Propongo al lector o lectora de este artículo un juego de imaginación. Ponga a funcionar el área del razonamiento abstracto de su cerebro y piense: ¿qué hubiese pasado si Casado y Abascal fuesen hoy presidente y vicepresidente del Gobierno?
Si la derecha hubiera gobernado durante la pandemia, es posible que hubiéramos estado muy cerca uno de los modelos que Lakoff describe en su libro No pienses en un elefante.
Abascal y Casado hubieran encarnado el modelo del padre estricto. Nos hubieran puesto al corriente y certificado con los datos de la pandemia que el mundo es un lugar inhóspito, cruel y peligroso del que debemos protegernos individualmente. Hubieran definido desde el primer día de su gobierno qué es lo correcto y qué nos hace sentir bien. Y la distancia insalvable entre ambas opciones. En ese contexto, lo correcto hubiera sido mantener en funcionamiento los sistemas económicos a toda costa. La salud del vecindario tendría que depender de que nos lavásemos las manos como toca. El confinamiento hubiera sido la última de sus medidas.
Si la derecha hubiera estado en el gobierno durante la pandemia, se hubieran roto las comunicaciones entre gobierno y feminismo. Este habría sido juzgado por desbaratar la pandemia y sería único culpable de entre todos los eventos del mismo día. Las mujeres hubiéramos sido condenadas a la hoguera del resentimiento y del estigma para siempre.
Se hubiera negado el virus más allá del 14 de marzo y el estado de alarma se hubiera aplazado hasta que la presión social hubiera decretado el estado de alarma contra el gobierno. Se sabe porque los gobiernos de derechas de Trump y Bolsonaro fueron los que empezaron a restarle importancia al virus cometiendo una imprudencia detrás de otra hasta convertir sus países en cementerios con fronteras. Ellos empezaron el delirio de salvar la economía a costa de vidas de sus compatriotas. Abascal se apuntó al carro con unas declaraciones incendiarias ya en abril que decían que el Gobierno “ha llevado demasiado lejos este confinamiento”. Unas medidas de distanciamiento social que, según un estudio de la revista científica Nature, ha salvado 450.000 vidas en nuestro país. El líder de la ultraderecha española se ha erigido como el Donald Trump ibérico en esta pandemia.
Si la derecha hubiera tenido que gestionar la crisis sanitaria, hubiera justificado el caos sanitario y la falta de camas y UCIs en los servicios públicos con la falta de inversión privada para poder llegar a todas las personas y salvar más vidas. Seguramente hubiera empezado a privatizar servicios sanitarios y de emergencias para cubrir las necesidades inminentes con contratos a largo plazo. La vida o la muerte hubiera dependido de un seguro privado. Comenzaría una campaña de lavado y abrillantamiento de la sanidad privada y su eficacia en comparación con el caos de la pública. Caos que en caso de ser cierto estaría provocado por los 25 años ininterrumpidos de desmantelamiento de la sanidad pública que lleva el PP en la Comunidad de Madrid por ejemplo.
Si la derecha tuviera que gestionar la crisis económica no hubiera aprobado el ingreso mínimo vital. Porque para ellos, la gente tiene lo que se ha buscado, tiene lo que se merece. Porque para la derecha si eres rico es porque te lo has ganado, porque te has esforzado lo suficiente y tienes derecho a privilegios y facilidades que las personas con menos oportunidades no tienen. Para eso eres rico y por eso hay pobres. Los ERTES hubieran sido una utopía, los alquileres tendrían que seguir pagándose porque para eso firmamos un contrato, las hipotecas impagadas estarían dando paso a los desahucios y ahora mismo tendríamos ciudadanos a los que se les hubiera cortado la luz y el agua por no poder pagarlo. Seguramente, la derecha hubiera bajado los impuestos de nuevo a los ricos, tal y como promete en campaña, mientras nuestros autónomos hubieran seguido pagando las cuotas y los impuestos que les corresponden.
Siguiendo los razonamientos de Lakoff, esta crisis se habría gestionado bajo la máxima del 'sálvese quién pueda'. Con un Estado débil y con miles de ciudadanos abandonados en la cuneta del neoliberalismo. Se hubiera recortado donde siempre. El reparto de fondos públicos se dispondría patrióticamente, en primer lugar por los que están arriba de la torre de los privilegios conseguidos con sudor y esfuerzo hereditario o no, y posteriormente se iría descenciendiendo por la pirámide social hasta que solo quede por repartir merchandising rojigualda al vulgo.
Para acabar, le propongo que vuelva a la realidad, que salga de este juego de imaginación. ¿No tiene como una sensación de déjà vú? ¿De que esto ya lo ha vivido antes?
Sí, lo que acaba de leer le suena de algo. En la anterior crisis el Gobierno de turno se dedicó a exprimir España. La dejaron escuálida y famélica cual paria de la tierra para decirnos que en este país, mientras gobiernen ellos, las diferencias de clase van a existir porque tiene que haber muchos que pierdan para que unos pocos se forren. Unos nacen en el Barrio de Salamanca y otros no, así es la vida.
Es la realidad injusta de este mundo lleno de peligros según la visión del padre estricto que planteó Lakoff, es lo que hubiese pasado si el Gobierno de coalición no se hubiese fraguado jamás. Estamos mal, pero menos mal que estamos.