El liderazgo de Putin y el otoño político
Un total de 2.238 millones de resultados en 0,28 segundos suministra la web de webs al introducir el término leadership. A la pregunta sobre cuántos libros hay sobre el mismo asunto contesta en poco menos de un minuto con 598 millones de entradas. Hace unas semanas la madre de todas las librerías virtuales ofrecía más de 158.000 referencias bibliográficas disponibles.
El liderazgo está sobrevalorado. No existe evidencia empírica solvente que demuestre que se da una correlación positiva inequívoca entre el modo excelente de liderar y los resultados comerciales también extraordinarios; entre otras razones, porque se obviarían injustificadamente una amplia plétora de factores que influyen en todos los sentidos. De hecho, se puede ser un líder casposo y obtener rentabilidades siderales, sobran ejemplos en los índices bursátiles de las economías más boyantes.
Sin embargo, es indudable que hay un interés social persistente acerca de quienes hacen cabeza en empresas, ciudades, países, y organizaciones de todo tipo, como, por ejemplo, federaciones de fútbol. Libros, artículos, cursos o vídeos abordan cuáles son los rasgos personales y las competencias profesionales que hacen de una persona un líder. La enorme diversidad de opiniones es difícil de encontrarla si preguntamos acerca de otras realidades, como pueda ser las benzodiacepinas (un producto muy demandado hoy en día); quizá sea porque sí sabemos qué es ese psicofármaco, mientras que andamos algo perdidos al tratar de identificar qué sea un líder, tanto en su denotación femenina como masculina.
La semanas estivales, empujadas hacia el pasado por el comienzo de un otoño templado y húmedo, me han permitido leer 'Le Mage du Kremlin', Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, del italo-suizo Giuliano Da Empoli, ensayista y asesor político de Matteo Renzi. El libro adopta la perspectiva de Baranov, versión literaria de Vladislav Sorkov, que fue fontanero estratégico en los primeros pasos de Putin como “Zar”.
Desde la lectura de 'Character Above All', de varios historiadores norteamericanos sobre 10 de sus presidentes, no había encontrado una aproximación tan descarnada al ejercicio del poder. En cierto modo, me da pistas para entender nuestro propio patio político, variopinto, cambiante y peregrino, que hace las delicias de los columnistas y que promete sorpresas aún más sorprendentes para todos.
Volvamos al Kremlin de hace una década. Baranov intenta persuadir al entonces jefe de los espías del FSB, que hunde sus raíces en la KGB (Comité para la Seguridad del Estado Soviético), de que “la opinión pública se forma en poco tiempo, bastará con unos meses para convencer a los rusos de que usted es el hombre de la situación... Una campaña electoral no consiste, como piensan los occidentales, en la competencia de dos equipos de economistas que discuten sobre dosieres llenos de power-points. No es el caso de Rusia, el poder es otra cosa”.
Poco después, es el propio Putin el que ilustra a su asesor: “La gente tiende a atribuir al 'Zar' poderes sobrenaturales, pero la verdad es que la única cualidad indispensable para un hombre de poder [ yo añado, mujer] es la capacidad de leer las circunstancias; no se trata de la fatua pretensión de dirigirlas, sino de afrontarlas con mano firme”.
Su carrera en el ámbito de la inteligencia y la manipulación le lleva a advertirle: “Créame, los imprevistos son siempre fruto de la incompetencia… El ojo humano está entrenado para identificar lo que se mueve en el bosque... esto supone un gran problema, porque, cuando uno lo piensa, justamente las cosas que no cambian son casi siempre las más importantes”. Hasta aquí nuestros líderes domésticos tienen dónde inspirarse salvando unos mínimos éticos.
No sé qué derroteros tomará la Guerra de Ucrania; sí sé que yo, teniendo muy presente a mis alumnos rusos y ucranianos, deseo que acabe pronto con una paz y no con una victoria, porque como decía el político francés Tayllerand: con las bayonetas uno puede hacer muchas cosas salvo sentarse sobre ellas.
Sin embargo, al joven Putin le enseñaron en los cursos de Leningrado que “la esencia de la política de más alto nivel no son los salones dorados, ni los desfiles militares o los cortejos oficiales circulando por avenidas cerradas al tráfico, sino que sigue la misma lógica que el patio de un colegio, en el que los brutos imponen su ley y donde la única manera de hacerse respetar es el rodillazo”.
Tras una mirada somera a las noticias de los últimos días, me malicio si no estaremos asistiendo nosotros también a “rodillazos” dentro de los partidos del arco parlamentario español, que son más dolorosos que los empujones procedentes del adversario.
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