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Madrid, nido del 'totalitarismo invertido'

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

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Durante las últimas semanas hemos conocido nuevos casos de corrupción con un nexo en común, forrarse en el peor momento de la pandemia. ¡Y eso que íbamos a salir mejores! Mientras ciertas empresas y particulares pusieron a disposición del gobierno central y de los distintos gobiernos autonómicos sus contactos con proveedores, fundamentalmente chinos, para conseguir de manera rápida, desinteresada y a precios razonables todo el material sanitario necesario para amortiguar el golpe de la Covid, los mediocres de turno tenían en mente otros planes. Nada nuevo bajo el parasitario sol patrio. 

Por su idiosincrasia destaca lo acontecido alrededor de Isabel Díaz Ayuso y su pareja, imputado por dos delitos de fraude fiscal y uno de falsedad documental presuntamente cometidos a través de la empresa Maxwell Cremona. Gracias al periodismo de investigación de elDiario.es, hemos conocido el dinero levantado por este nuevo personajillo de la picaresca barroca española. Pero, a diferencia del otro bochorno, el caso Koldo, destaca la condescendencia y genuflexión de cierta prensa madrileña con la corrupción que invade la capital del Reino.

Madrid es desde hace mucho tiempo –debemos remontarnos a la primera restauración borbónica– el principal problema de España. Es en la capital del reino donde amasan sus fortunas quienes hilvanan las redes de poder patrias. Para ello cuentan con la colaboración de unos mass media dóciles. Lo que estamos conociendo estos días es la punta de un iceberg inmenso, de larga tradición histórica, una extracción de rentas en toda regla por parte de ciertas élites, todas ellas muy patrióticas. Ahora todo es mucho más sutil que antaño. Disfrazados de contratos público-privados, determinadas empresas y conglomerados extraen rentas desorbitadas de la sanidad, las obras públicas, la vivienda… Para ello promocionan a ciertos políticos, que validan y dan forma a este lúgubre ambiente con un discurso muy pobre, hasta cierto punto chabacano. Lo alucinante es que una parte de la población, que sufre en sus carnes estas políticas las validen en las urnas.

La Comunidad de Madrid aúna todos los ingredientes descritos por el historiador Paul Preston en una de sus obras cumbre, 'Un Pueblo Traicionado. España de 1876 a Nuestros Días: Corrupción, Incompetencia Política y División Social'. Pero, además, Madrid, es una anomalía entre las grandes metrópolis occidentales, donde es muy raro que un partido conservador huela poder. Pero hete aquí, en la capital del reino, alejada de facto de las burguesías liberales occidentales, doble taza: se ha hilvanado una derecha trumpista alrededor de ese verbo vacuo que es Ayuso, auténtico icono pop para simpatizantes y voceros mediáticos. Ella y sus allegados son iliberales stricto sensu, aunque profundamente neoliberales en lo económico. Igual que Trump, igual que Bolsonaro, igual que Milei…

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Detrás, sin duda, están las redes de poder fundamentalmente rentistas. España es un Estado autonómico descentralizado. Sin embargo, el aspecto más relevante está completamente centralizado, en Madrid. En la capital del Reino se fragua todo aquello que permite vivir a las élites económicas, básicamente rentistas, a costa de sus conciudadanos. Son las mismas que antaño, en la 1ª Restauración Borbónica, diseñaron una red ferroviaria o de carreteras que convergiera –aún sigue convergiendo– en Madrid. Les basta con acudir a Madrid para, moviendo las fichas adecuadas, en Ministerios, organismos, consultoras y/o lobbies diversos, lograr sus objetivos. Es un diseño cuasi-único que además de servir a los intereses de las redes de poder, despuebla y empobrece al resto del país.

Pensábamos que con la democracia determinados vicios tenderían a moderarse, si no desparecer. Sin embargo, me temo que no solo no ha pasado, sino que además nos han obsequiado con doble taza. Pero, ¿cuándo empezó a descarrilar Madrid, ya en pleno proceso democrático? Hay que remontarse al tamayazo, cuando, frente a la voluntad popular expresada en las urnas por los madrileños, esas élites pervirtieron la democracia, colocaron a los suyos, y, para más inri, les salió gratis, sin que ninguno de quienes lo tramaron fueran a la cárcel. A partir de ahí, ancha es Castilla, conspirando, día sí y día también, que es gerundio. Dinero no les ha faltado, ni les faltará.

Las investigaciones iniciadas por elDiario.es implican que, tarde o temprano, Ayuso caerá. Sin embargo, hay que dar un paso más e intentar deshilvanar las redes de poder, que de la mano del estamento político y de ciertos grupos mediáticos asaltaron las instituciones del Estado. Es en Madrid donde las puertas giratorias alcanzan su máxima expresión, donde lo público y lo privado se entremezclan sin ningún rubor. Dichas redes incluyen una élite económica extractora agrupada alrededor del Ibex 35, heredera de los antiguos monopolios públicos y/o naturales –sector eléctrico, telefonía, sector energético, tabacos…–, junto a un sector bancario asistido artificialmente por el Banco Central Europeo. Pero ahora, además, han asaltado, vía financiarización, los otrora derechos humanos básicos, como el acceso a la vivienda, a la educación, a la sanidad…

En 2003 Sheldon Wolin, profesor emérito de filosofía política de la Universidad de Princeton, publicó una de sus obras más relevantes, -'Inverted Totalitarianism'. El totalitarismo invertido es el momento político en el que el poder corporativo se despoja finalmente de su identificación como fenómeno puramente económico y se transforma en una coparticipación globalizadora con el Estado. Mientras que las corporaciones se vuelven más políticas, el Estado se orienta cada vez más hacia el mercado. Madrid, en su actual deriva, es un ejemplo extremo de ello. 

Según Wolin “el Totalitarismo Invertido es fomentado por unos medios de comunicación cada vez más concentrados y aduladores, por la integración de las universidades con sus benefactores corporativos; por una máquina de propaganda institucionalizada a través de grupos de reflexión y fundaciones conservadoras generosamente financiadas, por la cooperación cada vez más estrecha entre la policía y los organismos nacionales encargados de hacer cumplir la ley, dirigido a la identificación disidentes internos, extranjeros sospechosos…”. Somos nosotros, los ciudadanos, los que al final debemos validar o terminar con esta distopía. Veremos. 

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