ufanó de llevarlos más lejos que cualquier otro país europeo y que ninguno de las Governs posteriores ha hecho nada por revertir. Entre 2009 y 2019, los gobiernos de Catalunya, mientras invertían -en dimensiones delictivas- en el proceso hacia la ruptura con el Estado democrático español, redujeron un 20% el gasto social. Las víctimas de estas políticas austericidas siempre fueron personas mayores que esperaban una cirugía, niños que vivían en hogares que no podían hacer frente al pago de los suministros básicos y falsos autónomos que formaban parte del medio millón de trabajadores y trabajadoras que ya vivían bajo el nivel de la pobreza antes de la pandemia.
Ante esta durísima e injusta realidad, somos mayoría los que deseamos y exigimos que, más pronto que tarde, se cumpla el objetivo del Manifiesto: “en lugar de la vieja sociedad burguesa con sus clases y sus antagonismos de clase aparezca una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos”.