En los últimos días se ha vuelto viral un vídeo de una tal Tati Ballesteros. Mujer con gran desparpajo y buena pegada frente a la cámara que, con semblante serio pero empático, nos mira directamente a los ojos. Con una estudiada mezcla de pesar y enojo.
El vídeo se dirige a todos nosotros, los que hemos llegado a él a través de YouTube, Instagram u otras redes sociales. Personas como tú o como yo, como nuestros amigos, vecinos o familiares. Todos. Pero, en un movimiento retórico muy dramático, la propia Tati asegura que, en realidad, la alegación de agravios que se compendia “no es para todos”. No. No va dirigido a todos, solo a unos cuantos…
Pero, entonces, ¿quién es ese referente ausente al que se apela con nosotros de testigos? Las diatribas de la criminóloga se dirigen, como no, a la clase política tradicional. Para exigirles rendición de cuentas por los sacrificios a los que, como corderitos, hemos accedido sin rechistar a lo largo y ancho de la pandemia.
En este punto, el anclaje entre el discurso de Tati y el ciudadano corriente se ha vuelto ya muy sólido. Podría resultar aceptable para una gran parte de nosotros. Al fin y al cabo, todos hemos estado confinados, nos hemos puesto la molesta mascarilla y hemos sufrido una interrupción grave de nuestra vida cotidiana.
Sin embargo, algo falaz asoma en este discurso. Lo que se señala como inadmisible (los sacrificios impuestos por los políticos) no constituyen tanto la causa de nuestros males, sino, más bien, la consecuencia. Existe un elemento externo a la gestión política que se decide, deliberadamente, omitir.
No sé si a nuestra exaltada youtuber le sonará un bichito llamado coronavirus.
Es decir, lo sucedido no se debe, tal y como se da a entender, al sádico proceder de nuestros dirigentes. No han sido ellos los que nos han recluido en casa, nos han borrado el rostro dentro de una mascarilla y nos han robado nuestras rutinas. Bueno, formalmente sí. Pero lo han hecho no tanto por iniciativa propia, sino siguiendo –en mayor o menor medida– las recomendaciones de la comunidad científica internacional.
Conviene recordar un elemento crucial que pasa por alto de forma intencionada el vídeo que estamos analizando. La Organización Mundial de la Salud catalogó, allá por marzo del año pasado, la propagación de la COVID-19 nada menos que como una pandemia. Es decir, una epidemia devastadora a nivel planetario.
Este es, a mi juicio, el primer elemento de búsqueda de hegemonía del vídeo. La omisión del coronavirus como razón última de la actuación política tiene como intención reforzar un diagnóstico social de corte populista y antipartidista. En este recorrido el “pueblo” encuentra un chivo expiatorio perfecto: la malvada clase política.
Esto nos lleva al empleo de un segundo elemento discursivo que me gustaría señalar aquí. Después de la enumeración de agravios (confinamientos, mascarillas, ERTEs y demás) llega el momento de exigir responsabilidades. Para ello, nada mejor que dibujar un “nosotros” (al que supuestamente no se dirige el vídeo) y un “ellos” (al que sí apela).
De esta forma, el argumento que oculta el coronavirus y culpabiliza a la clase política tradicional (y, por extensión, a la ciencia) se vuelve más resonante. Con mayor potencial de circulación entre la gente.
Como he señalado ya, todos hemos sufrido las restricciones para contener la pandemia. Un elemento común que el vídeo utiliza para diluir la pluralidad social. En ese “nosotros” se nos encierra a todos, seamos quienes seamos y pensemos lo que pensemos. En realidad, parece que la autora del vídeo lo hace para que opinemos igual que ella.
Pero la historia, claro, necesita un final feliz. Y aquí es donde se introduce el elemento que a mí me parece más inquietante. Lo que posibilitará el completo desarrollo del “nosotros” en cuanto pueblo maltratado por el “ellos” es, agárrense a los asientos, un “capitán”.
Ese capitán, claro está, no puede hallarse dentro de la malvada categoría del “ellos”. Es decir, entre los representantes políticos democráticamente elegidos por la ciudadanía. O, al menos, no entre la clase política “tradicional”. El vídeo termina así, con la incógnita en la capitanía y el saludo al año de la redención, 2021.
Esta ambigüedad calculada se ve reforzada por el pantallazo final, donde, después de retorcer una cita de Abraham Lincoln, se niega cualquier adscripción política. Esto, constituye, a mi juicio, el tercer y último elemento que busca la hegemonía en la construcción del significante “pueblo”.
Se trata de una forma de proceder que he denominado “naíf” por su aparente simplicidad, inocencia y falta de adscripción política. Características que, bien al contrario, vuelven el mensaje más poderoso y expansivo.
Volviendo a la figura del “capitán” y moviéndonos ya en el terreno de la especulación (la ambigüedad del vídeo así lo exige) me da a mí que lo que se ansía para 2021 es el “asalto” al Parlamento por una suerte de figura montada a caballo.
Saben ustedes a quién me refiero, ¿no? Yo también escribo este artículo sin adscripción política alguna.