Hay motivos más que suficientes para sostener que los indicadores oficiales de inflación -tanto de España como de cualquier otro país- no están ofreciendo una imagen actualizada y fidedigna de lo que está ocurriendo con los precios. De hecho, actualmente esos indicadores están sobreestimando la inflación reciente, lo cual es problemático porque las políticas públicas que se están adoptando actualmente lo hacen suponiendo que la inflación es más alta de lo que realmente es y, por lo tanto, no pueden ser tan efectivas y eficientes como pretenden. El ejemplo paradigmático de esto es la política monetaria: los bancos centrales aumentan los tipos de interés cuando la inflación es alta, y los reducen cuando es baja. Lo que ocurre en la actualidad es que los bancos centrales continúan aumentando los tipos de interés porque se están fijando en indicadores de la inflación que les hablan de una inflación alta cuando en realidad lleva meses descendiendo sustancialmente; si tuviesen un indicador más actualizado, probablemente no tendrían tanta premura en seguir aumentando los tipos.
Para entender este planteamiento comienzo recordando cuál es la forma de medir la inflación: cada mes se apuntan los precios de una serie de productos básicos, y durante los meses posteriores se revisa si esos precios van aumentando y cuánto. Comparar lo que han evolucionado esos precios en un solo mes resulta problemático porque existen factores estacionales que desvirtúan el análisis (por ejemplo, en un mes los precios pueden aumentar más de la cuenta simplemente porque en él se celebran vacaciones como las de la Navidad -en la que hay muchas más compras- y no por algún factor exógeno). Por eso mismo lo habitual es comparar los precios de un mes con respecto a los precios de ese mismo mes del año anterior, porque así comparas meses equivalentes (excepto en el caso de la Semana Santa que puede celebrarse en dos meses distintos dependiendo del año en cuestión). Esto es lo que se llama tasa de variación interanual, y equivale a realizar un promedio entre los últimos 12 meses. Ofrece una imagen mucho más estable que simplemente observar lo que ha ocurrido cada mes, de ahí que sea el preferido como indicador para medir la inflación.
Pero este indicador tiene un problema en estos tiempos que corren: los precios están teniendo muchísima volatilidad; en muy pocos meses han aumentado muchísimo y también en muy poco tiempo han bajado considerablemente (en los dos casos por cuestiones internacionales como el precio de los hidrocarburos y los alimentos básicos). En consecuencia, el indicador convencional, que te habla de lo que ha ocurrido de media durante los últimos 12 meses, no resulta muy preciso para saber cómo están evolucionando los precios en la actualidad, porque en realidad nos habla más del pasado que del presente, y no olvidemos que dentro de ese pasado se encuentra el inicio de la guerra de Ucrania (febrero y marzo de 2022), cuando los precios se dispararon vertiginosamente. Pero es que el hecho de que los precios subieran mucho a principios y mitad de 2022 no nos debería importar tanto como lo que han subido a finales de 2022, que está más cerca en el tiempo y nos dice más de lo que ocurre ahora y de lo que ocurrirá en el futuro. De ahí la necesidad de recurrir a un indicador que encuentre un equilibrio entre evitar el ruido estadístico que provoca la volatilidad de los precios mes a mes y el desfase temporal que provoca comparar los precios con los de hace justo un año.
Eso es lo que ha hecho Jan Eeckhout, economista de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona: ha elaborado un indicador que le da más peso a los valores recientes para obtener una imagen más actual y no tan desfasada del comportamiento de los precios. El resultado obtenido con el nuevo cálculo es que en Estados Unidos, en vez de tener una inflación del 6,5%, tendrían actualmente una del 2%, ¡justo en el nivel objetivo que persigue su banco central!
Fuente: Eeckhout (2023)
Algo muy parecido ocurre en la Eurozona: tendríamos una inflación del 4% en vez del 9%; una diferencia sustancial que debería aliviar el agobio de los dirigentes del Banco Central Europeo por continuar aumentando los tipos de interés (y encareciendo con ello hipotecas, créditos y otros préstamos bancarios tanto a familias y empresas como a Estados) como medio para reducir una inflación muy distanciada del nivel objetivo.
Fuente: Eeckhout (2023)
En consecuencia, es un error dejar que las políticas públicas se guíen por indicadores que están desfasados en el tiempo, porque así es imposible encontrar la solución que mejor se ajuste a los acontecimientos actuales. La inflación en Estados Unidos y la Eurozona lleva meses reduciéndose sustancialmente, pero los bancos centrales no se están percatando de ello porque utilizan indicadores que hablan más del pasado que del presente. Hasta que comiencen a utilizar mejores herramientas para medir la inflación reciente desgraciadamente seguirán aumentando los tipos de intereses cuando, incluso desde su visión teórica ortodoxa, deberían dejar de hacerlo.