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El héroe y la 'voluntad de Estado' frente al centenario del PCE

Pablo Iglesias interviene en la fiesta del PCE.

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El relato populista se diferencia de la historia e incluso de la memoria histórica, entendida como historia de los derrotados y olvidados de Walter Benjamín, no solo en su explícito enfoque de parte y en su carácter de auto justificación, sino sobre todo en su voluntad política movilizadora.

De eso ha tratado el relato del exvicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias. Una narración al modo trampantojo en la que conecta leninismo y populismo, destinada a halagar los oídos de sus coetáneos ya maduros de las juventudes comunistas, que en los años noventa retomaron el leninismo y la revolución a destiempo y que hoy se encuentran entre la nostalgia del pasado, el orgullo de la presencia inédita en el Gobierno de coalición y la insatisfacción por los por ahora magros resultados del tan denostado reformismo.

Dentro del relato en que se reserva el papel de héroe griego, destaca la voluntad de Estado como hilo argumental del centenario del PCE, desde la Revolución de Octubre hasta el actual Gobierno de coalición progresista, que desvela la resistencia de las fuerzas oscuras y que culmina con su inmolación en aras de la continuidad del proyecto. No aclara si para situarse en un nuevo papel de ideólogo y constructor de relatos o por el contrario para por el momento salir del foco y quizá volver luego con más fuerza.

El núcleo del argumento es la continuidad de la voluntad de Estado de los comunistas, como eufemismo de la revolución y la toma del poder desde Lenin y el movimiento comunista, hasta la indignación liderada por Pablo Iglesias y la presencia de comunistas en el Gobierno de coalición con Podemos, pasando por el Frente Popular en la última fase de la Segunda República española.

Una voluntad de Estado al modo de trasunto de la nietzscheano de la voluntad de poder, reflejado primero en la toma revolucionaria del poder y ahora en la toma del poder por asalto, luego en el sorpasso del PSOE en la izquierda, finalmente frustrado, cuyo último significado se reduce ahora a la participación en el Gobierno de coalición. Voluntad de Estado devenida con el aterrizaje en la realidad en mera voluntad de gobierno.

Por eso, en su narración la Segunda República, la larga y dura resistencia antifranquista y finalmente el pacto por la libertad, no le interesan, tampoco una Transición que ve parcial y agridulce, por decirlo suavemente.

En el relato elude conscientemente lo más importante y que significa el cambio de paradigma y la identidad singular del PCE dentro de los partidos comunistas: la propuesta de Reconciliación Nacional de 1956 construida en la lucha clandestina y en las cárceles de la lucha antifranquista, así como la toma de conciencia frente al fascismo y por extensión contra cualquier forma de totalitarismo, incluido el de los regímenes comunistas realmente existentes, con la culminación lógica de un giro copernicano desde la revolución a la reforma, del asalto al poder a la defensa de la democracia parlamentaria y en definitiva con la nueva estrategia eurocomunista, no solo como vía democrática al socialismo, sino como la esencia de un socialismo que solo puede ser democrático. Pablo Iglesias, sin embargo, lo ignora y oculta con ello buena parte de nuestra historia y la verdadera identidad del PCE y del PCE dentro de IU. El problema es que ese PCE y esa IU no sirven para un proyecto populista.

De nuevo, como viene siendo tradicional desde el propio origen de Podemos, el orador también minusvalora y tergiversa la Transición Democrática con el discurso de su carácter parcial y gatopardiano (cambiar todo para que todo permanezca) y como consecuencia su decadencia, poco menos que inevitable, en la democracia del bipartidismo imperfecto en una alianza continuista con los nacionalistas, incluyendo a los sindicatos de clase CCOO y UGT como parte del mencionado bloque de poder.

El tópico discurso izquierdista de la traición y la izquierda sumisa de la Transición, en que el PCE se haría el harakiri comprometiéndose con el juego democrático con el límite infranqueable del veto a su presencia en el Gobierno del Estado. Una traición a la voluntad de Estado. En definitiva, se trata de un rechazo a la complejidad que necesita la idea de voluntad de Poder-Estado que solo germina en la simplificación. La democracia es rechazada como idea compleja. La contradicción llega cuando se invita a los sindicatos UGT y CCOO a la fiesta del PCE y se cierra filas con ellos para defender las conquistas, siempre parciales e insuficientes, de todo Gobierno de coalición e incluso de todo Gobierno democrático.

Tampoco es una casualidad que ignore el proyecto estratégico de Izquierda Unida y su aportación a la democracia española, fundamentalmente en los gobiernos autonómicos y locales y en la colaboración o la oposición a los sucesivos gobiernos. Lucha y gobierno que forma parte indisociable, primero del proyecto del PCE y luego del de IU y que Julio Anguita desarrolla con su experiencia municipal como la voluntad de gobierno. Algo muy diferente de la voluntad de Estado. IU supuso una segunda inmersión democrática del PCE después de la primera producida por el eurocomunismo.

En este sentido su situación en España quizás tiene más que ver con la incapacidad de IU de aprovechar la posibilidad de apertura hacia sectores amplios de la izquierda y el alejamiento de CCOO y UGT, algo que deberíamos meditar por qué se produjo. IU renunció a agotar la lógica de su propia fundación y el lenguaje dicotómico y maniqueo que hoy Iglesias despliega en la fiesta del PCE, he de reconocer que empezó a ser dominante en aquella, mi querida IU.

Como consecuencia de lo anterior, Pablo Iglesias se presenta a sí mismo como el hacedor que rompe con la subordinación y pone fin a la exclusión de los comunistas en el Gobierno Estado, cuando por el contrario el problema ha sido general en Europa en el contexto de la guerra fría y como consecuencia además del escaso apoyo electoral y de la existencia del recambio de los nacionalistas para que hayamos podido entrar a formar parte de gobiernos de coalición como el actual. Asimismo se presenta como el muñidor de la nueva alianza alternativa con EH Bildu y ERC, frente al intento de recomponer el reformismo con el centro de Ciudadanos, sin por supuesto pararse a analizarlo en función de sus costes y resultados. ¿Cuál es la voluntad de Estado de estas dos fuerzas políticas? Desde luego, y muy legítimamente, no la de un Estado común para toda España. Luego una alianza ideológica con estas dos izquierdas alberga una contradicción que no se quiere explicitar. Lo que no impide alianzas cooperativas y políticas que son parte indispensable de la democracia. Es el mito izquierdista que Pablo Iglesias quiere fomentar utilizando simbólicamente a estas dos fuerzas políticas para acendrar su estética revolucionaria. Más munición populista que necesita un sistema político sin fuerza centrípeta y moderadora.

Tampoco analiza la complejidad de las fuerzas oscuras del Estado profundo, sino que se atribuye el haberlo sacado a la luz gracias a su presencia en el Gobierno y su alianza con los partidos independentistas, sin tener en cuenta su existencia anterior y sobre todo su fortalecimiento como consecuencia de la polarización que supone el populismo, más allá de los déficits de la transición, ahora monopolizado por la ultraderecha. Por eso la izquierda debe anteponer la voluntad democrática a la voluntad de Poder-Estado pues esta última no alberga el concepto de pluralidad.

Al final de su intervención, explica su salida de la vicepresidencia del Gobierno como sacrificio necesario a consecuencia de la reacción del Estado profundo a su política de alianzas con el independentismo como alternativa al continuismo, sin aclarar la contradicción que supone su reivindicación de la voluntad de Estado y ni siquiera la más reformista voluntad de gobierno, con su efímera presencia e inesperada salida del Gobierno para la batalla perdida de Madrid. Algo muy poco leninista y muy poco responsable, por otra parte.

En definitiva, Pablo Iglesias se presenta ante ustedes y quiere seguir siendo el ideólogo de Unidas Podemos y de las izquierdas radicales, que desde fuera del Gobierno nos devela la estrategia a seguir y las resistencias, más que obvias, del Estado profundo, para que sean otros los que gestionen la realidad y sus contradicciones. Porque los resultados de la voluntad de gobierno y de la gestión concreta serán siempre insatisfactorios. Cosa de mujeres y hombres, más que de héroes y dioses.

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