Después de haber abierto la expectativa de coalición, de haberla cerrado luego con el peregrino argumento de las elecciones del 26 de Mayo y más adelante del descubrimiento terminológico (casi arqueológico) del Gobierno de cooperación, ahora, las altas fuentes del Gobierno vuelven a hablar de la investidura exprés sin acuerdos, incluso de la repetición de elecciones generales, al parecer hasta que los votantes acertemos de una vez.
Ilusos de nosotros, que estábamos convencidos de haber hecho ya nuestro trabajo participando como en pocas ocasiones en las sucesivas votaciones, algunos incluso en las candidaturas y campañas electorales de este largo ciclo electoral, y que pensábamos que ahora le tocaba a los partidos, y en particular al PSOE, que había logrado la mayoría y que había aceptado la propuesta de presentarse a la investidura. Al parecer nos equivocamos.
Es verdad que, de acuerdo con la Constitución, el jefe de Estado propone al candidato que tras las consultas 'acredite' una mayoría suficiente, al menos en segunda votación. Sabíamos, y se demuestra día tras día, que esa mayoría no estaba acreditada, sino que parecía la más probable, de ahí la propuesta de Sánchez y por eso también la aceptación, eso sí, con el requisito de la negociación.
Pues volvimos a equivocarnos: esta vez, además de nosotros, el jefe del Estado. Ahora, por tanto, lo que no vale es exigir apoyos gratis o amenazar con elecciones. Al menos si antes no se han agotado las negociaciones y el calendario.
Si algo nos aseguran desde fuentes muy solventes es que Sánchez va a hacer honor al resultado electoral y a la propuesta del rey (a diferencia de Rajoy) y que por tanto se presentará en julio a la investidura, 'para que al menos empiecen a operar los plazos previstos en la Constitución'. Por tanto, no se podrá acusar a Sánchez de haber hecho un Rajoy: Rajoy rehusó la nominación, a la espera de que el 'no es no' se tornase en 'porque sí'. Por el contrario, Sánchez ha aceptado la propuesta, pero a la espera de que los votos caigan como fruta madura y sin negociar seriamente, al menos hasta ahora, el programa y luego el Gobierno.
A partir de ahora, a esta novísima táctica de investidura exprés, con emplazamiento público a los partidos y sin negociación seria, se le podrá llamar 'hacer un Sánchez'. En cualquier caso esperamos, al menos los progresistas que nos levantamos más aliviados que alegres la mañana del 29 de abril, es que todo se trate de una estrategia de negociación, a la espera de que se despejen los gobiernos locales y autonómicos y como mecanismo de presión sobre aliados y adversarios. Aunque más parece que los que podemos sentirnos presionados y ponernos nerviosos somos los votantes, a quienes se nos amenaza con volver a llamarnos a las urnas hasta que acertemos.
Sin embargo, no deja de ser un juego peligroso, no solo para la investidura, sino sobre todo para consolidar una mayoría de gobierno o de legislatura que debería ser el objetivo del presidente, para hacer honor al mandato de los electores que apostaron por un gobierno estable para el cambio posible y la regeneración democrática, frente a la amenaza de la involución.
Por cierto, que cuando termine este momento postelectoral, habrá que otorgar el premio al cinismo electoral a Ciudadanos. Espero que no haya que crear el premio de thriller electoral.