El sorprendente anuncio del PP sobre la posibilidad de conceder un indulto a Carles Puigdemont si Feijóo llegaba a la Moncloa ha despertado los fantasmas del líder popular, que ya echó a perder sus posibilidades de ser presidente el 23J en una última semana de campaña errática y plagada de tropiezos.
Según los datos de la encuesta del CIS publicada este lunes (último día legal de publicación de sondeos con estimación de voto para Galicia), casi el 30% del electorado gallego va a decidir su voto a lo largo de la última semana de campaña y hasta el mismo día de las elecciones. Son más de 600.000 electores, según el censo de residentes en la comunidad. Una cifra suficiente para definir la única incógnita de estos comicios: si el PP podrá mantener la mayoría absoluta obtenida por Núñez Feijóo en 2020 y que algunos sondeos auguran que podría perder su sucesor, Alfonso Rueda. Las consecuencias de un resultado de este tipo supondrían un terremoto, y no sólo a nivel gallego.
El mismo CIS muestra en su encuesta cómo el voto al PP parece haberse debilitado a las puertas de la campaña electoral, lo cual no es un buen augurio. En un contexto de alta incertidumbre, las tendencias acostumbran a alumbrar un poco el camino. Así, el aumento de los indecisos entre las filas populares, combinado con la creciente atracción del BNG en el espacio del voto de la izquierda, parece situar el escenario más cerca de un vuelco electoral, difícil pero no imposible.
Las consecuencias del anuncio del PP son una incógnita, pero parece evidente que han roto la línea estratégica de los populares en esta campaña, basada en la crítica feroz a la ley de amnistía pactada entre el PSOE y los independentistas catalanes. Está por ver el efecto concreto que puedan tener las últimas noticias, pero de momento han debilitado mucho el argumento principal del PP, dejando a su candidato (y a su presidente nacional) en una posición muy complicada y sin mucho margen de maniobra en los días que quedan hasta la apertura de urnas.
La situación recuerda la semana horribilis de Feijóo antes del 23J. Los datos de la encuesta postelectoral del CIS de esas elecciones son reveladores de hasta qué punto esos pocos días fueron cruciales para dejar a la derecha sin posibilidad de construir una mayoría en el Congreso. Si se toma sólo a los votantes que declaraban haber decidido su voto antes de la última semana (el 55% del total), el PP superaba al PSOE en más de cuatro puntos (35 a 31) y Vox se distanciaba de Sumar. Con esos resultados, Feijóo se hubiese garantizado la presidencia del Gobierno. Pero si se observa el voto de los decididos entre la última semana y el día mismo de las elecciones (un 20% del total), el PSOE aventajó en ese grupo al PP en siete puntos. Fue allí, en esos días finales, cuando a Feijóo se le escapó el banco azul, en esos días en los que su campaña entró en barrena, encadenando errores (como no asistir al debate de RTVE, lo mismo que ha hecho Rueda en la campaña gallega) y meteduras de pata (como la excusa de la lumbalgia para justificar su ausencia en ese debate). Fue en esa semana decisiva en la que una parte, a la postre decisiva, del voto se decantó por la izquierda para evitar el gobierno del PP y Vox.
Es hasta cierto punto normal que ahora a Feijóo no le llegue la camisa al cuello. A falta de una semana y con tanto voto por decidir, el presidente popular ha vuelto a cometer un error de bulto, como ocurrió en julio, capaz de mover el voto suficiente para dejar al PP sin mayoría en Galicia, el buque insignia del poder autonómico popular, y el de Feijóo en particular. Si finalmente ocurriese esto, las miradas se dirigirían directamente a un Feijóo muy debilitado a ojos de los “grandes accionistas” del PP, ese mundo con sede en Madrid que desde el 23J viene observando al líder gallego con creciente suspicacia. Incluso si finalmente el PP gallego es capaz de mantener la Xunta, ya sea por el fiel voto emigrante o por el apoyo del orensano Jácome, la imagen de Feijóo va a quedar muy maltrecha dentro y fuera del partido.