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Madrid 2023. Cambiar para ganar

Los candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid antes del inicio del debate en los estudios de Telemadrid.
8 de mayo de 2021 06:00 h

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El 4M llegó y ocurrió lo que tanto nos temíamos. El PP ganó las elecciones y obtuvo escaños más que suficientes para mantener -y reforzar- el gobierno regional. Veintiséis años, que en 2023 serán veintiocho, gobernando de forma ininterrumpida la Comunidad de Madrid.

Casi tres décadas implantando en nuestro imaginario un modelo social, económico, inmobiliario, fiscal y medioambiental abiertamente neoliberal como el único posible, sin que se haya presentado una alternativa de progreso creíble y atractiva que movilice a la ciudadanía madrileña. Y esta vez de la mano de la ultraderecha.

La izquierda, por su parte, hizo lo que hace siempre en Madrid.

Pese a la importancia histórica de estas elecciones, las distintas fuerzas progresistas no se apartaron del guion previsto y han obtenido un resultado decepcionante. Solo la llamada de Pablo Iglesias a construir una candidatura unitaria entre Unidas Podemos y Más Madrid que reunificara el espacio a la izquierda del PSOE agitó durante unas horas el tablero político, pero la negativa de Mónica García a aceptar la oferta nos devolvió al punto de partida.

En la rueda de prensa del pasado 4 de marzo, en la que anunciamos nuestra separación de Más Madrid, defendimos con claridad la unidad política, estratégica y electoral para derrotar a la derecha, que podría materializarse de muy distintas maneras. Pero no tuvimos éxito.

Con el argumento de que los tres partidos de izquierdas tenían asegurada su entrada en el parlamento regional, se justificó que la unión no aportaba nada y que de lo que se trataba era de que cada cual movilizara a su electorado. Obviando interesadamente que, de haberse producido esa unidad, el electorado de izquierdas habría recibido un mensaje movilizador: hemos aprendido del pasado y vamos juntos para evitar que el gobierno de Madrid pueda quedar en manos de la extrema derecha con la derecha más extrema.

Incluso llegamos a proponer un acto rompedor, algo que pusiera de manifiesto la trascendencia del momento: un cierre de campaña conjunto de las fuerzas progresistas. Desgraciadamente, esto tampoco sucedió y la izquierda se presentó con tres papeletas diferentes, y solo con un ‘pacto de no agresión’ que, vistos los resultados, se ha mostrado claramente insuficiente. El bloque progresista baja en representantes, aun habiéndose incrementado el número de diputados en la Asamblea, pasando de 64 a 58 escaños, 11 por debajo de la mayoría absoluta.

Con una movilización histórica, la derecha ha encontrado en la figura de Ayuso y en esa idea de «libertad», tan vacía como el folio en blanco que el PP envió junto con su papeleta electoral, un motivo para acudir masivamente a las urnas. A Ayuso le ha bastado la promesa de tomarte unas cañas después del trabajo -aunque tengas un salario de miseria, no puedas pagar el alquiler y en tu centro de salud no te atiendan- para obtener 65 diputados, 7 más que todas las fuerzas progresistas juntas, y volver a ser presidenta; liberándose de paso de sus serviles, pero algo impertinentes, socios de Ciudadanos, que desaparecen, víctimas de su debilidad y sus torpezas.

Ayuso, convertida en la Trump española, ha reagrupado a la derecha en Madrid y promete convertir nuestra Comunidad en una aldea gala inexpugnable para las políticas redistributivas que propugnan desde Biden hasta el Fondo Monetario Internacional. «Madrid is different», deben pensar la presidenta y su spin-doctor de cabecera, Miguel Ángel Rodríguez, rememorando a quien fuera ministro de Franco y fundador del partido que ahora ella aspira a dirigir.

Pero dentro de la preocupación que esto supone, hay una circunstancia novedosa: en solo dos años tendremos una nueva oportunidad de echar a Ayuso y a sus políticas de la Puerta del Sol y, de paso, hacer lo propio con Almeida del palacio de Cibeles para devolver a nuestra ciudad a la senda que iniciamos desde el gobierno de Manuela Carmena.

No es frecuente tener un ensayo real que permita contrastar cálculos, teorías e hipótesis (tantas veces interesadas) como el que han supuesto estas elecciones a medio mandato. Aun reconociendo el buen resultado de Mónica García, hemos constatado que la estrategia, los candidatos y los mensajes que ofrece la izquierda no son, ni de lejos, suficientes para alcanzar el gobierno de Madrid. No son atractivos para los madrileños.

Aunque es de esperar que cada uno camufle su fracaso con elucubraciones de crecimiento o remontada, no podemos engañarnos. De nada sirven las lecturas interesadas de quienes se conformen con haber sumado unos cuantos escaños a costa de restárselos a otro partido del mismo espacio ideológico. Se trata de ganar y de gobernar y para eso tenemos que ofrecer un proyecto y una candidatura capaz de medirse en pie de igualdad con dos adversarios formidables -en términos electorales- como son Almeida y Ayuso.

Para ello, evidentemente, no podemos repetir aquello que nos ha traído hasta aquí. Tenemos la obligación de presentar una alternativa que se concrete en soluciones tangibles al problema de la vivienda, del empleo o del acceso a servicios públicos de calidad. Y que además de en la libertad, ponga el acento en la igualdad.

Si no, la expectativa de «vivir a la madrileña» volverá a servir de coartada a la derecha para seguir haciendo de esta comunidad su cortijo.

Para que esto no suceda, reiteramos nuevamente la necesidad de ponernos a trabajar desde ya en esa alternativa. Y lo planteamos desde la legitimidad que nos otorga haber anticipado lo que iba a ocurrir si la izquierda no se unía y, en coherencia, habernos apartado de una línea que entendíamos estaba condenada al fracaso, o a la oposición vitalicia; que, a nuestro parecer, es lo mismo.

Vencer a la derecha en Madrid es un reto enorme para el que necesitamos el concurso de todas las fuerzas políticas, sociales y sindicales que aspiran a un Madrid más justo, igualitario y sostenible.

Si en 2015 lo logramos, dentro de dos años podemos volver a hacerlo. Entonces, la izquierda madrileña levantó prácticamente de la nada un proyecto ilusionante que, bajo el liderazgo de Manuela Carmena, fue capaz de derrotar a Esperanza Aguirre y alcanzar la alcaldía de Madrid. Pero la situación de hoy no es la de 2015. La ola de ilusión y esperanza por el cambio ha dado paso a un sentimiento muy generalizado hacia la política que va desde el desinterés hasta el hartazgo, cuando no directamente al rechazo.

Habrá quien diga que necesitamos «un capitán». Nosotros decimos que lo que hace falta es una alianza progresista que apueste decididamente por recuperar Madrid. Y dedique a ello todos sus esfuerzos. No nos resignamos a que vivir a la madrileña sea asumir precariedad, desigualdad y deterioro de nuestros servicios públicos. Tenemos dos años para recuperar Madrid para la mayoría, y para llegar a quienes ayer no votaron o no nos votaron. 

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