¿Una jugada maestra de Puigdemont?

Politóloga, profesora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC —
8 de julio de 2020 22:35 h

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Puigdemont finalmente ha dado un paso al frente. Él y un nutrido grupo de seguidores fieles, entre los que se incluyen Jordi Sánchez y todos los presos del PdCat, han decidido romper la baraja de las negociaciones con el PdCat y constituir su propio partido. El nuevo partido tiene pocas diferencias con la marca electoral de JxCat que concurrió a las últimas elecciones catalanas, salvo que se establece de una forma mas clara como heredera del 1-O (rompiendo definitivamente con el pasado de CiU), tiene a su líder indiscutible en Carles Puigdemont, y se autodefine como un partido de izquierdas (un giro ideológico cuyo impacto es difícil de predecir). La continuidad con la vieja fórmula de JxCat es tanta que cabe preguntarse qué hay detrás de esta decisión.

La apuesta de Puigdemont y los suyos es conseguir que todo el espacio de JxCat se coordine alrededor del nuevo partido. Esto dejaría las manos libres a Puigdemont para hacer un partido a la medida del líder, le ahorraría tener que negociar listas y cargos con el PdCat, y, quizá lo más importante, le dispensaría de tener que ceder cuotas de poder a sectores que él no controla. Si la jugada sale bien tendrá beneficios indudables para la figura de Puigdemont, que se convertirá en el todopoderoso e indiscutible líder de este espacio. Pero, ¿es probable que salga bien? La impresión es que esta decisión se basa en unos supuestos poco realistas, y por lo tanto, se trata de una jugada altamente arriesgada. 

En primer lugar, presupone que todo el espacio de JxCat se coordinará alrededor del nuevo partido. Pero para que esto sea un escenario posible, el PdCat tendría que decidir no presentarse a las elecciones, algo que, al menos por ahora, no parece probable. Además, todos los cargos y votantes del PdCat deberían votar en el futuro por el nuevo partido, lo que también es altamente improbable. Es probable que una parte importante de estos cargos y votantes se pasen al nuevo partido, pero basta con que unos pocos no lo hagan para complicar las cosas a la nueva formación. Una pequeña pérdida de votos respecto a las últimas elecciones al Parlament, en las que JxCat se impuso a ERC por la mínima, podría tener un gran impacto (y muy negativo) para el futuro electoral del nuevo partido. 

Lo más realista, pues, es asumir que una parte de los votos de este espacio, aunque sea pequeña, se quedará en el PdCat. Pero si eso es así, para asegurar como mínimo el resultado de las últimas elecciones catalanas, el partido tendría que tener la capacidad de atraer a nuevos votantes, un supuesto (el segundo) también poco realista. Es indudable que el nuevo partido apuesta por ensanchar la base electoral y eso podría explicar el giro ideológico y su intento por atraer el voto de izquierda. Sin embargo, la estrategia de confrontación por la que apuesta la nueva formación es un poderoso límite a estas pretensiones. 

Entre el electorado potencial al que podría dirigirse el nuevo partido de Puigdemont (el independentista), una parte importante habría virado junto a ERC hacia posiciones más pragmáticas, y otra parte, podría ver con cierto escepticismo una estrategia que en términos prácticos ha dado muy pocos frutos en los últimos años. Estos cambios en el electorado, además, podrían ahora verse acelerados por la crisis de la COVID-19, una situación inesperada y radicalmente nueva que exige respuestas a problemas muy graves que amenazan seriamente el futuro de la sociedad catalana. Todo ello, podía contribuir a hacer muy poco atractiva la nueva oferta para el votante independentista, y ser letal para los intereses y expectativas de esta nueva formación, y por supuesto de Puigdemont.