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Los males de la colaboración científica con universidades saudíes

Científicos

Joaquín Sevilla Moroder

Catedrático de la Universidad Pública de Navarra y coautor del libro “Los males de la ciencia” —

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Parece que los males de la ciencia se han puesto de moda; quizá por eso estamos exacerbando algunos que, bien mirado, quizá no lo sean tanto. En la comunidad científica llevamos un par de meses con el “escándalo” de los investigadores altamente citados que hacen trampas con su afiliación para beneficiar a una universidad saudí en un ranking chino. Sin pretender trivializar la cuestión, es interesante analizar los principales elementos del fraude, para que se pueda calibrar mejor el alcance que tiene.

El Ranking de Shanghái

Es uno de los muchos rankings de universidades que se elaboran internacionalmente. Se creó en China para analizar cuáles eran las mejores universidades del mundo y saber cómo parecerse a ellas. Se busca la excelencia máxima, por eso su primer elemento es el número de premios Nobel en plantilla y el de egresados que hayan obtenido dicho premio. Luego se tiene en cuenta la productividad científica de su plantilla, y una parte de esa productividad es el número de “autores altamente citados” según la empresa Clarivate.

Este ranking ha sido desacreditado en múltiples estudios por resultar poco indicativo, especialmente en cuanto nos alejamos de las 20 o 30 primeras posiciones. Es muy dependiente del tamaño de las universidades y obvia muchas dimensiones que, en general, se consideran importantes. Dado el números de premios Nobel egresados de universidades españolas o trabajando en ellas, ninguna está en puestos muy altos. Por otro lado, esa posición es básicamente irrelevante para la actividad de nuestras universidades (al menos las públicas), ni se consiguen más estudiantes, ni más fondos, ni nada por esa posición.

La empresa Clarivate

Es la empresa donde ha terminado lo que inicialmente fue el Institute for Science Information creado por Eugene Garfield, químico y pionero estudioso del sistema de publicaciones científicas. Esta empresa recoge las citas que realizan unos artículos a otros y con ello elabora los “factores de impacto” de las revistas (una medida de cuán citada y, por tanto, relevante es) y los contajes de citas de los autores. A pesar de ser una empresa privada y de trabajar con una metodología no exenta de críticas, sus datos se han convertido en la principal fuente de evaluación de la actividad científica para todos los sistemas del mundo.

Originalmente toda la información que se utilizaba para generar los índices bibliométricos se obtenía de las propias publicaciones. Pero parece ser que en los últimos tiempos, a algunos investigadores al menos, se les da la oportunidad de decidir cuál es su afiliación principal en la base de datos. Hasta la aparición de este escándalo yo no conocía esta posibilidad y la totalidad de colegas a los que he preguntado tampoco. Bien es verdad que nos somos de ese 1% más citado entre los que se ha ofrecido la trampa.

Arabia Saudí

Como se nos recuerda en el artículo que destapa inicialmente este “escándalo”, se trata de un país dictatorial, que hace uso de la pena de muerte y discrimina considerablemente a las mujeres. Pero también sabemos que es un país muy rico (debido a su petróleo) y un aliado occidental en una zona geoestratégica muy tensa. Es un país en el que se celebran eventos deportivos españoles e internacionales sin ningún rubor.

La financiación de la investigación en España

En la crisis de 2008 se produjo una enorme disminución de los fondos destinados a la investigación de la que aún no nos hemos recuperado del todo. Conseguir financiación para proyectos requiere cada vez más esfuerzo, mejores currículos y mucha burocracia. La ausencia de fuentes de financiación basal hace que los responsables de grupos de investigación de cierta entidad tengan que hacer grandes esfuerzos por mantener la continuidad de los investigadores jóvenes y la operatividad del equipamiento.

La colaboración con universidades saudíes

En un movimiento equivalente al de atraer eventos deportivos, también el país decide atraer excelencia científica. No sabemos con qué finalidad precisa, habrá que suponer que colocarlo mejor en el panorama internacional y modernizarlo. En esa estrategia global, parece que la universidad Rey Saúd de Riad ha ido contactando a científicos de los muy citados de todo el mundo para que contribuyan a esos objetivos. La oferta está clara, dinero a cambio de presencia internacional, lo mismo que con la supercopa de España de fútbol. La forma concreta de realizar la oferta es la que ha resultado problemática. En algunos casos ha llevado al investigador incurrir en delitos, en otras en inmoralidades… y en otras en razonables colaboraciones científicas sin mayor problema.

Casos variados

Ilegales. El que un funcionario sea expedientado con más de una década de suspensión de empleo y sueldo no se justifica por la mera alteración de la filiación en Clarivate. El que alguien haga de intermediario en estas colaboraciones escondiendo parte de los fondos y ayudando a dar opacidad a las contrataciones tampoco cae dentro de lo legal. Los casos que incurren en ilegalidad parece que afectan a dos personas. 

Inmorales. La modificación de la filiación primaria en la base de datos de Clarivate difícilmente puede ser ilegal ya que no hay normativa sobre algo tan específico, pequeño y, con carácter general, irrelevante. Ciertamente, una vez que se sabe que esto ocurre, no parece que se corresponda con la verdad y merece reproche. Este reproche debería ser acorde con el daño generado, virtualmente irrelevante.

Colaboraciones razonables. Si la colaboración se ha hecho al amparo de la legalidad vigente (el famoso artículo 83 de la LRU, reformulado en el 60 de la LOSU) y fue sancionado por los órganos universitarios, nada parece problemático. Si el investigador siempre incluyó su filiación real en los artículos, que son los documentos públicos, todo es correcto. Aunque extrañe que paguen mucho a cambio de poco, cumpliendo la tramitación de este tipo de colaboraciones no hay nada que objetar. 

Para concluir, hay que señalar que pasamos mucho rato mirando el dedo en vez de la luna a la que señala: la paupérrima financiación de la ciencia española. Si esos científicos tan estupendos tuvieran la financiación que merecen, no tendrían que perder el tiempo (y la imagen pública y a saber qué mas) por buscar donde sea la continuidad de sus grupos de investigación. Y ya de los científicos meramente competentes, los que no estamos en el 1%, ni hablamos.

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