Entre el jueves y el domingo la militancia de Izquierda Unida está llamada a votar a la que será su nueva dirección para los próximos cuatro años. Este será un hito tan novedoso como importante. Novedoso porque es la primera vez que en la historia de la organización la militancia puede participar directamente, sin la intermediación de delegados. Es el resultado de una apuesta por la profundización de la democracia interna de la que nos sentimos muy orgullosos. Pero su importancia no radica en el método, sino en el contenido. La nueva dirección tendrá que gestionar la organización en un momento histórico para nuestro país en el que nos estamos jugando un nuevo orden social. En el que nos jugamos las condiciones de vida de las próximas generaciones.
Por eso mismo he decidido encabezar una de las tres candidaturas que se han presentado a esta XI Asamblea. Quiero ser el coordinador de un proyecto que considero imprescindible en la defensa de las clases populares. Nunca lo he ocultado: yo creo en el socialismo, en un modelo de país con justicia social y libertad republicana. No hablo de una utopía, sino del movimiento político que nos ha permitido conquistar los derechos sociales, laborales y políticos que hoy nos parecen naturales y con los que muchos de nosotros ya nacimos. Esta es mi tradición política, mi brújula.
No obstante, en estos momentos esos derechos que nos parecen naturales están amenazados. Nuestro país atraviesa por una grave crisis que tiene nombres y apellidos, los de todas aquellas personas, mujeres y hombres, que pierden su empleo o su vivienda, que se tienen que marchar del país, que son esclavizados laboralmente o que carecen de recursos para vivir dignamente. Mi objetivo es contribuir a construir las soluciones a esos problemas, los de nuestra gente. Pero esa tarea nunca se afronta en solitario sino que siempre se hace de forma colectiva. Por eso necesitamos instrumentos y organizaciones, estrategias y tácticas. Por eso me afilié a Izquierda Unida y por eso estoy dispuesto a asumir nuevas responsabilidades en el presente contexto.
IU acaba de cumplir treinta años. La casualidad ha hecho que mi organización y yo seamos coetáneos, lo cual me hace, si cabe, más consciente aún del hilo histórico de lucha que queremos recoger y desplegar. IU nació como proyecto federal y socialista y en un contexto de crítica profunda a la derechización del PSOE. Creo que las razones de su fundación no sólo no han decaído sino que han crecido en importancia. Hoy es más necesario que nunca el proyecto de la IU de 1986.
Ahora bien, hay un principio básico de la biología que afirma que todo lo que no se regenera se degenera. Pienso que puede ser aplicado a todo proceso humano, incluyendo el de las organizaciones sociales y, obviamente, también a IU. Contra esa degeneración hemos estado luchando los últimos años, y en esa regeneración nos encontramos en el presente. Lo reconocemos, hemos pasado por momentos muy duros en los que a veces parecía que la ciudadanía nos daba la espalda. Supimos afrontar esa difícil situación y decidimos seguir apostando por la coherencia ideológica y por un proyecto político renovado. Hoy estamos en condiciones de afirmarlo: no nos equivocamos.
Hemos conseguido volver a situar a IU en el imaginario social, en la mente de la gente, y también en la intervención social. Hemos conseguido construir confluencias que han ganado ciudades y confluencias que aspiran ahora a gobernar el país. Hemos conseguido que la gente vea a nuestra organización como un instrumento útil, para la transformación social, con nuevos referentes y con dirigentes que nunca se han doblegado o dejado domesticar. Es una tarea colectiva, no individual.
Ahora queremos continuar con ese proceso. Queremos una IU para un nuevo país, para lo cual sabemos que necesitamos llevar a cabo dos cambios esenciales.
La primera, necesitamos una IU en el conflicto social. El neoliberalismo y la crisis han modificado la fisonomía de nuestra sociedad, cambiando la estructura de clases y llevando a la crisis permanente a cada vez más sectores sociales. La IU que necesitamos tiene que estar volcada en los conflictos sociales que emergen por todas partes, pues es allí donde se genera subjetividad y donde las víctimas del capitalismo aprendemos quién es el enemigo. Rechazamos una IU burocratizada y que aspira a ser mera máquina electoral, esto es, centrada exclusivamente en los momentos electorales y desconectada de la praxis política. Nuestra organización es un instrumento y un medio para la transformación política, no una empresa-marca y un fin en sí mismo desde el que se piensa corporativamente.
La segunda, necesitamos una IU para la ruptura democrática, es decir, para un proceso constituyente dirigido por las clases populares. Eso supone impugnar tanto el sistema económico como el régimen del 78, que está agotado y en tentativo proceso de restauración. No queremos una IU para ser la izquierda del régimen, o la cara amable de un capitalismo castizo y de amiguetes en el que el mayor consuelo sea facilitar supuestos gobiernos de izquierdas. Queremos una IU que entienda que esta fase histórica del capitalismo debe resolverse con un modelo completamente nuevo de relaciones políticas y sociales. La crisis es, entonces, una oportunidad para cambiar el país desde su base social, no para mejorar los porcentajes electorales.
Ambas cuestiones nos diferencian ampliamente de las otras dos candidaturas presentadas en la XI Asamblea de IU. En otras cuestiones encontramos acuerdos y complicidades. Pero creemos que la ética política nos obliga a decir la verdad, lo que pensamos, y también a disentir con los compañeros desde la lealtad al proyecto colectivo.
Soy optimista. Creo que nuestro país puede presenciar un tiempo de luz después de la larga noche neoliberal. Pero para eso necesitamos, a mi juicio, audacia, firmeza ideológica y el apoyo de la gente. Para esto último, que es lo esencial, pido desde estas líneas y a la militancia un esfuerzo más, para votar y para apoyarnos -y apoyarme- en esta última fase de la asamblea.
Salud y República.