Sobre la insensatez de una “seguridad europea” contra Rusia
En diciembre Rusia presentó una propuesta de acuerdo a Estados Unidos y a la OTAN que satisfaga sus “intereses de seguridad”. No era una propuesta nueva. Ambos documentos contenían lo que Moscú lleva pidiendo desde hace años, y en algunos casos décadas. Como en general no se informa de ellos, es necesario dedicarles unas líneas.
Propuestas
El documento con propuestas para disminuir la tensión con Estados Unidos señala en su artículo 1 que las dos partes, “no deben emprender acciones que afecten a la seguridad del otro”. En el artículo 2 propone que las organizaciones internacionales y alianzas militares de las que forman parte, “se adhieran a los principios contenidos en la Carta de las Naciones Unidas”. En el artículo 7 se dice que “las partes deben abstenerse de desplegar armas nucleares fuera de sus territorios nacionales y repatriar a su territorio las que ya tengan desplegadas”. El mismo artículo apunta que las partes “no deben entrenar al personal civil y militar de los países no nucleares para usar armas nucleares”, ni “realizar maniobras que contemplen el uso de armas nucleares”.
Es la OTAN quien hace todo eso: mantiene armas nucleares en países como Bélgica, Alemania, Holanda, Turquía e Italia, y sus militares son entrenados en el manejo de bombarderos con capacidad nuclear. A la OTAN Rusia le pide que cese todo empeño en ampliarse hacia el Este, particularmente hacia Ucrania y Georgia. Que garantice que no estacionará baterías de misiles en países fronterizos con ella. Que se restablezca el acuerdo INF (sobre prohibición de armas nucleares tácticas) que Estados Unidos abandonó unilateralmente en agosto de 2019 y que se abra un diálogo Este/Oeste en materia de seguridad.
Todo esto es manifiestamente razonable y merece una discusión pública a todos los efectos.
Presiones
Rusia acompañó esos documentos con un importante despliegue de tropas en su frontera. ¿Por qué? Porque sin eso no le habrían hecho caso. La actual “amenaza” es un recurso de negociación. Ha sido un puñetazo en la mesa de gran efecto. ¿Por qué precisamente ahora? porque Rusia es menos débil que años atrás, tiene 600.000 millones de dólares en reservas y unos buenos precios del petróleo para soportar dolorosas sanciones; porque en Estados Unidos, en la UE y en la OTAN hay división institucional y no saben qué hacer con el ascenso de China, y porque Putin sueña con dejar el poder con un país más estable en su complicada posición intermedia entre las dos potencias más fuertes que ella que tiene a un lado y a otro: la Unión Europea y China.
Putin advirtió que si no hay una respuesta suficiente a lo planteado Rusia adoptaría medidas “técnico-militares”, pero otros portavoces dicen que no habrá invasión de Ucrania. Esa ambigüedad forma parte del mismo recurso de presión. Lo que está claro es que si no hay respuesta los rusos harán algo, porque de lo contrario toda la jugada pierde credibilidad. Obviamente Moscú asume muchos riesgos.
El interés de Washington por mantener su dominio político-militar en Europa y la estupidez estratégica de la UE en su incapacidad por emanciparse de Washington en política exterior y de seguridad, nos lleva derechos a una situación peligrosa
La respuesta occidental ha sido: concentrarse en la denuncia de la inminente “invasión de Ucrania” para contrarrestar el efecto de la jugada rusa, enviar más armas y asesores militares a Ucrania, y realizar aún más maniobras militares junto a Rusia. Desinformada por sus medios de comunicación, la opinión pública occidental ha sido bombardeada con el espectro de esta amenaza “inminente”, explotando la natural alarma que todo esto ocasiona, denunciando las fechorías de Putin y los manifiestos defectos de su régimen, o subrayando el derecho de Ucrania a meterse en la OTAN, sin entrar en la cuestión de fondo.
Engaños
La cuestión de fondo es que esta crisis no comenzó en diciembre, sino hace treinta años. Desde entonces se ha creado en Europa un enredo fenomenal sobre el que muchos advertíamos en los años noventa y ha desembocado en el absurdo de que la OTAN justifique hoy su vigencia en la necesidad de afrontar los riesgos creados por su propia existencia y ampliación al Este.
La guerra fría se cerró en 1990 con el engaño a Gorbachov (“casa común europea”, de Lisboa a Vladivostok) de que la seguridad europea sería “indivisible”, que la seguridad de unos no se haría a costa de las de otros (Carta de París de la OSCE, noviembre de 1990), con la promesa de que la OTAN no se ampliaría “ni una pulgada” ni se colocarían armas en el Este (negociación 2+4 de la reunificación alemana), etc. Todo esto está perfectamente documentado. Estaba claro desde el principio que no habría estabilidad continental a largo plazo en un esquema de seguridad que no implicara a Rusia y menos aún que se planteara contra Rusia. La historia nos advertía que el miedo de los países del Este a Rusia era perfectamente razonable, pero ¿Qué decir del miedo de Rusia, dos veces invadida por Occidente desde 1812 hasta Moscú, la última de ellas con el resultado de 27 millones de muertos?
Derechos
Claro que Ucrania tiene derecho a solicitar su ingreso en la OTAN y que esta tiene derecho a admitir a quien quiera, pero el derecho no disuelve las leyes y realidades más básicas que presiden esta situación. En 1962, Cuba tenía derecho a pedir a Moscú misiles nucleares para disuadir a Estados Unidos de nuevos desembarcos como el de Bahía Cochinos y la URSS tenía derecho a desplegarlos en respuesta a los que a ella misma le amenazaban desde Turquía. De la mano del derecho íbamos derechos, y nunca mejor dicho, a una guerra nuclear, así que se dio marcha atrás. Ahora se trata de lo mismo: la OTAN ha ido demasiado lejos. Pero, ¿son capaces de reconocer el error y dar marcha atrás? Lo dudo.
Lo que hay que entender es que la primera potencia militar mundial, responsable de más del 50% del gasto global en armas, lleva años rodeando militarmente a dos potencias nucleares, Rusia y China. A eso se le llama “defensa”. Cuando Rusia (3% del gasto militar global), o China (13%), reaccionan respondiendo a ese cerco con medidas junto a sus fronteras, en el caso de Rusia movilizando tropa en su territorio, eso es “amenaza”. Hay que estar muy intoxicado por una ingestión desmesurada de medios de comunicación beligerantes para tragarse ese absurdo. Es indecente que cuando la humanidad se enfrenta en este siglo a retos como el calentamiento global, la desigualdad, la sobrepoblación o la proliferación de recursos de destrucción masiva, asuntos todos ellos imposibles de afrontar sin una estrecha concertación internacional, las potencias, y en primer lugar, las occidentales, se dediquen a jugar a la ruleta rusa.
El claro interés de Washington por mantener su dominio político-militar en Europa y la estupidez estratégica de la Unión Europea en su incapacidad por emanciparse de Washington en política exterior y de seguridad, nos lleva derechos a una situación peligrosa perfectamente previsible. La guerra ya ha empezado en el frente propagandístico. Por eso, hagan provisión de escepticismo y comprueben sus fuentes informativas.
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