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La hora de la organización popular

Mauricio Valiente

Coportavoz de IU Madrid —

Ha transcurrido más de un año desde que, en Madrid y en muchas ciudades de nuestro país, tomamos posesión de nuestros cargos los representantes de las candidaturas de unidad popular constituyéndonos en gobiernos del cambio.

Presentamos un balance que defendemos con orgullo. Con distintos ritmos y matices, hemos puesto fin a las políticas de austeridad y recortes, profundizado y reinventado los cauces de participación democrática, priorizado la atención a la emergencia social, paralizado las privatizaciones y diseñado procesos de municipalización progresiva, reforzado los servicios públicos con una atención preferente a lo social, generalizado un enfoque de derechos en las políticas públicas, puesto en marcha la recuperación de nuestra memoria histórica democrática, impulsado un nuevo modelo de desarrollo urbano sostenible con una movilidad acorde, aprobado medidas medioambientales responsables, revitalizado la vida cultural y deportiva, todo ello con una forma de hacer política abierta, franca, rompedora con la degradación corrupta tan arraigada en nuestros municipios.

Sin embargo, hoy es notoria la insatisfacción de significativos sectores organizados que contribuyeron a que este cambio histórico pudiera suceder. Se esperaba más, más rápido, con más contundencia. Hemos tenido agrias polémicas a la hora de gestionar proyectos heredados de gobiernos anteriores, hipotecas que el marco normativo actual impone en gran medida, aunque, precisamente, hasta qué punto son obligadas esas imposiciones forma parte del debate.

¿Por qué esta insatisfacción? No voy a extenderme en la justificación de las políticas y las medidas adoptadas (por supuesto, hay errores, opciones discutibles y diferencias de criterios), escribo aquí como militante de la izquierda organizada, de un proyecto de transformación en profundidad de nuestra sociedad, no como miembro de uno de estos gobiernos del cambio. Identificar las causas de esta insatisfacción, que a mi juicio responden a razones objetivas, ayudará a situarnos en el contexto en que nos encontramos y definir una perspectiva para continuar avanzando en la transformación de nuestras ciudades y el cambio en nuestro país.

  • En primer lugar hay que señalar las enormes expectativas que generó la victoria de las candidaturas de unidad popular en algunas de las principales ciudades de nuestro país. Expectativas alimentadas por el mayor ciclo de movilización social desde la transición, que ha dado luz a nuevas formas de organización, con demandas que no pueden ser atendidas a través de los cauces existentes a nivel municipal.
  • En segundo lugar, la novedad y vitalidad de los procesos unitarios de participación desde la base previos a las elecciones, como el caso emblemático de Ganemos en la ciudad de Madrid, ha conllevado el relevo y la incorporación en la política institucional de un sector nuevo salido de la movilización y los movimientos sociales, gobernando sin apenas transición. Es obvio que un aprendizaje de este tipo sólo se realizará con esfuerzo y requiere tiempo.
  • En tercer lugar la reacción de los representantes del régimen, no sólo del PP sino de sectores de los medios de comunicación y de algunos de los damnificados por el terremoto político de los últimos años, ha generado cierto desconcierto. Desde luego era previsible esta reacción, dado el riesgo que han identificado estos sectores en el éxito de los gobiernos municipales del cambio, que para ellos supone un peligroso antecedente, pero su intensidad y la novedad de tener que defender un Gobierno, por muy nuestro que sea, han tenido un peso evidente.
  • Y, por último, a mi juicio la causa más importante, la ausencia de una organización popular, política y social, estructurada. Contamos con nuevas formas embrionarias, ilusionantes, con un gran potencial, pero que en su desarrollo reflejan más la crisis de lo viejo, sin que se haya consolidado un cauce nuevo que lo sustituya.

Desde luego que la insatisfacción no es del todo negativa, aunque puede alejar a algunos sectores de los gobiernos municipales del cambio, también es un útil barómetro de las decisiones adoptadas, del ritmo de los cambios, de lo acertado de las decisiones. La crítica fortalece y es indispensable para la democracia real que queremos construir. Además, debemos ser muy conscientes del papel de los movimientos sociales, organizados para reclamar, para destacar lo que falta por alcanzar.

Por otra parte, que seamos el principal objetivo de los defensores del régimen debe ser un acicate. Si no hubiera una posibilidad real de ruptura democrática, de cambio en profundidad en beneficio de la mayoría social trabajadora de nuestro país, no seríamos portada permanente, objeto de una persecución insidiosa, de manipulaciones a menudo burdas.

Pero constatar lo anterior no debe hacernos descansar en la autocomplacencia. Si hay un ámbito donde debemos actuar es en la organización política y social. El cambio en nuestras sociedades sólo será el resultado de una lucha popular prolongada. Los ciclos de movilizaciones conllevan periodos de reflujo, negarlo nos llevaría a un callejón sin salida, a la melancolía; hoy el reto prioritario es dar un salto cualitativo en el nivel de la organización; como enmarquemos los gobiernos municipales del cambio en este proceso será determinante.

En la historia, los momentos más provechosos para los intereses de las grandes mayorías explotadas y excluidas, se han producido cuando la fuerza organizada de los movimientos políticos y sociales, junto a la conciencia crítica, han sido capaces de definir una estrategia para el cumplimiento de un programa de cambio en profundidad, se han construido cauces de participación flexibles y se han diseñado políticas de alianzas que impidieran su aislamiento y neutralización.

¿Cómo avanzar entonces en el actual contexto?

En primer lugar, avanzando en la construcción de los espacios de confluencia ya existentes como herramienta de participación política y social. Una mayor implicación para desarrollar una organización activa, más plural, abierta a la ciudadanía, radicalmente democrática y transparente. Los procesos de unidad popular que no pueden limitarse a espacios de concurrencia electoral. La rendición de cuentas, la elaboración colectiva, la construcción programática, la movilización, son hoy más necesarias que nunca. Si no somos capaces de mantener estos embriones el camino será mucho más arduo, perderemos fuerzas, desaprovecharemos una parte relevante de nuestro potencial.

En segundo lugar, debemos construir puentes. Puentes entre las distintas candidaturas municipales, en los espacios unitarios donde han convivido organizaciones políticas y sociales, donde se pueda avanzar no sólo en la explicación de lo hecho, sino también en la coordinación y en la elaboración de propuestas y estrategias que vayan más allá de lo estrictamente municipal.

En este punto es imprescindible el papel de las organizaciones políticas, de todas las que han participado en la rebelión de estos últimos años, dada su implantación territorial y sectorial. Una actitud generosa y audaz facilitará la confluencia, el respeto a la diversidad, a la autonomía de los espacios en construcción colectiva. Desde luego, la candidatura de Unidos Podemos en las últimas elecciones generales constituye un buen paso en esa dirección.

Reivindico el papel de Izquierda Unida, siempre lo hice, incluso cuando algunos amparados en sus siglas pretendieron sabotear los procesos de unidad popular para defender intereses espurios, agarrándose a la bandera roja ante el descrédito de su actuación, con el único fin de despistar a algunos compañeros que de buena fe se agarraron al discurso identitario. La nueva IU, con un claro discurso rupturista, depurada de sus anclajes burocráticos, con sus nuevas formas de organización, con su implantación en los movimientos sociales, unos con muchos años de trayectoria otros más recientes, es imprescindible en este proceso.

El objetivo es construir el instrumento político para el cambio en nuestro país. Debemos aprender mucho de las experiencias de América latina, en toda su variedad, de lo bueno y de lo malo, sobre todo ahora que Europa, ante una crisis política, económica y social que no tiene solución a corto plazo, puede sumarse como polo de transformación al otro mundo posible que defendemos.

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