Tras un año durísimo, tras una pandemia que ha arrasado Madrid y que ha hecho saltar las costuras de nuestros debilitados y descapitalizados servicios públicos, un nuevo capricho de Ayuso volvió a golpearnos. Una convocatoria de elecciones fruto de la irresponsabilidad, de la pulsión de entregarse a los brazos del odio y la intolerancia y de la absoluta falta de empatía. El enésimo desprecio al sufrimiento, a los problemas y a las necesidades de los madrileños y madrileñas. Una nueva evidencia de que está más preocupada por su carrera política que por cualquier otra cosa, demostrando que no merece revalidar el puesto que ostenta.
Ante nuestra advertencia de que no era momento de convocar elecciones, en plena pandemia, sin presupuestos y sin ayudas directas, hubo quienes nos acusaron de temer las urnas. Nada más lejos. Pero somos responsables y priorizamos el cuidado, el bienestar y la atención de los madrileños y madrileñas por encima de cualquier cálculo electoral. Y sin embargo, no nos pilló a pie cambiado, con el trabajo por hacer o pendientes de otros asuntos. Nos pusimos manos a la obra, sin perder ni un momento, encarando la campaña electoral como llevamos trabajando estos dos años.
Nos propusimos trasladar nuestro forma de hacer oposición a Ayuso en la Asamblea a nuestra campaña electoral. Contundencia, rigor y cercanía. Hablar de los problemas de la gente al tiempo que denunciamos el desgobierno de Ayuso. Seguir pateándonos los barrios, ciudades y pueblos de Madrid. Seguir escuchando, recogiendo propuestas y haciéndonos cargo de lo que ocurre en cada rincón de nuestra región. Convertir los insultos, que no han sido pocos, en propuestas. A cada problema, una solución; a cada temor, una esperanza; a cada voz del pasado, una propuesta de futuro. No ha sido sencillo pero podemos decir, orgullosos y orgullosas, que no nos hemos desviado de nuestro objetivo, que no hemos modiï¬cado ni un ápice nuestra hoja de ruta y que hemos hablado todos los días de lo que de verdad importa.
Nos comprometimos a hacer una campaña limpia, fraterna y centrada en quienes teníamos en frente y no en quienes teníamos al lado. Y lo hemos conseguido. Creo que el electorado progresista agradece, porque llevaba tiempo demandándolo, que no perdiéramos el tiempo hablando de nosotros. Que no nos dedicáramos a viejas rencillas, a dejarnos recados o lanzarnos pullitas. Así lo hemos hecho desde Más Madrid y, sinceramente, no se me ocurre otra manera de demostrar el compromiso con la transformación de Madrid. Tan importante es llegar a la meta como el camino que transitamos y me da la sensación de que esta senda pone los cimientos de una nueva forma de relacionarnos.
Nos inspiramos en las fuerzas verdes europeas y los movimientos feministas para hacer frente a la ultraderecha. Ante la disyuntiva de si rebatirlos o ignorarles, hicimos las dos cosas: les dijimos que eran una aberración y cancelamos cualquier debate hasta que se cumplieran las condiciones mínimas democráticas. El partido de la violencia, el odio y la xenofobia, ahogado en las encuestas, ha intentado reventar esta campaña. Ha intentado que hablemos sobre ellos, sobre sus ataques, sus miserias y sus bulos pero hemos seguido hablando de sanidad, de educación, de vivienda, de residencias, de las expectativas de la juventud, de la salud mental, de las posibilidades de formar una familia, del transporte, de la jornada laboral de 32H, del clima, de las escuelas infantiles y del bienestar animal. Porque no hay nada que tema más la ultraderecha que no ser el centro de las conversaciones. Hablar de lo importante les deja fuera de juego, les neutraliza y les impide intoxicar la discusión política porque no tienen ni una sola propuesta para mejorar la vida de los madrileños y madrileñas.
Ha sido mi primera campaña como candidata a la Presidencia a la Comunidad de Madrid. Ha sido intensísima. Ha sido emocionante y, a ratos, dura. Ha sido alegre, divertida y tierna. Sigo fascinada con las miles de personas de Más Madrid que se han echado sobre sus hombros una campaña artesanal, con menos recursos que el resto pero llena de ilusión, cariño y buenas ideas. Me ha resultado extraño ver mi cara en carteles, banderolas y panï¬etos. Imposible no sonrojarme cuando me han pedido fotos por la calle y tremendamente orgullosa cuando, en cualquier zona de Madrid, se me acercaban para darme ánimos, para agradecerme el trabajo realizado e incluso para decirme que no me iban a votar pero que lo estábamos haciendo bien. Para quien no tiene en sus planes presentarse a unas elecciones no deja de hacérsele raro que lleguen cartas con su nombre y su cara a miles de hogares madrileños. Son gajes del oï¬cio pero sigo sin acostumbrarme.
Afortunadamente esta campaña no va de mí, ni de Ayuso, va de Madrid, de los madrileños y madrileñas. De sus intereses, sus desvelos y sus anhelos. Yo quiero ser presidenta de la Comunidad de Madrid para que tengamos un gobierno que deï¬enda Madrid y se desvele y anhele por lo mismo que sus vecinos y vecinas. Por eso, los distritos y los municipios abandonados, los distritos y los municipios maltratados, el sur y el este de Madrid tienen que ir a votar. Votos que vayan directos a lo que de verdad importa: al centro de salud, a ayudar al pequeño comercio, a reforzar la educación pública, a que haya plazas en las residencias y en las escuelitas infantiles, a que haya más metro y más autobuses; votos directos al empleo verde, a la inversión en I+D+i. Votos que supongan un muro ante la ultraderecha, la corrupción y el mal gobierno, votos que frenen el odio, la intolerancia y la violencia. Votos cargados de futuro, ilusión y empatía. Votos que nos recuerden que somos más y que vamos a gobernar el 4 de mayo.
Porque Madrid es increíble, Madrid es espectacular y podría serlo mucho más si soltamos lastre, si quitamos el tapón que suponen 26 años de gobierno del Partido Popular y que nos impide aprovechar todo el talento y el potencial que tenemos. Ante quienes quieren atraparnos en el pasado, la política sucia y un Madrid en blanco y negro, tenemos la posibilidad de mirar a los ojos al futuro, hacer valer la política buena e imaginar el horizonte verde que merecemos. El próximo 4 de mayo podemos conseguir que la empatía se instale en la Puerta del Sol y empiece una nueva época para Madrid. Está en nuestras manos.